—Te amo… y no es mentira… te amo con cada fibra de mi ser y me siento tan mal por haberte lastimado de esta forma… yo…— de nuevo las lágrimas se agolpan en mis ojos, peleando entre ellas por caer de mis mejillas.
De pronto Dieter me toma entre sus brazos y levanta mi rostro, su mirada destila ternura y arrepentimiento, aún está cargada de dolor, aun así se inclina hasta que sus labios se posan en los míos, temblorosos y salados por las lágrimas que han llegado hasta ellos. Sin pensarlo dos veces me estiro hasta abrazarme de su cuello, acercándolo más a mí, fundiéndonos en ese beso que comienza a purificar mi alma y hacer a un lado mis penas.
—Muy bien Dieter… bien hecho— dice Armand desde la mesa donde nos estuvo viendo —recuerda… solo estoy esperando a que cometas el primer error— amenaza gustoso mientras sigue bebiendo de su copa.
—Juro que te mataré, Armand… esto no se quedará así… cuando todo esto termine, cuando sea libre y tu prima esté hecha polvo… seg
Salimos de la casa y nos separamos, los chicos se van de regreso a la corte con el fin de avisar a los demás y empezar a cazar a Lucy, mientras Dieter nos lleva en el carro hasta una iglesia en específico en la ciudad, Tila le dice el camino y llegamos en un par de minutos. Es un edificio enorme, algo descuidado, tampoco parece que tenga mucha gente devota para rezar. Caminamos por la calle pegada al edificio llegando a una puerta de metal roja a las espaldas del mismo. Veo a Tila, estoyaún escéptica de que este sea el lugar, después recuerdo donde ella vive y no se me hace tan alocado. Mi abuela toca tres veces y en eso la puerta se abre. Un chico si acaso de 15 años es quien se asoma, es rubio y sus ojos son enormes y azules, tiene la piel de porcelana y viste un atuendo blanco, nos ve a los tres con seriedad y regresa la mirada hacia Tila. —Querido, quiero hablar con el padre Thomas, es un caso de vida o muerte… ¿puedes decirle que lo busca Tila?—, en cuando
Siento como otro intenta tomarme por la espalda, veo su sombra reflejada sobre la pared y un escalofrío me advierte, me desaparezco en el aire y él se va con la inercia de su acto hacia delante donde estaba su compañera, aparezco detrás de él y lo atravieso con la misma daga. Mientras mi abuela pelea a unos metros de mí, otro se acerca corriendo y entonces tomo la navaja y la aviento directo a su pecho con tal fuerza que sale disparado hacia atrás, chocando contra la pared, veo mi mano con la que arrojé la navaja y tiene una luz morada, una estela violeta que se queda impregnada también en la navaja, extiendo mi mano hacia ella y está se desencaja del pecho del neófito y regresa a mí de inmediato. Los vampiros iniciales caen hechos polvo ante nuestra habilidad con las armas, pero vemos como salen más de la esquinas, cuando levanto la mirada hay más en los techos, son demasiados, no puedo ni contarlos. —¿De dónde están saliendo tantos?—, pregunta Tila al
—El relicario ya está a salvo en tierra santa y aunque quisieran ir por el no podrían, no pueden poner un solo pie ahí y si lo hicieran de seguro morirían de inmediato— Jade se asoma por el marco de la puerta y me sonríe, entra a la habitación, se sienta en mi cama. —Gracias— cierro los ojos tranquila. —Las brujas pese a que son seres muy poderosos, también son mortales y su magia puede volverse contra ellas… a veces las brujas mueren por culpa de su propio poder y creo que ya lo habrás notado— me da catedra Jade mientras me toma de la mano. —Ajá… dime algo nuevo, creo que eso ya me lo habían explicado antes— la veo levantando la ceja. —Y aun así no me hizo caso— Tila me ve desde la puerta con desaprobación y una sonrisa. —Detalles— cierro mis ojos e intento descansar, esta vez sí me siento apaleada. —Te pondrás bien— me dice Jade con ternura —tienes a un lobo muy preocupado que espera tu recuperación— no puedo evitar sonreír.&n
—El día del ataque la escuché platicando con esa mujer, la maldita que mató a nuestro lobo, esa tipa dijo claramente que ella y Armand se habían revolcado. —Ya sabía yo que habías sido tu quien estaba espiando en la ventana— suspiro con pesar, parece que por mucho que me perdone Dieter, es algo que no me va a dejar tan fácil. —Admítelo, dile a Dieter la clase de escoria que eres y déjalo libre, él no merece a alguien como tú. —Supongo que como tú, si… ¿verdad?—, pregunta Armand molesto, con los puños cerrados. —Que tierno, tu dulce vampirito te intenta defender, ¿por qué no simplemente te vas con él y nos dejas en paz?—, en ningún momento retrocede Amanda con respecto a sus amenazas, ¿quiere saber la verdad?, bien… le diré la verdad. —Ella no se acostó con Armand— dice Dieter después de haber permanecido en silencio todo este rato. Amanda voltea sorprendida y ahora toda su atención se centra en él. —Yo lo oí… ella se acostó con él, te
De pronto la suavidad se acaba y comienza a embestirme con fuerza, haciendo temblar la cama, llegando cada vez más profundo en mí, una de sus manos se aferra a mi cadera, encaja sus dedos con fuerza, manteniéndome firme ante sus embestidas mientras que la otra atrapa mi cuello apretándolo gentilmente, haciéndome sentir sometida ante él, ante su fuerza y su fiereza. Cierro mis ojos y me dejo llevar, el calor entre mis piernas se vuelve insoportable, los movimientos cada vez son más violento y su boca calla sus gemidos contra mi piel, la saborea y la muerde, cada vez más duro, cada vez más dolorosamente, pero el dolor se mezcla con el placer, volviéndose una experiencia deliciosa. Mis caderas pierden el ritmo, mi corazón se detiene y se acelera hasta explotar en mi tórax, me aferro a las sábanas mientras él se derrama dentro de mí, su calor me llena por completo haciendo que mi vientre palpite. Lentamente me libera y cae en la cama, agotado, extasiado, pero su mirada se ve dif
Su piel, su aroma son demasiado llamativos, me atraen, me llaman, generan en mí una necesidad de tenerla cerca, no sé si eso sea enamorarse, sinceramente, solo sé que quiero estar cerca de ella. Cuando terminamos de beber, ella limpia suboca con desagrado, se siente sucia, no le gusta tener que hacer esto, pero no pienso arriesgarme a que muera. Limpio mi boca con mis dedos mientras ella abraza su muñeca adolorida. —Recuerda que tienes que echar llave a tu habitación en cuanto salga— la veo fijamente a los ojos y ella imprime seriedad en su mirada. —Sí, lo entiendo… Salgo por la puerta, lleno de su esencia, cuando bebo de su sangre una sensación de confort meinvade, pero curiosamente regreso a ser yo, la necesidad de estar con ella disminuye, como si el simple hecho de beber de ella fuera suficiente, fuera lo único que necesito, no, no puede ser, no lo creo, la necesito a ella, a ella completa, necesito su presencia, no solo su sangre o por lo men
Antes de que esté lo suficientemente cerca como para poder respirar su aliento la empujo hacia atrás y la veo fijamente lleno de coraje, ella cae sobre la mesa del café que estáentre los sillones haciéndola añicos. Cuando levanta la mirada me ve llena de odio y noto como sus ojos empiezan a llenarse de lágrimas. El ruido de la caída alerta a mi madre que sale corriendo y vea Amanda en el piso aún. —¡Cariño!, ¡¿qué te pasó?!—, grita mi madre y se acerca a Amanda para ayudarla a levantar, lo único que hago es dar un par de pasos hacia atrás mientras nuestras miradas siguen fijas la una en la otra. —Nada… supongo que asíse siente el rechazo— dice Amanda sin dejar de verme, en ese momento noto como sus palmas están llenas de vidrios y sangran, mi madre la ayuda a sentar en el sillón. —Dieter… ¿tienes algo que ver con lo que le ocurrióa Amanda?—, voltea mi madre a verme, juzgándome antes de admitir mi culpa, llega Joan corriendo y pas
Empiezo a retirar los coágulos de sangre y me asusta ver que la sangre no para de brotar de su piel, sigo una que estápor su cuello y baja por su pecho, la ropa me impide ver hasta dónde llega. De inmediato empiezo a desabrochar su camisa con preocupación, me toma de las manos y me detiene, me ve fijamente y su mirada estáseria y triste. —¿Me escuchaste?—, me pregunta escéptico. —Sí… —¿Sólo así?, ¿nada más?, ¿sin dudas? —Es tanto lo que quisiera preguntar, pero me gustaría que fueras túquién me dijera lo que pasa— le digo intentando ordenar mis ideas, voltea rápidamente hacia la puerta, su rostro se convierte en una mueca entre coraje y miedo. —No la cerraste con llave— siento una punzada al corazón cuando dice eso, la angustia se apodera de mi pecho. De repente sin que ni siquiera pueda notarlo, él se arranca la camisa y me jala del brazo aventándome a la cama, el tiempo se detiene, sus ojos se clavan en