La noche había caído sobre la ciudad, y el aire dentro de mi antiguo departamento era denso. Durante todo el día estuve pensando en todas las salidas que tenía para matar al ave que sostenía la escopeta, y liberar al cuervo que necesitaba aprender su lección.Las luces de la sala estaban bajas, apenas iluminando la estancia donde Rune y yo estábamos sentados. No podíamos correr el riesgo de que alguien se enterara de nuestras conversaciones, ni las negociaciones que estábamos efectuando. Frente a nosotros, había un par de copas de vino que funcionarían para que Rune accediera más fácil a mi descabellado plan. La que estaba en mis manos, reflejaba el leve temblor de estas.Mi actuación tenía que ser impecable; cualquier error podía significar el colapso de todo lo que había construido. Rune me observaba con esa mirada intensa. Había accedido a venir después de recibir mi mensaje, probablemente intrigado por lo que tenía que decirle. Lo veía relajado, pero había una alerta constante en
La oficina parecía más silenciosa de lo habitual. Mi mente estaba dividida entre los detalles del trabajo y el torbellino que se había desatado en mi vida personal. Bueno, para ser honesta, sentía que todo eso estaba ligado a una sola persona y no hay necesidad siquiera de mencionar su nombre en esta ecuación. Estaba inclinada sobre un documento cuando escuché el ruido de unos tacones acercándose.Al levantar la vista, me encontré con Teresa en el umbral de la puerta. Llevaba esa típica expresión de amabilidad que sabía usar y fingir tan bien. Cerró la puerta detrás de sí y avanzó con calma hacia mi escritorio.—Kenna, querida, necesitamos hablar. —Su voz era suave, pero tenía esa nota autoritaria que siempre parecía presente.Dejé los papeles a un lado y la miré con una pequeña sonrisa. Sabía que ella estaba buscando algo, y no le daría la oportunidad de desconfiar de mí. Usaré todos los medios que estén a mi disposición para hacerle pagar por cada cosa que hizo. No solo por la memor
El cielo nocturno estaba despejado, salpicado de estrellas que apenas se distinguían por las luces lejanas de la ciudad. Arzhel había insistido en llevarme a un restaurante pequeño, casi escondido entre colinas fuera del bullicio. El lugar era pintoresco, con luces cálidas y una terraza que ofrecía una vista tranquila del paisaje. Nada llamativo, pero perfectamente elegido para evitar miradas indiscretas.A pesar de todo, mi mente seguía dividida. Desde la conversación con Teresa esa tarde hasta las pruebas que teníamos contra ella y las maniobras necesarias para mantener a Rune en prisión, no había un momento de descanso. Arzhel, como siempre, parecía leerme con facilidad.—Tus ojos están muy serios, princesa. —susurró mientras me ayudaba a sentarme en la mesa que había reservado.—Estoy pensando. —Crucé las piernas y tomando el menú que estaba frente a mí—. Y considerando todo lo que estamos planeando, creo que tengo derecho a estarlo.—Claro que lo tienes, pero también tienes derec
El sonido de mis pasos resonaba en el pasillo mientras me acercaba a mi departamento. Las luces del corredor titilaban levemente, como si el edificio estuviera al borde de caer en el abandono, algo irónico considerando lo caro que era vivir aquí. Sin embargo, no era eso lo que me inquietaba. Era la puerta. Mi puerta.Estaba entreabierta.Mi mente empezó a trabajar a toda velocidad. Cien posibilidades pasaron por mi cabeza en un instante. ¿Era un ladrón? ¿Alguna trampa de Teresa o Nessa? ¿Quizá Rune? Aunque lo último sí era descabellado al considerar que estaba en prisión, quizá era mi paranoia en ese momento.Detuve mi avance unos metros antes de llegar y respiré hondo. No podía permitirme entrar a ciegas. Me aseguré de que no hubiera nadie en el pasillo antes de sacar mi celular y marcar rápidamente el número de Arzhel. Pero la llamada no le entraba.—Perfecto —murmuré con un sarcasmo que, claramente, no me ayudaba a calmarme.Poco a poco me acerqué a la puerta, saqué mi bolso con un
El sol apenas se filtraba por las cortinas cuando me desperté con un aroma inesperado. Café recién hecho. Me tomó unos segundos recordar que no estaba sola en el departamento. Me levanté con el cabello enredado y los pies descalzos, dirigiéndome hacia la cocina mientras intentaba procesar cómo mi vida había llegado a este punto: viviendo con un hombre que había desaparecido de mi vida por más de una década y que ahora volvía con más secretos de los que podía manejar.Cuando llegué a la cocina, encontré a Cristopher inclinándose sobre una sartén. Tenía una espátula en la mano y la camisa ligeramente arrugada, probablemente porque había dormido con la ropa puesta.—¿Qué haces? —me crucé de brazos mientras lo observaba.Se giró con una sonrisa despreocupada y señaló la mesa, donde había dispuesto tostadas, frutas, huevos y el café que había detectado desde mi cama. Debo admitir que el café siempre ha sido mi debilidad, desde que tengo memoria.Recuerdo que, aunque papá no me dejara tomar
Teresa seguía sentada frente a mí, con las manos cruzadas sobre el escritorio. La satisfacción y una sombra de pesar que trataba de ocultar tras su postura altiva se mezclaban en su rostro. Parecía estar pensando en algo importante y yo me preparé para lo que estuviera a punto de decir.—El juicio contra Rune será en pocos días. —Su voz cortó el silencio que la partida de Nessa había dejado—. Con la información que me diste, el caso en su contra es sólido. No hay forma de que pueda escapar de esto.Me forcé a asentir con calma, aunque mi mente trabajaba rápidamente para analizar cada palabra suya. Sabía que Teresa no lamentaba realmente la caída de Rune, pero no podía dejar pasar la oportunidad de interpretar su papel de «madre preocupada».»Es lamentable, por supuesto. —Continuó, dejando escapar un suspiro pesado—. Después de todo, él es el esposo de Nessa, mi yerno. Estuvo a nuestro lado por mucho tiempo, pero al final resultó ser una decepción.Su tono parecía sincero, pero yo sabí
La noche estaba tan tranquila como podía esperarse después de un día lleno de caras falsas. Mientras estacionaba el auto frente a mi apartamento, me sentía extrañamente ansiosa. Tal vez era el cúmulo de emociones, o quizás solo era mi instinto diciéndome que algo estaba fuera de lugar.Y, como ya sabrán, siempre pasa algo cuando esta sensación me invade, por eso mismo, subí las escaleras con rapidez, dejé que mis tacones resonaran en los pasillos. Al llegar a mi puerta, me detuve en seco. Estaba entreabierta.—¿Qué demonios…? —susurré mientras el corazón me latía a toda velocidad.Cerré los ojos un segundo, tratando de calmar mis pensamientos. Pensé en todas las posibles explicaciones, pero ninguna era suficiente para justificar lo que veía. ¿Había olvidado cerrar bien? No, era cuidadosa con esas cosas. ¿Cristopher? No, él era aún más paranoico que yo cuando se trataba de seguridad.Empujé la puerta con cautela, pero lo que vi al otro lado me dejó completamente desconcertada. Mi sala
Había intentado convencer a Arzhel de que no podía quedarse en mi apartamento durante más de lo que parecían treinta minutos. Su presencia comprometía la narrativa de nuestra supuesta separación y pondría en peligro los pasos que cuidadosamente estábamos ejecutando contra Teresa.—No puedes quedarte aquí. —Le dije por milésima vez, cruzándome de brazos mientras él se apoyaba en la pared, tan relajado como si no tuviera nada mejor que hacer.—Escucha, princesa, tengo una idea para que no sea sospechoso. —Su sonrisa tenía ese toque travieso que siempre me hacía querer darle un golpe en el brazo—. ¿Qué tal si empiezo a visitarte oficialmente como tu «exprometido arrepentido»? Podría parecer que estoy intentando reconquistarte, y así justificamos mis visitas.Lo miré con incredulidad, pensando en lo absurdo de su propuesta… aunque, siendo honesta, tenía sentido.—No sé… Suena como algo que podría complicarse.—¿Complicarse? —intervino Cristopher, sentado en el sillón con una taza de café