El aire en la habitación estaba cargado, como si el tiempo hubiera decidido detenerse en ese preciso instante, esperando lo que vendría a continuación. Mateo y Clara se habían quedado inmóviles, atrapados entre la promesa de lo que sus corazones deseaban y el abismo del miedo que se abría ante ellos. El beso, intenso y cargado de emociones reprimidas, marcó un antes y un después, y todo parecía más confuso que nunca.
Clara, con la respiración aún entrecortada, se separó lentamente de Mateo, sus ojos buscando respuesta en los suyos. La habitación, que antes parecía un refugio cálido, luego se sintió como un lugar lleno de sombras, un espacio donde las palabras parecían insuficientes para lo que ambos necesitaban entender.-¿Qué estamos haciendo, Mateo? -preguntó Clara, su voz suave, pero temblorosa, como si temiera lo que podr&iaMateo y Clara se separaron lentamente, sus cuerpos aun resonando con la energía del momento que acababan de compartir. El aire se sentía diferente, más ligero, como si lo que acababa de suceder los hubiera unido de una manera irrevocable. El tiempo parecía haberse detenido durante ese beso, pero ahora regresaba con suavidad, trayendo consigo la realidad de lo que aún debía resolverse.Clara estaba recostada en el sofá, mirando el techo, su mente aun volando entre los recuerdos del beso y las emociones intensas que había sentido. Mateo permanecía de pie, a pocos pasos de ella, observándola con una sonrisa sincera, casi como si no quisiera que ese momento terminara. La música suave seguía sonando de fondo, creando una atmósfera tranquila, pero la fragilidad del momento los envolvía, haciéndolo aún más especial.-Se te va a hacer tarde, dijo Clara finalmente,
Clara despertó lentamente, el suave brillo del sol se colaba entre las cortinas, bañando la habitación con una luz cálida y tenue. Había pasado la noche en vela, atrapada en un torbellino de pensamientos y emociones, como si el tiempo hubiera decidido desvanecerse. No podía recordar si realmente había dormido o si lo que había vivido la noche anterior -el abrazo de Mateo, el beso y las caricias que habían dejado una huella indeleble en su alma- eral parte de un sueño. Un sueño que, a pesar de su belleza, temía que se desvaneciera en el momento en que abriera los ojos.Se incorporó lentamente, el cuerpo aún cargado de esa energía vibrante que solo se experimenta después de un momento tan intenso. Sus pensamientos danzaban entre la calma de la mañana y la tormenta de sentimientos que no lograba ordenar. Sabía que lo que había comenzado con Mateo era
Dana no podía dejar de mirar el teléfono. Su dedo recorría una y otra vez la pantalla, buscando alguna respuesta que nunca llegaba. La sensación de incomodidad, de no saber qué estaba pasando, se apoderaba de ella. "¿Por qué Mateo no le respondió?" Había llamado varias veces, pero el sonido vacío de las llamadas sin contestar le llegaba como un golpe sordo, una sensación de angustia que no podía sacudir."¿Qué está pasando, Mateo? ¿Dónde estás?", pensaba, mientras sentía cómo el silencio se llenaba de dudas. "¿Acaso hay algo que no me estás diciendo?".Había pasado la mañana esperando alguna señal de Mateo, un mensaje, una llamada, pero nada. El vacío en su pecho se hacía cada vez más grande. Sabía que algo no estaba bien, que había algo más que él no l
Era una tarde fría y gris cuando Clara recibió la llamada. Sentada en el sofá de su pequeño apartamento, había cerrado los ojos por un momento, dejando que el silencio de la habitación calmara la tensión de un día interminable. El teléfono vibró contra la mesa de madera, un sonido que rompió la paz momentánea. Al abrir los ojos, su corazón dio un pequeño vuelco al leer el nombre en la pantalla: Lisana.Clara suspiró profundamente antes de contestar. Lisana no era alguien con quien hablara con frecuencia, y cada vez que lo hacía, la conversación traía consigo un cúmulo de incertidumbre. Descolgó, llevando el teléfono al oído.-Clara, ¿cómo estás? -La voz de Lisana sonó extrañamente cálida, casi afectuosa. Pero Clara sabía que detrás de esa amabilidad se ocultaba algo
Mateo no sabía cuánto tiempo había pasado desde que Clara se fue. Podía sentir la ausencia de ella como una sombra que lo perseguía, una presión constante en su pecho, como si alguien hubiera vaciado el aire a su alrededor, dejándolo atrapado en una burbuja de desesperación. La luz de la tarde se filtraba débilmente a través de las cortinas, pero ni siquiera eso lograba aliviar la oscuridad que invadía su mente.Se encontraba atrapado en una espiral de contradicciones. El deseo de llamarla, de escuchar su voz y pedirle una explicación, era casi insoportable. Pero, a pesar de esa necesidad, algo lo detenía. La rabia, el miedo a una respuesta que no estaba preparado para enfrentar, o quizás, el simple temor a que sus palabras no significaran nada para ella. No podía arriesgarse a una conversación que solo lo hundiera más en el abismo de la incertidumbre.En
Dana no lograba calmar la tormenta que se desataba en su pecho. Los días sin respuestas de Mateo y Clara se convirtieron en un suplicio constante, una tortura que la hacía cuestionarse qué había hecho para merecer tanto silencio. Desesperada, volvió a intentar llamar a ambos, pero los resultados eran los mismos: buzones de voz y mensajes sin respuesta. "¿Por qué me están haciendo esto?", pensaba mientras apretaba el teléfono con fuerza.Después de tantos intentos fallidos, Dana tuvo una idea que no había considerado antes: comunicarse con las residencias en Nueva York donde ella y Mateo habían vivido juntos durante años. A pesar de la distancia y el tiempo que había pasado desde que dejó aquella vida, sabía que tal vez podría obtener alguna pista de él.Con el corazón en un puño, marcó el número de la administració
Clara se despertó sobresaltada por los sollozos de Melina. El llanto desesperado de la pequeña resonaba en la habitación como un eco de angustia que parecía venir desde lo más profundo de su ser. Clara se apresuró a sentarse junto a ella, acariciándole suavemente el cabello mientras trataba de calmarla.-Melina, cariño, estoy aquí. Todo está bien, fue solo una pesadilla -susurró con voz tranquilizadora, aunque su corazón se apretaba al verla tan alterada.La niña se aferró a ella, temblando entre sollozos. Clara no sabía exactamente qué atormentaba a Melina en sus sueños, pero podía intuir que la pequeña cargaba con más de lo que una niña de su edad debería. "No sé nada sobre su pasado. Solo sé que es hija de Mateo", pensó, recordando las palabras de Lisana cuando le entregó a la niña. T
Mateo no podía dejar de mirarse en el espejo, como si esperara que su reflejo pudiera ofrecerle una salida, una pista de lo que debía hacer, pero solo veía un hombre roto, destrozado por sus propios pensamientos y sus decisiones. Cada lágrima que caía parecía arrastrar consigo un pedazo más de él, como si estuviera desmoronándose lentamente.- Prefería tus mentiras a esta realidad... -dijo en voz baja, casi como un lamento. Tus mentiras, por lo menos, me daban algo en qué aferrarme. Algo de lo que podría creer.Se llevó una mano al rostro, cubriéndose los ojos por un momento, como si intentar bloquear la visión de sí mismo lo ayudara a escapar de la tortura mental que lo consumía. Tus mentiras no eran perfectas, pero al menos me mantenían en pie. Al menos me hacían pensar que había algo que podía salvarse.Pero la verdad si