Año 2015 d.C. 16 d.G. Ciudad Neutral de Gaia.
Luke bajó de la limusina, y giró con rapidez para recibir la mano de su hermana. Uno de sus más importantes socios le había insistido mucho para que viniera a este lugar hoy, pues inauguraba una nueva sede de su empresa, y quería ofrecer una fiesta a la altura.
La presencia mayoritaria de humanos destacaba; mas licántropos, alquimistas y elfos también estaban repartidos por acá y por allá. Era un gran evento, con un personal de seguridad a la altura; aun con eso, Luke traía a su propio guardián, uno que no le había dirigido la palabra desde su llegada.
El encargado de la recepción se apersonó a ellos, en tanto la limusina siguió su curso hacia el estacionamiento, y los recibió con una zalamería a la que el rubio ya estaba más que acostumbrado, guiándolos hacia el personal de protocolo que controlaba las listas. Denisse usaba un vestido ceñido al cuerpo, por encima de la rodilla, y que destacaba su
La visión de los vampiros era precisa y perfecta; sin embargo, los Kyburg añadían un punto más a esa perfección: ellos podían verlo todo en un campo amplio, y detallar a cada individuo.Por eso, los miembros nativos del clan Kyburg fueron muy valorados en la guerra, y salvaron a infinidad de vástagos, incluidos muchos Veneto.♦ ♦ ♦En medio de una noche sin luna, y desde una azotea no muy alejada del edificio donde «su señor» se encontraba, Blaise lo observaba todo con atención.Se sentía frustrado, y no era para menos. Estos últimos días en los que solo había servido como guardián de un vampiro con el que tenía un gran conflicto en todos los flancos posibles, le hicieron entender que esta era una situación bien armada en su contra.Su padre… no sabía que
Cuando el temblor cesó, Luke deshizo el manto de sombras, una manifestación de su magia nativa, y detectó con rapidez algunas presencias, en medio de un paraíso de creaturas hechas pedazos. —Hay cuatro vampiros en la parte trasera, se acercan —dijo con firmeza, y Blaise espabiló, afirmando su arma—. No puedo identificar sus clanes… supongo que eso sería demasiado bueno, pero son vampiros de nacimiento, y uno de ellos es poderoso. Denisse se afirmó al brazo de su hermano, y miró alrededor: el piso había quedado hecho trizas, y solo unas pocas columnas, y la providencia, sostenían el techo sobre sus cabezas, y el resto de la estructura; las mesas se encontraban hechas añicos, así como muchos humanos y algunos elfos que no pudieron protegerse de la explosión. Las chispas del cableado comenzaron a abundar, peligrosas, y, del fuego de la parte de atrás, emergieron cuatro cuerpos sólidos bañados en negrura. Ella volteó, solo para darse cuenta de que estaban atrapad
Denisse se distrajo en medio de la batalla, al ver a Luke volar por acción de su propio atacante, y su rival aprovechó este momento. Sacó un cuchillo de brillante y larga hoja, se movió hacia ella con celeridad, y le asestó una estocada sobre el hombro derecho, hundiendo el arma con fuerza, para bajar, como si rasgara carne de vacuno, atravesando su pecho sobre el seno, y acabó pasado el ombligo. El grito de la Edevane más joven lo colmó todo: su aullido desgarrador pasmó incluso a Blaise, y lo aturdió al punto de hacerlo temblar. La sangre comenzó a brotar, espesa y continua, y más bramidos de dolor siguieron. «Es una hoja de plata», se avisó Blaise con los ojos bien abiertos, concluyendo la razón de sus gritos, y asociándolo con el corte que él mismo había sufrido en la cara. La plata bañada en magia blanca tenía la facultad de infringir daño real en los vampiros, sin importar su edad, clan, capacidades o talentos. Era el arma definitiva para aquel
Su hermano volvió a mirarla, y comprendió la clase de terrible dolor que debía estar sintiendo por acción de la plata y la magia blanca. Desde atrás, Blaise la miraba horrorizado, y se percató de que Luke se serenó: su espalda y hombros estaban tensos, pero no dijo nada durante largos y torturantes segundos. Se agachó frente a ella y tocó la herida: se sentía caliente y latía. Entonces, arrancó el vestido de su hermana, dejándola desnuda de la parte superior ante ellos y tirando los vestigios de su vestido lejos. Blaise desvió la mirada por cortesía, pero no pudo hacerlo por demasiado tiempo, porque sentía demasiada curiosidad por ver lo que el otro haría, y volteó de regreso. El rubio se acercó más a ella, y empezó a lamer la sangre que brotaba de la herida, y a chuparla. En automático, Denisse arrancó a gritar y retorcerse con lo último de sus fuerzas, lo que llevó a Luke a someterla, colocándose sobre sus piernas y tomando sus brazos para alejarlos. <
Cuando los gritos de los bomberos se comenzaron a escuchar con más fuerza, Luke cubrió a su hermana con su saco, y los tres fueron sacados de allí, ante el atento lente de muchas cámaras de propios y extraños. De seguro se volverían la comidilla en las tertulias, lejos de todo el atentado en sí mismo, pero eso poco le importaba a Luke ahora. A pesar de las preguntas de los medios, ninguno dijo nada, y entraron a la limusina del hijo mayor de los Flabiano, que los llevó a los tres de regreso al área residencial del oeste de la ciudad. Apenas entrar al auto, en la parte trasera, Denisse se acurrucó en silencio a un Luke que no la rechazó, para nada, pero cuyos pensamientos se hallaban en otra parte. Blaise, desde el asiento del copiloto, se dio cuenta de eso: sus ojos miraban por la ventana con disimulo, pero no veían nada, no prestaban atención a nada. En el menor, el sentimiento del dolor y la tortura se extendió de forma abrasa
Actuó como un autómata: llevó a Denisse a la habitación, se aseguró de que estuviera bien, la dejó dándose un baño… y terminó donde su ser, ese que no lograba controlar, se lo pedía. Al descubrirse a sí mismo frente a la habitación de Blas, se sintió como un tonto, pero no evitó y, a sabiendas de que el otro reconocería su presencia, tocó el madero con los nudillos un par de veces. Su cerebro se desconectó, era la mejor forma de decirlo: la razón que lo guio todo este tiempo se desprendió de él, y solo quedaron sus deseos, sus necesidades. Se sentía tenso, tan llevado a estar aquí, frente a esta puerta, que, a pesar de saber las posibles consecuencias que sus acciones podrían tener, las ignoró. No podía, con Blas nunca podía. «Puedes pasar». Para su sorpresa, escuchó desde el otro lado, seco y medio distante y, sin esperar ni un segundo, abrió la puerta, esperando que no pareciera que lo hacía con prisas. Blaise estaba sentado
Luke se mordió el interior de la boca, y el sabor de su saliva de sangre se regó como un amargo ácido en su interior al tragar; un frío más abrumador que su propia podredumbre lo invadió desde los pies, tensándolos, y entró por los dedos de sus manos. Se mordisqueó entonces el labio inferior, sin dejar de ver al menor, pero casi sin poder sostenerle la mirada. En el pasado, él jamás le había hablado de esa forma. Siempre solía ser diligente y sereno, incluso cuando ambos no estaban de acuerdo con algo. —Sabes por qué me fui. Tú, más que nadie, lo sabe —se lamentó en un hilo de voz. Tragó duro y apretó los dientes. La atmósfera alrededor se templó más y más, hasta caer sobre ambos como pesadas cargas. En los ojos miel del rubio, Blaise vio con claridad sus pensamientos, la sorpresa y el desconcierto. Podía entender por qué hizo lo que hizo, no era idiota. Pero… no era tan simple. Sus sentimientos no eran de hierro. —¿Qué hay con lo que di
Luke asintió. —Aun así… ¿crees que puedas dejarme echar un vistazo… dentro de ti? —cuestionó, mirándolo, su coronilla y cabellos medio alborotados, sus orejas de tamaño medio, y la línea de su mandíbula. Blaise apretó el agarre de su mano, y asintió. —A decir verdad… Desde que todo pasó, y me di cuenta de que nada me hacía recordar, he pensado que tal vez tú sí serías capaz de ver detrás de la negrura —murmuró. Una tímida sonrisa adornó los labios del rubio. —Entonces… está bien. Mírame mejor —pidió. El pelinegro encerró el mirar por un segundo, pero se relajó enseguida y lo miró fijo. Por un momento fue incómodo, sus ojos se fueron por acá y por allá. La mano de Luke soltó la suya, y ambos se acomodaron sobre el colchón. —Quiero que me mires directo a los ojos, y despejes tu mente de cualquier pensamiento que no sean ellos —pronunció, y soltó la mano de Blaise. —¿Cómo me pides que no piense en nada al verte a los ojos?