«No es lo mismo comer a ser comido…»
De aquel exultante despertar, la guerra liberó un hombre dejado y poco deseado, viviente sin querer serlo, hiriente sin tan siquiera desearlo desde lo más profundo de su ser. Fue el mismo hombre, el mismo todo, quien propició que esto comenzara… que esto jamás terminase.
Y en lo profundo de la mente, la encontró, cual serena mariposa, muerta, o viviente quizá. ¡Amada Gaia! Hoy estás aquí, hoy estamos aquí… para ser uno solo, para que nuestros pecados se junten en el purgatorio eterno de la vida, de la muerte.
De la nada.
Fue hace mucho tiempo, miles de años atrás, en un pasado único, cuando las extrañas criaturas que habitaban la tierra entraron en confrontación, hartas de vivir bajo el primitivo concepto de compartir.
Las lunas pasaron, y los seres de clases, especies y clanes diferentes se enfrentaron unos contra otros. La muerte y destrucción se regó por doquier y, en ese momento,
—Denisse… no estoy de ánimos para nada como lo que buscas —musitó el rubio, con la mirada fija en el techo. La rubia se separó, y escaló más, apoyando sus brazos en el pecho ajeno para trepar y quedar sentada por encima de su estómago. —Solo quiero hacerte sentir bien —murmuró ella. Pero Luke negó con la cabeza. —En este momento… lo único que me haría sentir bien, también es lo único que no puedo tener —declaró. Para Denisse, venir aquí fue idea de su padre, una imposición y, aunque estar con su hermano era uno de los más grandes deseos de toda su vida, sabía que el amor que él le tenía, no era el mismo que ella le profesaba, y nunca sería así. Sin embargo… le dijo a su padre que haría lo que fuese necesario para que sus objetivos se cumplieran, y justo ahora eso era más que necesario. Puso las manos sobre los hombros de Luke y los apretó, para comenzar a bajarlas y rasguñar apenas la piel de su pecho, terminando de tira
Año 2012 d.C. 13 d.G. Venecia, Territorio de Vitéliu, Düster. Tomsk Habsburg había llegado a territorio de los Veneto, de su buen amigo Malcom, segundo de los Flabiano, la noche anterior, y ahora se dirigía a la oficina del dueño de casa. Este lugar era espacioso, y no escatimaba en lujos: pisos de mármol blanco, paredes pulcras de color crema, y grandes ventanales con filtro, que dejaban pasar toda la claridad del exterior, fuese de día o de noche, reduciendo cualquier expectativa de daños a cero. Los Veneto, como todos los clanes vampíricos, tenían infinidad de sirvientes y miembros que nacían humanos, fruto de la reproducción de miembros menores con estos seres, pero que aún podían servir a la familia. Ellos eran Flabiano, pero no serían Veneto hasta ser levantados, es decir, hasta que sus señores los atrajeran a la vida «inmortal». Era lo mismo para casi todos los clanes, pero cada quien lo hacía a su manera. Para él, los
Año 2015 d.C. 16 d.G. Ciudad Neutral de Gaia. Luke bajó de la limusina, y giró con rapidez para recibir la mano de su hermana. Uno de sus más importantes socios le había insistido mucho para que viniera a este lugar hoy, pues inauguraba una nueva sede de su empresa, y quería ofrecer una fiesta a la altura. La presencia mayoritaria de humanos destacaba; mas licántropos, alquimistas y elfos también estaban repartidos por acá y por allá. Era un gran evento, con un personal de seguridad a la altura; aun con eso, Luke traía a su propio guardián, uno que no le había dirigido la palabra desde su llegada. El encargado de la recepción se apersonó a ellos, en tanto la limusina siguió su curso hacia el estacionamiento, y los recibió con una zalamería a la que el rubio ya estaba más que acostumbrado, guiándolos hacia el personal de protocolo que controlaba las listas. Denisse usaba un vestido ceñido al cuerpo, por encima de la rodilla, y que destacaba su
La visión de los vampiros era precisa y perfecta; sin embargo, los Kyburg añadían un punto más a esa perfección: ellos podían verlo todo en un campo amplio, y detallar a cada individuo.Por eso, los miembros nativos del clan Kyburg fueron muy valorados en la guerra, y salvaron a infinidad de vástagos, incluidos muchos Veneto.♦ ♦ ♦En medio de una noche sin luna, y desde una azotea no muy alejada del edificio donde «su señor» se encontraba, Blaise lo observaba todo con atención.Se sentía frustrado, y no era para menos. Estos últimos días en los que solo había servido como guardián de un vampiro con el que tenía un gran conflicto en todos los flancos posibles, le hicieron entender que esta era una situación bien armada en su contra.Su padre… no sabía que
Cuando el temblor cesó, Luke deshizo el manto de sombras, una manifestación de su magia nativa, y detectó con rapidez algunas presencias, en medio de un paraíso de creaturas hechas pedazos. —Hay cuatro vampiros en la parte trasera, se acercan —dijo con firmeza, y Blaise espabiló, afirmando su arma—. No puedo identificar sus clanes… supongo que eso sería demasiado bueno, pero son vampiros de nacimiento, y uno de ellos es poderoso. Denisse se afirmó al brazo de su hermano, y miró alrededor: el piso había quedado hecho trizas, y solo unas pocas columnas, y la providencia, sostenían el techo sobre sus cabezas, y el resto de la estructura; las mesas se encontraban hechas añicos, así como muchos humanos y algunos elfos que no pudieron protegerse de la explosión. Las chispas del cableado comenzaron a abundar, peligrosas, y, del fuego de la parte de atrás, emergieron cuatro cuerpos sólidos bañados en negrura. Ella volteó, solo para darse cuenta de que estaban atrapad
Denisse se distrajo en medio de la batalla, al ver a Luke volar por acción de su propio atacante, y su rival aprovechó este momento. Sacó un cuchillo de brillante y larga hoja, se movió hacia ella con celeridad, y le asestó una estocada sobre el hombro derecho, hundiendo el arma con fuerza, para bajar, como si rasgara carne de vacuno, atravesando su pecho sobre el seno, y acabó pasado el ombligo. El grito de la Edevane más joven lo colmó todo: su aullido desgarrador pasmó incluso a Blaise, y lo aturdió al punto de hacerlo temblar. La sangre comenzó a brotar, espesa y continua, y más bramidos de dolor siguieron. «Es una hoja de plata», se avisó Blaise con los ojos bien abiertos, concluyendo la razón de sus gritos, y asociándolo con el corte que él mismo había sufrido en la cara. La plata bañada en magia blanca tenía la facultad de infringir daño real en los vampiros, sin importar su edad, clan, capacidades o talentos. Era el arma definitiva para aquel
Su hermano volvió a mirarla, y comprendió la clase de terrible dolor que debía estar sintiendo por acción de la plata y la magia blanca. Desde atrás, Blaise la miraba horrorizado, y se percató de que Luke se serenó: su espalda y hombros estaban tensos, pero no dijo nada durante largos y torturantes segundos. Se agachó frente a ella y tocó la herida: se sentía caliente y latía. Entonces, arrancó el vestido de su hermana, dejándola desnuda de la parte superior ante ellos y tirando los vestigios de su vestido lejos. Blaise desvió la mirada por cortesía, pero no pudo hacerlo por demasiado tiempo, porque sentía demasiada curiosidad por ver lo que el otro haría, y volteó de regreso. El rubio se acercó más a ella, y empezó a lamer la sangre que brotaba de la herida, y a chuparla. En automático, Denisse arrancó a gritar y retorcerse con lo último de sus fuerzas, lo que llevó a Luke a someterla, colocándose sobre sus piernas y tomando sus brazos para alejarlos. <
Cuando los gritos de los bomberos se comenzaron a escuchar con más fuerza, Luke cubrió a su hermana con su saco, y los tres fueron sacados de allí, ante el atento lente de muchas cámaras de propios y extraños. De seguro se volverían la comidilla en las tertulias, lejos de todo el atentado en sí mismo, pero eso poco le importaba a Luke ahora. A pesar de las preguntas de los medios, ninguno dijo nada, y entraron a la limusina del hijo mayor de los Flabiano, que los llevó a los tres de regreso al área residencial del oeste de la ciudad. Apenas entrar al auto, en la parte trasera, Denisse se acurrucó en silencio a un Luke que no la rechazó, para nada, pero cuyos pensamientos se hallaban en otra parte. Blaise, desde el asiento del copiloto, se dio cuenta de eso: sus ojos miraban por la ventana con disimulo, pero no veían nada, no prestaban atención a nada. En el menor, el sentimiento del dolor y la tortura se extendió de forma abrasa