VERDADES

Me abrió la puerta y en cuanto estuve dentro cerró y fue a su sitio, los cristales eran totalmente obscuros y sabía que no nos miraban, apenas puso los seguros y su boca se lanzó a mis tetas.

—¡Por Dios, Amanda! Deja de usar pantalones, me complicas todo.

—Y tú deja de decir que quiero una cogidita suave porque no es así.

Se detuvo en seco y me miró fijamente esperando una explicación.

—¡Maldita sea, Julián! Que sí me gusta y lo disfruto, pero necesito que seas salvaje, rudo, necesito que me poseas de la forma en que a ambos nos encanta.

—Eso no pasará corazón, no en tanto no seas sincera conmigo.

Tenía el descaro de voltearme los papeles, hombre al fin. Me hizo enojar tanto su atrevimiento que me importó poco que esa fuera nuestra primera pelea intensa.

—¡¿Qué dices?! Ahora resulta que la infiel soy yo. ¡Vete al diablo, Julián!

Bajé del auto y me regresé caminando, ni los tacones ni nada me impidió andar a prisa y dejarlo en el auto solo. Fui a la oficina y me encerré a revisar unas
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