No debo tomar represalias contra los demás. No debo tomar represalias contra los demás. No debo tomar represalias contra los demás.Solté un suspiro de puro cansancio cuando terminé la décima hoja repitiendo la misma frase una y otra vez.A que no adivinan dónde estábamos Ari, Carla y yo.Exactamente, castigadas gracias a la maldita venganza de Ariette. Sí, era Ariette, porque gracias a ella y a sus planes, llevábamos cuatro días yendo a la escuela de Nick, donde teníamos que pasar tres horas y media en detención, haciendo la actividad que al director de ese instituto se le ocurriera.Oh, sí. Él mismo se aseguraba de que pasáramos la hora de castigo muy bien entretenidas —tose, explotadas, tose—, así que, sí, mis ganas de lanzarme por la ventana se las debía a ese hombre.Qué adorable sujeto —nótese el sarcasmo.Ese día, el viernes y último día de detención, gracias a Dios; las cosas estaban como los anteriores: él había entrado burlándose de nosotras, y después nos había asignado com
Los días pasaron, y luego se convirtieron en semanas, hasta que, de un momento a otro, ya estábamos cerca de los exámenes de final de semestre. El viernes nos informaron en la escuela, que los días después del quince de diciembre, estarían dedicados a las pruebas, así que, como era de esperarse, se desató cierto revuelo entre mis compañeros de clases.No éramos sólo Ari, Carla y yo; mi hermano mayor y mi novio también comenzarían a hacer exámenes para entrar en las vacaciones de Navidad. Ninguno tenía tiempo para muchas cosas, en los primeros días ni siquiera veía mucho a Jared, ya solamente teníamos tiempo para hablar por teléfono cuando terminábamos de estudiar, pero no para mucho más.De un momento a otro, mi casa se convirtió en una vivienda compartida. Ari y Carla se quedaban hasta tarde conmigo, mientras que él y Jace se reunían ahí para estudiar también. Después de que pasáramos la primera noche todos juntos, decidimos que lo mejor era que mis amigas y mi novio se quedaran en c
Estaba sumida en un profundo sueño, cuando sentí que alguien me movía suavemente de un lado a otro.— Chucky, despierta— escuché susurrar a Jed.Solté un gemido de pereza y me removí por el colchón pesadamente. Abrí los ojos lentamente y con lo primero que chocaron mis ojos fue con la expresión divertida del chico a mi lado.— Espero que tengas una muy buena explicación para despertarme a las…— me giré y agarré mi celular de la mesita de noche—. ¿Seis de la mañana?— lo miré con el ceño fruncido.— Es mejor que te despierte tu novio sexy e irresistible— se señaló a sí mismo. Puse los ojos en blanco—; que los gritos de emoción de las dos desquiciadas que te cargas como mejores amigas.Fruncí el ceño, confundida, y algo adormilada también.— ¿De qué hablas?— inquirí, incorporándome, apoyada sobre un codo.— Hace un momento fui al baño, y las escuché charlando— ladeó la cabeza—. Bueno, escuché a Carla llamando inútil a Jace— repuso.Solté una risotada.— Un clásico— apostillé.El castaño
Una larga fila de coches estaba formada delante de la enorme casa de fraternidad, la cual tenía el jardín delantero completamente adornado por algunos farolillos chinos. Pasamos alrededor de cinco minutos dándole la vuelta a la manzana para encontrar un sitio en el que aparcar, y justo cuando creí que no podríamos, un grupo de chicos salió corriendo con uno de ellos cargado por los demás.Se lo llevaban al hospital porque el muchacho había caído en un coma etílico.No es que yo me alegre de las desgracias de los demás, pero gracias a eso terminó nuestra vuelta a la cuadra y pudimos entrar.En el jardín habían muchos —en serio, muchos— grupos de jóvenes con bebidas en las manos, algunos charlando y otros bailando con la música que salía del interior de la casa, la que se escuchaba perfectamente ahí fuera, gracias al alto volumen de esta. Los cinco bajamos del vehículo, y nos encaminamos hacia la vivienda, por el camino de piedra que se encontraba bordeado de césped perfectamente cortad
— ¿Papá?— repetí, demasiado confundida.Al tiempo, el hombre que se encontraba sentado en los escalones del porche de mi casa, se puso de pie, dejando ver su complexión fuerte y su altura.— Hola, hijo— me miró—. Hija mía— dijo, asintiendo en mi dirección como saludo. Sentía que todo a mí alrededor comenzaba a dar vueltas sin detenerse.Eso no podía estar pasando. Ese hombre no podía ser mi padre, y lo más importante: si lo era, ¿por qué tenía que conocerlo de esa manera. Nunca conocí a mi padre, todo porque él nos abandonó, así que, ahora que lo pienso, pude haberlo visto muchas veces en la calle, sin poder reconocerlo.¿Qué demonios estaba pasando?— ¿Qué… qué está pasando aquí?— inquirí, mirándolos a ambos.El hombre, mi supuesto padre, soltó un largo suspiro y me miró de una manera extraña. Era una combinación entre sorpresa y consternación. De verdad estaba muy perdida en ese momento.— Creo que deberíamos charlar dentro— dijo él, señalando la casa a su espalda. Miré a mi hermano
Me pasé una mano por el pelo con la intención de acomodarlo un poco, a la vez que iba rumbo a la pequeña cocina del apartamento de Jed.La noche anterior me había llevado ahí para que pudiera dormir tranquila, lejos de todo lo que estaba aconteciendo en esos momentos con el repentino regreso de mi padre, en casa. Nunca había pisado ese lugar, pero la verdad es que me lo imaginaba mucho más desordenado y sucio, como una asume que será el piso de un universitario de veintiún años. Pero nada más lejos de la realidad.El sitio contaba con una sala de estar bastante amplia, contigua había una cocina con un área que ocupaba una mesa de madera para cuatro personas. Incluso había una barra que separaba las encimeras del resto de la estancia; bastante parecido a la cocina de mi propia casa. A la derecha de la cocina, se habría un pasillo, en el que se encontraban un baño y una habitación, y al final de este, en la pared del fondo, había una puerta hecha de cristal que daba acceso a una terraza
— ¡Jared Thompson! ¡Dime ahora mismo dónde está mi bote de champú!Mis gritos resonaban por todo el piso, mientras caminaba pasillo arriba, rumbo a la sala de estar. Una toalla envolvía mi cuerpo e iba descalza, pisando con molestia a la pobre alfombra que no tenía la culpa de que yo tuviera el novio que tenía.Déjenme ponerlos al corriente con respecto a lo que había sucedido últimamente.Ya había pasado una semana entera desde que me mudé con Jed. Las cosas entre nosotros no podían ir mejor, incluso, en ese poco tiempo, se había creado una clase de rutina. Cada mañana yo me levantaba de primera, mientras que él se quedaba durmiendo los diez minutos que me tardaba en hacer el desayuno, después de eso desayunábamos juntos. Yo limpiaba la cocina mientras que Jed se arreglaba para el día, y luego yo me daba una ducha y los dos nos íbamos del edificio. Obviamente Jared se alejaba más porque primero me llevaba al instituto, así que salía del campus para luego regresar. Yo le había insisti
Rubia. Metro ochenta —cinco centímetros más que yo—. Cuerpo perfectamente esculpido. Piel blanca impoluta. Ojos verde intenso —una vez más maldije a todo lo que se podía maldecir en el universo por no haber heredado esa tonalidad—. Cejas depiladas en una forma que resaltaba sus rasgos angelicales. Y labios finos.Para los que piensen que ya me volví loca —por cierto, no están del todo equivocados—, esa era mi prima: Cristina. Ya lo sé, una versión moderna de Afrodita digna de envidiar. Yo siempre lo había hecho, claro, no tenía esos celos malos que deseaban mal, simplemente me pregunté más de una vez por qué habíamos algunos menos agraciados que otros.— Hola, primita— saludó ella, sacándome de mi ensoñación—. ¿No me vas a saludar?— preguntó con una expresión de pura diversión danzando en su rostro.Me reí, nerviosa, mientras avanzaba hasta ella para darle un corto abrazo a manera de saludo.No fue una muestra de cariño muy real ni muy cómoda tampoco. Cristina y yo nunca habíamos sido