— Entonces, ¿cuál es el plan?— preguntó Jed con los ojos fijos en la carretera y ambas manos sobre el volante.
Ya íbamos de camino a la casa de Carla, en su auto. Yo estaba sentada a su lado en el asiento del copiloto, mientras que Ari y Jace estaban en la parte trasera del vehículo.
Mi mejor amiga lo había llamado para que la fuera a buscar, en lo que yo reponía un poco a mi hermano. Lo había hecho beberse mi espantoso café, y ya estaba casi como si nada, ya ni siquiera se le notaba que tenía algún tipo de sustancia en el cuerpo. Obviamente si iba a hablar con los padres de mi mejor amiga no podía llegar en esas condiciones.
— Detenerlos— contesté, mirando al castaño—. No podemos permitir que se la lleven.
No dejaría que eso pasara bajo ningún concepto.
Ari sacó la cabeza entre nuestros asientos y nos miró a ambos.
— Oigan, pregunta— la miré—. ¿Ustedes desde cuándo se llevan bien?— inquirió señalándonos a los dos.
Jed y yo compartimos
Un largo e intenso bostezo escapó de mis labios en el preciso instante en el que Jed aparcó en el camino de entrada de mi casa. Saqué mi celular de uno de los bolsillos de mi sudadera y vi que eran pasadas las siete de la mañana.Después de estar por un largo rato en la casa de mi mejor amiga, habíamos decidido regresar a nuestras casas. Ya habíamos pasado a dejar a Ari, mientras que a Jace lo dejamos en la estación de autobús porque tenía clase a primera hora. En serio me compadecía de su pobre alma; toda la noche sin dormir y tener que aguantar una larga hora de alguna de las aburridas materias que se estudiaban en la carrera de medicina.Oh, sí, mi querido hermano, al igual que su mejor amigo, tenían toda la pinta de ser jóvenes sin ninguna aspiración a futuro, pero ambos estaban en segundo año de medicina.— Oye, tú— llamé al chico a mi lado.— Que brusca, Chucky— se mofó, girando su rostro hacia mí.Le dediqué una diminuta sonrisa.— Gracias
Cuando nos subimos al coche de Jed, el ambiente se tornó incómodo. Por primera vez desde que lo conocía, me sentía nerviosa por tenerlo cerca. Y no, no estaba exagerando, sí que era la primera vez.Supongo que crecer y a la vez ver a la persona de la que te vas enamorando, cada día, te quita esos nervios; esa intranquilidad. Para mí, estar cerca de Jed era tan normal, que mis sentimientos por él también lo eran. Pero, esa noche, las cosas estaban diferentes, y eso sólo lo causaba el saber que esa era nuestra primera cita… al menos oficialmente.— ¿A dónde vamos?— inquirí después de que pasáramos unos minutos en el silencio.Necesitaba sacar conversación para aplacar mis nervios, porque, Jed por su lado, no se veía para nada preocupado o incómodo; todo lo contrario. Mantenía una pose relaja: una mano puesta en el volante, y la otra descansaba en el aire, por tener el codo apoyado en la ventanilla abierta.Luego estaba yo, que sentía que podía morir de combustión espontánea en el minuto
La brisa caliente y con olor a sal que provenía del mar azotaba mi cabello, despeinándome sin que pudiese evitarlo. Abrí mis ojos lentamente, para contemplar la inmensidad del océano frente a mí.Amaba ir a la playa, siempre había sido así, a pesar de que era una pésima nadadora.— ¿Otra vez estás absorta mirando hacia allá?— preguntó la suave voz de mi madre a mi espalda.Giré la cabeza y asentí en su dirección. Ella se sentó a mi lado en la arena, con las piernas pegadas al pecho, imitando mi postura.— Me encanta venir a este lugar— admití, volviendo la vista a las olas, que golpeaban furiosamente contra la orilla.Ya estaba anocheciendo, así que la marea era mucho más alta que de costumbre, por ello, el mar estaba mucho más agresivo que el resto del día. Me gustaba hacer eso: sentarme a observarlo cuando estaba en todo su esplendor. Era algo extraño que una niña de diez años se interesara por algo tan enigmático como el océano, pero así era.— ¿Sabías que aquí fue donde tu padre y
Me dejé caer en el sofá junto a Jed, quien solamente levantó la vista de su libro por unos segundos en los que me dedicó una pequeña sonrisa.Estábamos en el salón de mi casa, y él estaba extrañamente centrado en uno de los libros de la universidad. La verdad, no tenía idea del por qué había ido a estudiar a mi casa, pero tampoco era como que me iba a quejar ni nada. Amaba tenerlo ahí todo el tiempo. No lo sé, sentía que el lugar no estaba tan desolado cuando estaba ahí, aunque ni siquiera dijera una palabra.Me le quedé mirando, con una sonrisa de boca cerrada. Volvió sus ojos en mi dirección cuando sintió el peso de mi mirada.— ¿Qué pasa?— preguntó con voz suave y el ceño fruncido.— ¿Sabes que eres el mejor novio del mundo?— dije en vez de responder a su pregunta.El castaño cerró el libro y lo puso a su lado en el asiento, a su lado. Cruzó los brazos sobre su pecho y me miró con una ceja enarcada.— Vale, estás actuando más raro que de costumbre— apostilló.Decidí darle la vuelta
No debo tomar represalias contra los demás. No debo tomar represalias contra los demás. No debo tomar represalias contra los demás.Solté un suspiro de puro cansancio cuando terminé la décima hoja repitiendo la misma frase una y otra vez.A que no adivinan dónde estábamos Ari, Carla y yo.Exactamente, castigadas gracias a la maldita venganza de Ariette. Sí, era Ariette, porque gracias a ella y a sus planes, llevábamos cuatro días yendo a la escuela de Nick, donde teníamos que pasar tres horas y media en detención, haciendo la actividad que al director de ese instituto se le ocurriera.Oh, sí. Él mismo se aseguraba de que pasáramos la hora de castigo muy bien entretenidas —tose, explotadas, tose—, así que, sí, mis ganas de lanzarme por la ventana se las debía a ese hombre.Qué adorable sujeto —nótese el sarcasmo.Ese día, el viernes y último día de detención, gracias a Dios; las cosas estaban como los anteriores: él había entrado burlándose de nosotras, y después nos había asignado com
Los días pasaron, y luego se convirtieron en semanas, hasta que, de un momento a otro, ya estábamos cerca de los exámenes de final de semestre. El viernes nos informaron en la escuela, que los días después del quince de diciembre, estarían dedicados a las pruebas, así que, como era de esperarse, se desató cierto revuelo entre mis compañeros de clases.No éramos sólo Ari, Carla y yo; mi hermano mayor y mi novio también comenzarían a hacer exámenes para entrar en las vacaciones de Navidad. Ninguno tenía tiempo para muchas cosas, en los primeros días ni siquiera veía mucho a Jared, ya solamente teníamos tiempo para hablar por teléfono cuando terminábamos de estudiar, pero no para mucho más.De un momento a otro, mi casa se convirtió en una vivienda compartida. Ari y Carla se quedaban hasta tarde conmigo, mientras que él y Jace se reunían ahí para estudiar también. Después de que pasáramos la primera noche todos juntos, decidimos que lo mejor era que mis amigas y mi novio se quedaran en c
Estaba sumida en un profundo sueño, cuando sentí que alguien me movía suavemente de un lado a otro.— Chucky, despierta— escuché susurrar a Jed.Solté un gemido de pereza y me removí por el colchón pesadamente. Abrí los ojos lentamente y con lo primero que chocaron mis ojos fue con la expresión divertida del chico a mi lado.— Espero que tengas una muy buena explicación para despertarme a las…— me giré y agarré mi celular de la mesita de noche—. ¿Seis de la mañana?— lo miré con el ceño fruncido.— Es mejor que te despierte tu novio sexy e irresistible— se señaló a sí mismo. Puse los ojos en blanco—; que los gritos de emoción de las dos desquiciadas que te cargas como mejores amigas.Fruncí el ceño, confundida, y algo adormilada también.— ¿De qué hablas?— inquirí, incorporándome, apoyada sobre un codo.— Hace un momento fui al baño, y las escuché charlando— ladeó la cabeza—. Bueno, escuché a Carla llamando inútil a Jace— repuso.Solté una risotada.— Un clásico— apostillé.El castaño
Una larga fila de coches estaba formada delante de la enorme casa de fraternidad, la cual tenía el jardín delantero completamente adornado por algunos farolillos chinos. Pasamos alrededor de cinco minutos dándole la vuelta a la manzana para encontrar un sitio en el que aparcar, y justo cuando creí que no podríamos, un grupo de chicos salió corriendo con uno de ellos cargado por los demás.Se lo llevaban al hospital porque el muchacho había caído en un coma etílico.No es que yo me alegre de las desgracias de los demás, pero gracias a eso terminó nuestra vuelta a la cuadra y pudimos entrar.En el jardín habían muchos —en serio, muchos— grupos de jóvenes con bebidas en las manos, algunos charlando y otros bailando con la música que salía del interior de la casa, la que se escuchaba perfectamente ahí fuera, gracias al alto volumen de esta. Los cinco bajamos del vehículo, y nos encaminamos hacia la vivienda, por el camino de piedra que se encontraba bordeado de césped perfectamente cortad