Había pasado una semana desde que nos habíamos encontrados todos en la casa junto a la mía, y las cosas iban de maravilla —extrañamente—.
Carla y Jace estaban de lo más acaramelados —asqueroso—, Ari seguía siendo como siempre: un alma oscura; mientras que Jed y yo estábamos bien. No habíamos vuelto a pelear, excepto por un día que nos pusimos a jugar videojuegos y me había ganado, entonces yo le había lanzado un zapato.
Sí… no estoy orgullosa de ello, pero es que él hizo trampa.
Era sábado, y yo ya estaba despierta a las nueve de la mañana; todo un logro. Ese día habíamos hecho planes todos juntos para salir y pasar el día en grupo. No es como que tuviéramos nada más interesante que hacer tampoco.
Justo cuando me estaba poniendo mis tenis de color blanco, mi celular sonó, in
Ari y Carla se miraron la una a la otra, sorprendidas.— Entonces… ¿son novios?— inquirió la pelinegra, mirando a Jed, a unos metros de nosotras.Asentí, sonriendo.— Dios, Jade— Carla me saltó encima, estrechándome entre sus brazos—. Me alegro mucho por ti— felicitó sinceramente.Había esperado a un momento en el que estuviésemos solas las tres para contarles lo que había pasado dentro del almacén, junto al callejón, y ya les había dicho.Después de salir del Callejón de los besos, habíamos decidido venir a la feria junto a la playa. Básicamente era una enorme zona a unos cien metros del mar, en donde había muchísimas atracciones, incluso una enorme noria. La idea inicial era darnos un chapuzón, pero ya estábamos en otoño, y el agua estaba helada.Era mejor eso que pescar una pulmonía.Carla, Ari y yo estábamos junto a uno de los puestos de comida, mientras que mi hermano y Jed —mi novio—, compraban unos tickets para poder jugar en algunas
Di otra vuelta en mi sitio, antes de escuchar pasos acercándose, resonando sobre el piso de baldosa blanca de la sala de espera del hospital.Me giré cuando un hombre de mediana edad, cabello rubio y gafas, enfundado en una bata blanca, se detuvo a unos pasos de mí.— ¿Usted es familiar de Evan Reeve?— inquirió, leyendo algo en la carpeta que traía en las manos.— Soy su nieta— informé, asintiendo con la cabeza.Pasaron unos cuántos segundos y el médico no dijo nada, sino que siguió mirando los papeles que sostenía delante de él.— ¿Cómo está mi abuelo?— inquirí, comenzando a desesperarme.— El señor Reeve sufrió daño cerebral masivo, señorita— dijo entonces, directo al punto.Fruncí el ceño, algo confundida.Vale, la parte de daño cerebral masivo, la entendía, era algo malo, pero necesitaba saber con exactitud lo que ocurría.Como si el doctor pudiera leer mi expresión, siguió hablando.— De un momento a otro, sus conector
Jed continuó mirándome con intensidad, mientras que yo le daba vueltas a las palabras que había dicho.— Jade— volvió a llamarme—. ¿Tú me quieres?¿En serio me preguntaba eso? ¡Por supuesto que lo quería, muchísimo de hecho! Vale, esa no era la mejor manera de decírselo, y mucho menos en mi caso, cuando lo que sentía era unilateral y no mutuo, pero bueno, así es como funcionan los sentimientos; tendemos a querer a las personas que no deberíamos, aunque tampoco es algo que podamos controlar a voluntad.Alcé la barbilla, dejando nuestros rostros aún más cerca, sin quererlo.— ¿Tú qué crees?— inquirí.El castaño me miró con demasiada confusión en la cara.— En estos momentos no sé qué creer— dijo honestamente.Sus ojos destilaban sinceridad, como muy pocas veces sucedía. Normalmente había algo extraño y misterioso en Jed, pero, al menos esa vez, no había rastro de nada de eso.— Claro que te quiero, Jed— dije tras soltar una exhalación de
— Entonces, ¿cuál es el plan?— preguntó Jed con los ojos fijos en la carretera y ambas manos sobre el volante.Ya íbamos de camino a la casa de Carla, en su auto. Yo estaba sentada a su lado en el asiento del copiloto, mientras que Ari y Jace estaban en la parte trasera del vehículo.Mi mejor amiga lo había llamado para que la fuera a buscar, en lo que yo reponía un poco a mi hermano. Lo había hecho beberse mi espantoso café, y ya estaba casi como si nada, ya ni siquiera se le notaba que tenía algún tipo de sustancia en el cuerpo. Obviamente si iba a hablar con los padres de mi mejor amiga no podía llegar en esas condiciones.— Detenerlos— contesté, mirando al castaño—. No podemos permitir que se la lleven.No dejaría que eso pasara bajo ningún concepto.Ari sacó la cabeza entre nuestros asientos y nos miró a ambos.— Oigan, pregunta— la miré—. ¿Ustedes desde cuándo se llevan bien?— inquirió señalándonos a los dos.Jed y yo compartimos
Un largo e intenso bostezo escapó de mis labios en el preciso instante en el que Jed aparcó en el camino de entrada de mi casa. Saqué mi celular de uno de los bolsillos de mi sudadera y vi que eran pasadas las siete de la mañana.Después de estar por un largo rato en la casa de mi mejor amiga, habíamos decidido regresar a nuestras casas. Ya habíamos pasado a dejar a Ari, mientras que a Jace lo dejamos en la estación de autobús porque tenía clase a primera hora. En serio me compadecía de su pobre alma; toda la noche sin dormir y tener que aguantar una larga hora de alguna de las aburridas materias que se estudiaban en la carrera de medicina.Oh, sí, mi querido hermano, al igual que su mejor amigo, tenían toda la pinta de ser jóvenes sin ninguna aspiración a futuro, pero ambos estaban en segundo año de medicina.— Oye, tú— llamé al chico a mi lado.— Que brusca, Chucky— se mofó, girando su rostro hacia mí.Le dediqué una diminuta sonrisa.— Gracias
Cuando nos subimos al coche de Jed, el ambiente se tornó incómodo. Por primera vez desde que lo conocía, me sentía nerviosa por tenerlo cerca. Y no, no estaba exagerando, sí que era la primera vez.Supongo que crecer y a la vez ver a la persona de la que te vas enamorando, cada día, te quita esos nervios; esa intranquilidad. Para mí, estar cerca de Jed era tan normal, que mis sentimientos por él también lo eran. Pero, esa noche, las cosas estaban diferentes, y eso sólo lo causaba el saber que esa era nuestra primera cita… al menos oficialmente.— ¿A dónde vamos?— inquirí después de que pasáramos unos minutos en el silencio.Necesitaba sacar conversación para aplacar mis nervios, porque, Jed por su lado, no se veía para nada preocupado o incómodo; todo lo contrario. Mantenía una pose relaja: una mano puesta en el volante, y la otra descansaba en el aire, por tener el codo apoyado en la ventanilla abierta.Luego estaba yo, que sentía que podía morir de combustión espontánea en el minuto
La brisa caliente y con olor a sal que provenía del mar azotaba mi cabello, despeinándome sin que pudiese evitarlo. Abrí mis ojos lentamente, para contemplar la inmensidad del océano frente a mí.Amaba ir a la playa, siempre había sido así, a pesar de que era una pésima nadadora.— ¿Otra vez estás absorta mirando hacia allá?— preguntó la suave voz de mi madre a mi espalda.Giré la cabeza y asentí en su dirección. Ella se sentó a mi lado en la arena, con las piernas pegadas al pecho, imitando mi postura.— Me encanta venir a este lugar— admití, volviendo la vista a las olas, que golpeaban furiosamente contra la orilla.Ya estaba anocheciendo, así que la marea era mucho más alta que de costumbre, por ello, el mar estaba mucho más agresivo que el resto del día. Me gustaba hacer eso: sentarme a observarlo cuando estaba en todo su esplendor. Era algo extraño que una niña de diez años se interesara por algo tan enigmático como el océano, pero así era.— ¿Sabías que aquí fue donde tu padre y
Me dejé caer en el sofá junto a Jed, quien solamente levantó la vista de su libro por unos segundos en los que me dedicó una pequeña sonrisa.Estábamos en el salón de mi casa, y él estaba extrañamente centrado en uno de los libros de la universidad. La verdad, no tenía idea del por qué había ido a estudiar a mi casa, pero tampoco era como que me iba a quejar ni nada. Amaba tenerlo ahí todo el tiempo. No lo sé, sentía que el lugar no estaba tan desolado cuando estaba ahí, aunque ni siquiera dijera una palabra.Me le quedé mirando, con una sonrisa de boca cerrada. Volvió sus ojos en mi dirección cuando sintió el peso de mi mirada.— ¿Qué pasa?— preguntó con voz suave y el ceño fruncido.— ¿Sabes que eres el mejor novio del mundo?— dije en vez de responder a su pregunta.El castaño cerró el libro y lo puso a su lado en el asiento, a su lado. Cruzó los brazos sobre su pecho y me miró con una ceja enarcada.— Vale, estás actuando más raro que de costumbre— apostilló.Decidí darle la vuelta