Caminé con pasos lentos hasta la improvisada tienda que Jed había montado. Se veía hermosa, completamente iluminada por los pequeños focos de color ambarino.
La emoción que sentía era demasiada para mi pobre alma. Nunca nadie me había preparado algo así, y justo Jed lo había hecho. Era como estar en un sueño; como si flotara.
— Esto es hermoso— repetí, mirando con fascinación las árboles al fondo del patio.
— Sabía que te gustaría— dijo Jed a mi espalda.
Me giré para mirarlo. Con la coloración de la luz golpeándolo, su cabello se veía rubio, y sus ojos de un color más bien verdoso. Era demasiado guapo.
— Así que eres todo un romántico— dije entonces, pichándolo.
El castaño puso cara de asco.
— Esto no es romántico— negó—. Para nada. No, no lo es.
Solté una carcajada.
Claro que lo era.
— Gracias, Jed— agradecí con todo mi corazón.
El chico hizo un gesto con la mano para restarle importancia.
— No es para tanto, a
Sentía que se me acababa de bajar la presión.A ver, les resumo la noche en pocos puntos:- Mi crush había decorado el jardín trasero de la casa abandonada de al lado, todo para recuperar mi confianza, porque resulta que yo también le gustaba.- Habíamos bailado una canción hermosa, nos habíamos besado y después charlamos un buen rato.- Violamos alrededor de dos leyes entrando a dicha casa abandonada porque vimos movimientos raros en el interior.- Nos encontramos con mi hermano y una de mis mejores amigas morreándose como si el mundo fuese a acabar.Sí, ese lucía como el momento perfecto para que me diera el jamacuco.— Jade, ¿qué haces aquí?— preguntó la castaña, poniéndose de pie.La habitación completa daba vueltas, y escuchaba que los oídos me pitaban con fiereza. Oh, sí, uno de esas veces que me quedaba completamente en shock.No dije nada, simplemente salí de ese cuarto en cuanto reaccioné de nuevo.— ¡Vamos, Jade, há
Había pasado una semana desde que nos habíamos encontrados todos en la casa junto a la mía, y las cosas iban de maravilla —extrañamente—.Carla y Jace estaban de lo más acaramelados —asqueroso—, Ari seguía siendo como siempre: un alma oscura; mientras que Jed y yo estábamos bien. No habíamos vuelto a pelear, excepto por un día que nos pusimos a jugar videojuegos y me había ganado, entonces yo le había lanzado un zapato.Sí… no estoy orgullosa de ello, pero es que él hizo trampa.Era sábado, y yo ya estaba despierta a las nueve de la mañana; todo un logro. Ese día habíamos hecho planes todos juntos para salir y pasar el día en grupo. No es como que tuviéramos nada más interesante que hacer tampoco.Justo cuando me estaba poniendo mis tenis de color blanco, mi celular sonó, in
Ari y Carla se miraron la una a la otra, sorprendidas.— Entonces… ¿son novios?— inquirió la pelinegra, mirando a Jed, a unos metros de nosotras.Asentí, sonriendo.— Dios, Jade— Carla me saltó encima, estrechándome entre sus brazos—. Me alegro mucho por ti— felicitó sinceramente.Había esperado a un momento en el que estuviésemos solas las tres para contarles lo que había pasado dentro del almacén, junto al callejón, y ya les había dicho.Después de salir del Callejón de los besos, habíamos decidido venir a la feria junto a la playa. Básicamente era una enorme zona a unos cien metros del mar, en donde había muchísimas atracciones, incluso una enorme noria. La idea inicial era darnos un chapuzón, pero ya estábamos en otoño, y el agua estaba helada.Era mejor eso que pescar una pulmonía.Carla, Ari y yo estábamos junto a uno de los puestos de comida, mientras que mi hermano y Jed —mi novio—, compraban unos tickets para poder jugar en algunas
Di otra vuelta en mi sitio, antes de escuchar pasos acercándose, resonando sobre el piso de baldosa blanca de la sala de espera del hospital.Me giré cuando un hombre de mediana edad, cabello rubio y gafas, enfundado en una bata blanca, se detuvo a unos pasos de mí.— ¿Usted es familiar de Evan Reeve?— inquirió, leyendo algo en la carpeta que traía en las manos.— Soy su nieta— informé, asintiendo con la cabeza.Pasaron unos cuántos segundos y el médico no dijo nada, sino que siguió mirando los papeles que sostenía delante de él.— ¿Cómo está mi abuelo?— inquirí, comenzando a desesperarme.— El señor Reeve sufrió daño cerebral masivo, señorita— dijo entonces, directo al punto.Fruncí el ceño, algo confundida.Vale, la parte de daño cerebral masivo, la entendía, era algo malo, pero necesitaba saber con exactitud lo que ocurría.Como si el doctor pudiera leer mi expresión, siguió hablando.— De un momento a otro, sus conector
Jed continuó mirándome con intensidad, mientras que yo le daba vueltas a las palabras que había dicho.— Jade— volvió a llamarme—. ¿Tú me quieres?¿En serio me preguntaba eso? ¡Por supuesto que lo quería, muchísimo de hecho! Vale, esa no era la mejor manera de decírselo, y mucho menos en mi caso, cuando lo que sentía era unilateral y no mutuo, pero bueno, así es como funcionan los sentimientos; tendemos a querer a las personas que no deberíamos, aunque tampoco es algo que podamos controlar a voluntad.Alcé la barbilla, dejando nuestros rostros aún más cerca, sin quererlo.— ¿Tú qué crees?— inquirí.El castaño me miró con demasiada confusión en la cara.— En estos momentos no sé qué creer— dijo honestamente.Sus ojos destilaban sinceridad, como muy pocas veces sucedía. Normalmente había algo extraño y misterioso en Jed, pero, al menos esa vez, no había rastro de nada de eso.— Claro que te quiero, Jed— dije tras soltar una exhalación de
— Entonces, ¿cuál es el plan?— preguntó Jed con los ojos fijos en la carretera y ambas manos sobre el volante.Ya íbamos de camino a la casa de Carla, en su auto. Yo estaba sentada a su lado en el asiento del copiloto, mientras que Ari y Jace estaban en la parte trasera del vehículo.Mi mejor amiga lo había llamado para que la fuera a buscar, en lo que yo reponía un poco a mi hermano. Lo había hecho beberse mi espantoso café, y ya estaba casi como si nada, ya ni siquiera se le notaba que tenía algún tipo de sustancia en el cuerpo. Obviamente si iba a hablar con los padres de mi mejor amiga no podía llegar en esas condiciones.— Detenerlos— contesté, mirando al castaño—. No podemos permitir que se la lleven.No dejaría que eso pasara bajo ningún concepto.Ari sacó la cabeza entre nuestros asientos y nos miró a ambos.— Oigan, pregunta— la miré—. ¿Ustedes desde cuándo se llevan bien?— inquirió señalándonos a los dos.Jed y yo compartimos
Un largo e intenso bostezo escapó de mis labios en el preciso instante en el que Jed aparcó en el camino de entrada de mi casa. Saqué mi celular de uno de los bolsillos de mi sudadera y vi que eran pasadas las siete de la mañana.Después de estar por un largo rato en la casa de mi mejor amiga, habíamos decidido regresar a nuestras casas. Ya habíamos pasado a dejar a Ari, mientras que a Jace lo dejamos en la estación de autobús porque tenía clase a primera hora. En serio me compadecía de su pobre alma; toda la noche sin dormir y tener que aguantar una larga hora de alguna de las aburridas materias que se estudiaban en la carrera de medicina.Oh, sí, mi querido hermano, al igual que su mejor amigo, tenían toda la pinta de ser jóvenes sin ninguna aspiración a futuro, pero ambos estaban en segundo año de medicina.— Oye, tú— llamé al chico a mi lado.— Que brusca, Chucky— se mofó, girando su rostro hacia mí.Le dediqué una diminuta sonrisa.— Gracias
Cuando nos subimos al coche de Jed, el ambiente se tornó incómodo. Por primera vez desde que lo conocía, me sentía nerviosa por tenerlo cerca. Y no, no estaba exagerando, sí que era la primera vez.Supongo que crecer y a la vez ver a la persona de la que te vas enamorando, cada día, te quita esos nervios; esa intranquilidad. Para mí, estar cerca de Jed era tan normal, que mis sentimientos por él también lo eran. Pero, esa noche, las cosas estaban diferentes, y eso sólo lo causaba el saber que esa era nuestra primera cita… al menos oficialmente.— ¿A dónde vamos?— inquirí después de que pasáramos unos minutos en el silencio.Necesitaba sacar conversación para aplacar mis nervios, porque, Jed por su lado, no se veía para nada preocupado o incómodo; todo lo contrario. Mantenía una pose relaja: una mano puesta en el volante, y la otra descansaba en el aire, por tener el codo apoyado en la ventanilla abierta.Luego estaba yo, que sentía que podía morir de combustión espontánea en el minuto