Su hermano volvió a mirarla, y comprendió la clase de terrible dolor que debía estar sintiendo por acción de la plata y la magia blanca.
Desde atrás, Blaise la miraba horrorizado, y se percató de que Luke se serenó: su espalda y hombros estaban tensos, pero no dijo nada durante largos y torturantes segundos.
Se agachó frente a ella y tocó la herida: se sentía caliente y latía. Entonces, arrancó el vestido de su hermana, dejándola desnuda de la parte superior ante ellos y tirando los vestigios de su vestido lejos. Blaise desvió la mirada por cortesía, pero no pudo hacerlo por demasiado tiempo, porque sentía demasiada curiosidad por ver lo que el otro haría, y volteó de regreso.
El rubio se acercó más a ella, y empezó a lamer la sangre que brotaba de la herida, y a chuparla. En automático, Denisse arrancó a gritar y retorcerse con lo último de sus fuerzas, lo que llevó a Luke a someterla, colocándose sobre sus piernas y tomando sus brazos para alejarlos.
<Cuando los gritos de los bomberos se comenzaron a escuchar con más fuerza, Luke cubrió a su hermana con su saco, y los tres fueron sacados de allí, ante el atento lente de muchas cámaras de propios y extraños. De seguro se volverían la comidilla en las tertulias, lejos de todo el atentado en sí mismo, pero eso poco le importaba a Luke ahora. A pesar de las preguntas de los medios, ninguno dijo nada, y entraron a la limusina del hijo mayor de los Flabiano, que los llevó a los tres de regreso al área residencial del oeste de la ciudad. Apenas entrar al auto, en la parte trasera, Denisse se acurrucó en silencio a un Luke que no la rechazó, para nada, pero cuyos pensamientos se hallaban en otra parte. Blaise, desde el asiento del copiloto, se dio cuenta de eso: sus ojos miraban por la ventana con disimulo, pero no veían nada, no prestaban atención a nada. En el menor, el sentimiento del dolor y la tortura se extendió de forma abrasa
Actuó como un autómata: llevó a Denisse a la habitación, se aseguró de que estuviera bien, la dejó dándose un baño… y terminó donde su ser, ese que no lograba controlar, se lo pedía. Al descubrirse a sí mismo frente a la habitación de Blas, se sintió como un tonto, pero no evitó y, a sabiendas de que el otro reconocería su presencia, tocó el madero con los nudillos un par de veces. Su cerebro se desconectó, era la mejor forma de decirlo: la razón que lo guio todo este tiempo se desprendió de él, y solo quedaron sus deseos, sus necesidades. Se sentía tenso, tan llevado a estar aquí, frente a esta puerta, que, a pesar de saber las posibles consecuencias que sus acciones podrían tener, las ignoró. No podía, con Blas nunca podía. «Puedes pasar». Para su sorpresa, escuchó desde el otro lado, seco y medio distante y, sin esperar ni un segundo, abrió la puerta, esperando que no pareciera que lo hacía con prisas. Blaise estaba sentado
Luke se mordió el interior de la boca, y el sabor de su saliva de sangre se regó como un amargo ácido en su interior al tragar; un frío más abrumador que su propia podredumbre lo invadió desde los pies, tensándolos, y entró por los dedos de sus manos. Se mordisqueó entonces el labio inferior, sin dejar de ver al menor, pero casi sin poder sostenerle la mirada. En el pasado, él jamás le había hablado de esa forma. Siempre solía ser diligente y sereno, incluso cuando ambos no estaban de acuerdo con algo. —Sabes por qué me fui. Tú, más que nadie, lo sabe —se lamentó en un hilo de voz. Tragó duro y apretó los dientes. La atmósfera alrededor se templó más y más, hasta caer sobre ambos como pesadas cargas. En los ojos miel del rubio, Blaise vio con claridad sus pensamientos, la sorpresa y el desconcierto. Podía entender por qué hizo lo que hizo, no era idiota. Pero… no era tan simple. Sus sentimientos no eran de hierro. —¿Qué hay con lo que di
Luke asintió. —Aun así… ¿crees que puedas dejarme echar un vistazo… dentro de ti? —cuestionó, mirándolo, su coronilla y cabellos medio alborotados, sus orejas de tamaño medio, y la línea de su mandíbula. Blaise apretó el agarre de su mano, y asintió. —A decir verdad… Desde que todo pasó, y me di cuenta de que nada me hacía recordar, he pensado que tal vez tú sí serías capaz de ver detrás de la negrura —murmuró. Una tímida sonrisa adornó los labios del rubio. —Entonces… está bien. Mírame mejor —pidió. El pelinegro encerró el mirar por un segundo, pero se relajó enseguida y lo miró fijo. Por un momento fue incómodo, sus ojos se fueron por acá y por allá. La mano de Luke soltó la suya, y ambos se acomodaron sobre el colchón. —Quiero que me mires directo a los ojos, y despejes tu mente de cualquier pensamiento que no sean ellos —pronunció, y soltó la mano de Blaise. —¿Cómo me pides que no piense en nada al verte a los ojos?
—¡¿Un Veneto?! —exclamó Blaise y lo miró con urgencia. Luke se apresuró a taparle la boca con una mano. —Silencio… —masculló—. A partir de aquí, no es seguro que hablemos de esto, no mientras ellos estén alrededor —advirtió. Blaise asintió y, tras unos pocos segundos, Luke dejó su boca en libertad. —Hablaremos de eso después, ¿está bien? —murmuró la pregunta. Blaise asintió, y Luke le sonrió. Esta habitación era simple: un par de libreros, un escritorio, un closet, una cómoda, las mesas de noche y la cama, sobre la que ambos seguían sentados, mirándose a los ojos, incluso decenas de segundos después, en medio de un silencio que, contrario a lo pensado, no era para nada incómodo. —Sabes que no podemos —señaló Blaise, tras adivinar los pensamientos ajenos, y una juguetona sonrisa se pintó en los labios de un Luke que negó con la cabeza. —Eso es como decirnos que no necesitamos beber sangre —bufó el rubio—. Blas… ¿no puedes
Se le fue encima como pudo y lo enderezó, la marca en el pecho comenzó a extenderse por su torso y cuello, como las raíces de un árbol, de un rojo cada vez más oscuro. Luke comenzó a gruñir y a apretar las mandíbulas con propiedad. Para el rubio se sentía como si se estuviera quemando por dentro, como si una daga de plata se hubiera clavado al centro de su pecho, y el dolor lo destemplaba todo, avanzando a su paso, haciéndolo gritar y removerse sin control. Su cuerpo comenzó a sudar gruesas gotas de sangre, y el aire que usaba para balancear su mente empezó a faltarle. Sintió un correntazo en la espalda, otro en la parte trasera de la cabeza, y los gritos se agudizaron. La puerta del cuarto se abrió de un golpe, Denisse entró y quedó escandalizada al verlo. Tras ella, Marco abrió los ojos como platos. Luke se removía sobre el colchón, mientras Blaise trataba de mantenerlo en una sola posición. —¡¿Por qué dejaste que llegara tan lejos?! —recrim
Año 1850 d.C. Sologne, Territorio de Fras, Düster. Mirar las preciosas estrellas que parecían flotar en el cielo, lo hacían sentirse lo que era: un simple pedazo de nada en medio de un espacio más inmenso que este propio universo conocido, creado por algo, o alguien, con alguna, o sin ninguna, intención especial. Llevaban horas por un camino alejado, el galopar de los caballos resonaba lento, cansado, y Luke entendía que ellos necesitaban descansar; sin embargo, ya estaban cerca de su destino. Delante de él, alumbrada por el brillo de la luna, inmensa en esta época, una colina se mostraba, y hacia ella se dirigieron. A su lado, Roberto, que miraba al frente, sin ningún sentido particular, y que se veía como nuevo tras haber recibido su alimento justo antes de emprender este viaje. En el interior del carro, Henry, su alimentador de turno, que yacía dormido, cansado por la gran faena que habían tenido. Cuando el s
Año 2015 d.C. 16 d.G. Ciudad Neutral de Gaia. Hundida en un mundo oscuro, Denisse paseaba con calma; este sitio no tenía gran forma, pero era suyo y, solo por eso, era perfecto. Sin embargo, la calma, la quietud y la paz que tanto amaba, se iban a marchitar en cuestión de nada, y lo sabía. Cuando algo frente a ella comenzó a tomar la forma de su padre, en medio del vacío, y vio su expresión molesta, supo que todo estaba mal. —¡¿Cómo pudiste permitir que la maldición se activara, niña insolente?! —espetó Malcom, sin saludos ni cortesías, con la voz dura, y a muy alto volumen. Denisse, de considerable menudencia, y aparente fragilidad, ante él, se encogió en sí misma, y negó con la cabeza. —Esto era una mala idea desde el comienzo —lamentó ella, pero Malcom no cedió. La figura del hombre terminó de materializarse, y dio un paso al frente. —¡Se supone que estás ahí para que Luke no se acerque a Blaise! Den