Las visitas a la prisión siempre tenían un aire lúgubre, incluso para alguien que, como yo, había aprendido a lidiar con escenarios oscuros y tensos. Pero esa vez, mientras el guardia me acompañaba por los pasillos fríos y estrechos, mi mente estaba ocupada en las piezas finales de nuestro plan. Teresa y Nessa estaban bajo custodia, sus movimientos limitados, y todo lo que había estado construyendo desde el inicio se estaba alineando a la perfección.Cuando llegué a la sala de visitas, Rune ya estaba sentado al otro lado del cristal. Su apariencia había cambiado; parecía menos altivo, más cansado, aunque seguía manteniendo esa mirada que intentaba proyectar confianza.Sabía que verlo era una apuesta, pero si todo salía bien, sería la última pieza del rompecabezas para asegurar la caída de Teresa y Nessa. No solo eso, sino que la suya propia.Le sonreí con amabilidad mientras me sentaba frente a él, levantando el teléfono para que pudiéramos hablar. Él hizo lo mismo, sus ojos brillaban
El camino se extendía frente a nosotros mientras el auto de Arzhel se deslizaba suavemente por las carreteras. Yo miraba distraída por la ventana, sumida en mis pensamientos. El plan avanzaba, pero todavía había tantas piezas en el aire que no podía evitar sentirme inquieta.—¿Por qué tomaste esta salida? —pregunté de repente, al notar que nos desviábamos de la ruta que llevaba a mi departamento.Pero el tonto de Arzhel sonrió de lado, esa sonrisa que siempre parecía estar planeando algo.—Relájate, princesa. Necesitas un descanso, y yo también. —Su tono era casual, pero había un destello de diversión en sus ojos.—¿Un descanso? —Lo miré, arqueando una ceja—. No estamos precisamente en el momento para distraernos.—Precisamente por eso. —Aceleró un poco mientras sus dedos tamborileaban suavemente sobre el volante—. Si seguimos quemando nuestras energías sin recargar, no llegaremos al final de esto.Suspiré, cruzándome de brazos. Aunque sus palabras tenían sentido, me costaba desconect
El sol de la mañana entraba a través de las ventanas de la cabaña, iluminando el espacio con una calidez que me hacía querer quedarme ahí para siempre. Pero, claro, Arzhel siempre tenía que arruinar mis momentos de paz.—Vamos, princesa, te prometí un día de aventuras, y no pienso dejar que te quedes aquí holgazaneando. —Su voz resonó alegremente mientras sacaba una mochila llena de cosas que, según él, necesitaríamos para nuestra «excursión».—¿Aventuras? —Arqueé una ceja, mirando la mochila con desconfianza—. ¿Qué clase de aventuras tienes en mente? Porque si involucra escalar una montaña o enfrentar osos, déjame decirte que paso.—Tranquila, no habrá osos. Solo una caminata tranquila para disfrutar de la naturaleza y despejarnos. —Su sonrisa era tan encantadora que casi me convenció de que esto sería una buena idea. Casi.Suspiré, resignada, y me puse las botas que él me había llevado «por si acaso». ¿Cómo iba a saber que el «por si acaso» incluía ser arrastrada a una montaña por e
La mañana era fría, con un tan aire denso que parecía anticipar lo que estaba por venir. Desde la ventana de mi habitación, observaba cómo la niebla cubría la ciudad como un velo, ocultando su agitación interna. Cada rincón, cada esquina, parecía hablar de lo que pasaría ese día. Era el juicio más importante hasta el momento, y aunque habíamos trabajado incansablemente para ordenarlo todo, no podía evitar sentir un nudo en el estómago.Cristopher, sentado en el sofá con una taza de café, intentaba mostrarse despreocupado, pero el constante golpeteo de sus dedos contra la mesa lo delataba. Aunque no podía asistir al juicio, su mente estaba tan inmersa en él como la mía. Desde que se había integrado a nuestro pequeño grupo, había demostrado ser un aliado invaluable, pero también sabía que su presencia debía permanecer en las sombras.Solo hasta que Teresa ya no tuviera ni una sola chance de salir al exterior durante un tiempo eternal.—¿Estás lista para esto? —preguntó Arzhel desde la p
El día después del juicio tenía una calma inquietante, como si el mundo estuviera conteniendo el aliento. Habíamos ganado una gran batalla, pero nadie estaba celebrando. Todo estaba suspendido en ese breve instante entre el caos y lo inevitable, como el ojo de un huracán que amenaza con volver a desatarse.Me encontraba en la oficina de mi padre, revisando algunos papeles que había dejado en mi escritorio la noche anterior. La luz del sol que entraba por el ventanal parecía más brillante de lo habitual, casi cegadora. Intentaba concentrarme, pero mi mente seguía en el juicio. La imagen de Teresa perdiendo el control, el eco de sus gritos en la sala… todo parecía tan surrealista y, al mismo tiempo, tan absolutamente real.Papá estaba sentado frente a mí, hojeando unos documentos con expresión pensativa. Era extraño verlo tan callado. Desde que habíamos comenzado este juego de ajedrez contra Teresa, mi padre siempre había tenido algo que decir, una estrategia que proponer. Pero ahora pa
El día siguiente llegó completamente cargado de adrenalina, debíamos actuar rápido. Sabíamos que el tiempo era crítico. Las dos brujas ya estaban sentenciadas, pero aún había hilos sueltos. Su red de aliados seguía viva, y era cuestión de tiempo antes de que alguien intentara mover las piezas para revertir la situación o, peor aún, limpiar sus huellas. El riesgo de que algún aliado leal encontrara la manera de sacarlas de ese hueco, era realmente alto.No debíamos dudar de las habilidades de Teresa y su capacidad de manipulación. Era una lucha compleja contra un enemigo invisible del que no sabíamos mucho.Estábamos sentados en la mesa del comedor de mi departamento, con Cristopher conectado por videollamada desde su escondite. Decidimos que era más seguro para él, estar en la villa Lancaster. Frente a nosotros, Arzhel tenía el mapa que habíamos visto la noche anterior. Esta vez, estaba más detallado, con nombres y fotografías que correspondían a cada punto rojo.—No es solo una red d
El vestíbulo del hotel era un espacio opulento, pero no llamativo. Todo estaba diseñado para ofrecer discreción, con muebles de colores neutros y un ambiente que parecía casi de un hospital. Las paredes parecían absorber cualquier ruido, haciendo que el silencio resultara ensordecedor. Caminé hacia el ascensor con una mezcla de confianza y cautela. Llevaba puesta una blusa de seda gris y una falda lápiz negra, lo suficientemente profesional para un encuentro de negocios, pero también lo suficientemente elegante como para transmitir autoridad.El mensaje de Cristopher había sido claro: Leonard Briggs tenía una reunión privada con uno de sus contactos en una de las salas de conferencia del hotel. Mi tarea era simple: acercarme a él y ganar su confianza. La clave estaba en aparentar ser una aliada leal de Teresa, alguien dispuesta a hacer lo que fuera necesario para salvar a su familia y su legado.Respiré profundamente mientras el ascensor ascendía, observando mi reflejo en las puertas
La mañana en la oficina comenzó con la rutina habitual: el murmullo de las conversaciones entre empleados, el suave zumbido de las máquinas de café, y las constantes notificaciones en mi teléfono. A pesar de la calma aparente, mi mente trabajaba a toda velocidad. Hoy era el día en que debía dar un paso crucial en el plan: acceder a los documentos de la caja fuerte de Teresa.Mi padre estaba revisando unos informes cuando entré a su oficina. Cerré la puerta tras de mí, asegurándome de que no hubiera oídos curiosos. Su mirada se levantó de los papeles y me observó con curiosidad.—¿Qué sucede, Kenna? —preguntó mientras dejaba los informes a un lado.Me acerqué a su escritorio, apoyando ambas manos sobre la superficie pulida, en un gesto que denotaba urgencia.—Papá, necesito saber si conoces la clave de la caja fuerte de Teresa.Frunció el ceño, claramente confundido por mi pregunta. No era algo que se escuchara todos los días.—¿La caja fuerte? No, no la conozco. Teresa siempre ha sido