La mañana llegó sin previo aviso, como siempre lo hacía en los días de tormenta. Clara se despertó agotada, su cuerpo adolorido por la tensión que había acumulado durante la noche, marcada por sueños inquietantes y recuerdos de los que no podía escapar. Se sentó en la cama, observando el techo por unos segundos, buscando en su mente una manera de liberar el peso que sentía sobre sus hombros.
El apartamento seguía igual de sombrío, con la luz del día apenas entrando por la rendija de la ventana. Se levantó lentamente, dirigiéndose hacia la pequeña cocina, donde preparó una taza de café que bebió en silencio, buscando algo de consuelo en el sabor amargo. Pero nada parecía aliviar la sensación de estar atrapada en algo mucho más grande de lo que había anticipado.Esa sensación la acompañó hClara y Mateo estaban sentados en la mesa del café donde tantas veces habían compartido risas y complicidad. Sin embargo, aquella tarde, el aire estaba cargado de una tensión que ninguno de los dos sabía cómo disipar.Clara jugaba con la cucharilla de su taza, evitando el contacto visual. Mateo, observándola con el ceño ligeramente fruncido, intuía que algo andaba mal, pero decidió esperar a que ella hablara.-Mateo, tenemos que hablar -comenzó finalmente Clara, con un tono que hizo que el corazón de él se encogiera.-Eso no suena bien -respondió él con una sonrisa nerviosa, tratando de aliviar la tensión.Clara alzó la vista y sus ojos se encontraron. En ellos había una mezcla de determinación y tristeza.-Creo que es mejor que terminemos.La declaración cayó como una losa. Mateo se inclinó hacia adelante, a
Mateo salió del hospital sin autorización, aún no lo habían dado de alta, el encierro lo estaba volviendo loco. Tomó un taxi y le pidió al chofer que condujera sin rumbo, con las manos tensas sobre el teléfono y el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Las luces de la ciudad pasaban como destellos borrosos frente a sus ojos, pero él apenas las notaba. Su mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos que lo arrastraba más y más hacia el abismo de la incertidumbre."Una semana." Las palabras de Clara resonaban en su cabeza como un eco incesante. Le había hecho una promesa, y sabía que cumplirla era su única oportunidad de salvar la relación. Pero cuanto más lo pensaba, más se daba cuenta de que no tenía idea de cómo deshacerse de Dana sin causar un daño irreparable.Angustia. Eso era lo que sentía en cada fibra de su s
Mateo aún recordaba la noche en que Dana y él llegaron a esa ciudad. Había tratado de mantenerse tranquilo, confiando en que ella haría lo correcto, pero las horas habían pasado con una lentitud insoportable, cada segundo un recordatorio de la ausencia de su hija. Ahora, al verla de pie en la habitación del hospital, con una maleta a su lado y una expresión que él no podía descifrar, su corazón latió con fuerza, mezclando alegría, alivio y un inexplicable miedo.Todo había comenzado con una llamada. La noche anterior, Zoraida había traído noticias que no podían ser ignoradas: la investigación en Caracas había tomado un giro crucial. Dana estaba con él, sosteniendo su mano con fuerza, como si esa conexión pudiera mantenerlo anclado al mundo mientras su cuerpo luchaba por sanar. Mateo había visto la determinación en sus ojos, la
Clara estaba feliz, radiante. Algo en su interior le decía que la noticia que Mateo le daría era justo lo que ella había estado esperando, como si las piezas finalmente fueran a encajar en el rompecabezas de su vida. Inmersa en el amor profundo que sentía por él, decidió crear la atmósfera perfecta para ese momento tan esperado.Con una sonrisa en el rostro, buscó en su lista de reproducción aquellas canciones que hablaban de promesas, de eternidad y de la magia del amor. Al subir el volumen, la melodía llenó cada rincón de la casa, impregnando el ambiente de una energía cálida y romántica. Clara tarareaba suavemente mientras se dedicaba a arreglar la casa, poniéndole atención a cada detalle, como si quisiera que todo reflejara su felicidad.El dormitorio, en especial, se convirtió en su centro de atención. Ajustó las cortinas p
Cuando finalmente llegó a la puerta de su casa, Mateo sintió cómo sus pasos se volvían cada vez más pesados, como si el aire mismo conspirara para detenerlo. Llevaba en una mano un ramo de flores frescas y en la otra una botella de champán, símbolos de reconciliación y esperanza. Las luces cálidas que se filtraban por las ventanas le parecían un contraste cruel con el tumulto que llevaba dentro, pero también una promesa de lo que podría ser.Tragó saliva, intentando recuperar el control de su respiración, y tocó el timbre con una mano temblorosa. Su corazón latió con tal fuerza que temió que cualquiera pudiera escucharlo.Unos segundos de silencio -largos como una eternidad- precedieron el suave sonido de la cerradura girando. La puerta se abrió lentamente y ahí estaba ella. Clara, con un vestido que parecía elegido cuidadosamen
El aire en la habitación estaba cargado, como si el tiempo hubiera decidido detenerse en ese preciso instante, esperando lo que vendría a continuación. Mateo y Clara se habían quedado inmóviles, atrapados entre la promesa de lo que sus corazones deseaban y el abismo del miedo que se abría ante ellos. El beso, intenso y cargado de emociones reprimidas, marcó un antes y un después, y todo parecía más confuso que nunca.Clara, con la respiración aún entrecortada, se separó lentamente de Mateo, sus ojos buscando respuesta en los suyos. La habitación, que antes parecía un refugio cálido, luego se sintió como un lugar lleno de sombras, un espacio donde las palabras parecían insuficientes para lo que ambos necesitaban entender.-¿Qué estamos haciendo, Mateo? -preguntó Clara, su voz suave, pero temblorosa, como si temiera lo que podr&ia
Mateo y Clara se separaron lentamente, sus cuerpos aun resonando con la energía del momento que acababan de compartir. El aire se sentía diferente, más ligero, como si lo que acababa de suceder los hubiera unido de una manera irrevocable. El tiempo parecía haberse detenido durante ese beso, pero ahora regresaba con suavidad, trayendo consigo la realidad de lo que aún debía resolverse.Clara estaba recostada en el sofá, mirando el techo, su mente aun volando entre los recuerdos del beso y las emociones intensas que había sentido. Mateo permanecía de pie, a pocos pasos de ella, observándola con una sonrisa sincera, casi como si no quisiera que ese momento terminara. La música suave seguía sonando de fondo, creando una atmósfera tranquila, pero la fragilidad del momento los envolvía, haciéndolo aún más especial.-Se te va a hacer tarde, dijo Clara finalmente,
Clara despertó lentamente, el suave brillo del sol se colaba entre las cortinas, bañando la habitación con una luz cálida y tenue. Había pasado la noche en vela, atrapada en un torbellino de pensamientos y emociones, como si el tiempo hubiera decidido desvanecerse. No podía recordar si realmente había dormido o si lo que había vivido la noche anterior -el abrazo de Mateo, el beso y las caricias que habían dejado una huella indeleble en su alma- eral parte de un sueño. Un sueño que, a pesar de su belleza, temía que se desvaneciera en el momento en que abriera los ojos.Se incorporó lentamente, el cuerpo aún cargado de esa energía vibrante que solo se experimenta después de un momento tan intenso. Sus pensamientos danzaban entre la calma de la mañana y la tormenta de sentimientos que no lograba ordenar. Sabía que lo que había comenzado con Mateo era