Nadie tenía porque salir herido, solo tenían que asustar, no tenían que matarla, malditos hijos de puta. Brinco por el barandal y corro hacia ella con la navaja en la mano, un lobo se pone en mi camino intentando agarrarme con sus enormes manos, me derrapo en el piso pasando entre sus piernas, giro sobre mi espalda y con mis pies golpeo sus rodillas por detrás haciendo que se hinque; a los grandotes, duro y a las rodillas, diría mi padre.
Me levanto a tropezones y sigo corriendo hacia Aurora, la cual ya tiene un lobo enorme casi encima, brinco con las piernas por delante, lo tomo con las pantorrillas del cuello y en cuanto caigo y toco el piso con mis manos, utilizo toda mi fuerza, incluso siento que algo dentro de mí se enciende, lo aviento hacia el primer lobo al que logré tirar.
Termino hincada junto a Aurora mientras me ve con los ojos abiertos de par en par. Volteo a ver hacia los lobos, el lobo dorado que al parecer los lidera está en mis narices y de
También entiendo que Brooke no estará conmigo de la misma forma, no es lobo, no es que cuando la marque ella corra conmigo, dirija al grupo de la misma forma, entiendo que mi madre es lo que teme, que no sea la compañera ideal para guiar la manada, pero hay algo que ella no ha visto y es que Brooke tiene un corazón de león, jamás había visto a un humano enfrentarse a un lobo, menos a dos, aunque fueran tipos grandes y rudos, siempre se atemorizaban cuando les mostraba mi forma de lobo y huían, ella no lo hizo, peleó y venció, lo cual me sorprende ya que no vi en ningún momento que sacara magia para ayudarse, todo fue habilidad y su propia fuerza, ¿cómo no enamorarme de una mujer así?, podría apostar que si se enfrenta a Amanda le ganará, aunque no es que me agrade la idea de verlas peleando. Estamos a punto de llegar a la casa, aminoramos la velocidad. Los demás lobos empiezan a rebasarnos, yo prefiero caminar mientras regreso a mi forma humana. Es cuando siento que Am
Llegamos a un pasillo ancho, hay como seis puertas, supongo que en alguna de tantas duerme también Elizabeth, el pasillo al igual que el resto de la casa es frío y oscuro, llegamos a una de las puertas que es de madera, tallada con mucha habilidad y detalle, la abre frente a mí, veo una enorme cama matrimonial llena de almohadas, dos mesas de noche, una a cada lado de la cabecera, un pequeño mueble al pie de la cama, a la derecha hay un tocador con su asiento y con cosas encima como cremas, cepillos, etc., a mi izquierda un ropero gigante de madera, se ve antiguo y pegado a él una puerta también de madera, supongo que el baño. Camino hacia ella, la abro y así es, un baño enorme, todo es de mármol blanco con filos dorados, tina, regadera, es amplio y hermoso. Salgo de él y veo a Armand fijamente con curiosidad, se ve tenso y algo angustiado. Saca del cajón del tocador una llave y me la ofrece. La tomo con algo de recelo. —Cada vez que estés en el cuarto, cuando vayas
—Descubrí que no era una mujer cualquiera, despertaba dentro de mí a algo que al principio no sabía cómo interpretar…— recuerdo lo que me dijo Clarice en mi última visión. —No la amabas a ella, amabas quien eras cuando estabas con ella— pronuncio sus palabras tal cual las recuerdo y parece que Armand no solo las acepta sino se siente identificado. —Tal vez… no sabía otra cosa que llegar a un territorio y dominarlo junto con mi prima, pero la manada Iron no sería tan fácil, eran de los grupos de lobos más poderosos, no podríamos simplemente enfrentarlos, teníamos que ser más inteligentes que ellos y cuando vi por primera vez a Clarice, cuando vi sus ojos, supe que ella sería la clave para lograrlo, sus ojos la delataban como hechicera, así como los tuyos… —¿Eso fue lo que pensaste la primera vez que me viste?, ¿creíste encontrar esa hechicera que podría ayudarte a ti y a tu prima a continuar su legado de horror?, por eso te urgía que entrara a trabajar, que no
—Bien… puedo obtener carne de cañón de otro lado, aunque sinceramente esos hombres son a petición de Elizabeth no mía— camina hacia la puerta y salimos al pasillo —ella cree que somos cada vez menos y piensa que haciendo vampiros a lo bestia cambiaremos eso, se me hace un desperdicio de tiempo. Bajamos la escalera y me lleva por el pasillo contrario que me da a la biblioteca, este pasillo nos lleva a un comedor y después de este llegamos a la cocina, también hay una mesa más pequeña y unas sillas, me sienta con cuidado y busca en todos lados, alacenas, cajones, pero todo está vacío. —¿No te agrada que el número de vampiros aumente?—, le pregunto rompiendo el silencio. —No— se agacha y revisa unas puertas en un mueble —no cuando están hechos al aventón— se levanta y ve a todos lados en la cocina, camina hacia una segunda alacena —antes se convertía a la gente porque no deseabas que muriera, porque era parte de tu familia, tu esposa, la chica que te gusta, tu m
Intento correr por un lado, pero su brazo me sostiene de la cintura, cargo todo mi peso sobre él y caemos al piso, él encima de mí, pongo mis manos sobre sus hombros intentando poner distancia, pero resulta inútil, toma mi rostro con una mano, haciendo presión sobre mis mejillas intentando abrir mi boca, se acerca lentamente y empieza a cerrar sus ojos como si de un beso se tratara. Siento su mano libre sobre mi cintura, su pulgar está acariciándola haciendo círculos apenas perceptibles. Sus labios presionan los míos, con dulzura, empiezan a moverse suavemente y la sangre entra en mi boca, fría y de sabor ferroso, salado. Al principio es desagradable, pero poco a poco le encuentro el gusto, cierro los ojos y me fundó en su boca, muevo mis labios y bebo la sangre incluso con necesidad, levanto mis manos hacia su rostro en cuanto siento sus intenciones de alejarse de mí, lo sujeto con fuerza, levantándome junto con él sin intenciones de dejar de besarlo, de saborear la s
—Lejos, no me voy a incriminar por tú culpa, además debes de saber que por lo general hay guardias, los vampiros se van turnando para cuidar de la casa, supongo que pondré mi granito de arena para que no digas que no te ayudo e iré a distraer al guardia en turno— me sonríe pícaramente cuando me deshago de la toalla y quedo en ropa interior. —Bien, gracias— me pongo el vestido, me queda como una segunda piel, se ciñe a mi cuerpo perfectamente, me coloco las botas y me acerco al tocador buscando un cepillo. Me acerco a Armand y me inclino a su lado para alcanzar uno de los cepillos que están detrás de él, no se inmuta, no intenta hacerse a un lado, disfruta siendo un obstáculo, ve mi collar fijamente y después regresa su mirada a mis ojos. Ignoro por completo ese gesto y empiezo a cepillar mi cabello. —Qué lindo collar, ¿te lo dio tú perro?—, me pregunta con su sonrisa odiosa. —Me lo dio Dieter, ¿te gusta?—, le sonrío y me siento en la cama, terminando
—A ti te sobra el dinero, a ellos les falta… es sencillo, ¿no crees? —Tal vez, pero las cosas cambiarán muy pronto— se cruza de brazos Elizabeth y su amenaza me provoca un escalofrío, de pronto se percata de mi presencia y su rostro cambia, la rabia se disipa y su actitud jovial y agradable se apodera de sus facciones. —Hola querida, ¿cómo estás?—, me dice con una dulzura poco creíble. —Bien… con un poco de hambre, pero muy bien— le sonrío —gracias por dejarme quedar en su hermosa casa. —Mi niña, nuestra casa es tu casa— me sonríe y pone su mano en mi hombro —Armand, ¿vas a llevar a esta criatura a comer?—, voltea a ver a su primo de reojo sin dejar de agarrarme del hombro. —Claro… de hecho en eso estábamos— se acerca a mí levantando una ceja y con media sonrisa en el rostro —¿a dónde quieres que te lleve? —Si quiere podemos comer algo aquí, para que no gastes— Elizabeth se empieza a carcajear. —Cariño, aquí no hay nada, todos trabajam
De nueva cuenta lo vuelve a colocar en mi cuello, deslizándose ambas piezas por mi pecho hasta quedar justo a la altura del nacimiento de mis senos. Acomodo mi cabello mientras él regresa a su asiento, yo volteo hacia el par de dijes y los tomo con mis dedos, el rubí es precioso y su color tan rojo me recuerda a los ojos de Armand, es curioso ver su rubí de él junto a la luna de Dieter. —Funciona de la misma forma que la lunita de tu perro— lo volteo a ver levantando una ceja mientras me sonríe divertido —piensa en mí y estaré ahí, para ti— sus ojos adquieren seriedad y su sonrisa un tinte triste. —Gracias— lo veo fijamente, algo de su tristeza llega hasta mi corazón. —De nada— lo dice mientras guarda el medallón de Clarice de nuevo entre su ropa. —Lo digo por todo, en general… gracias— extiendo mi mano por la mesa hasta tocar la suya y le doy un apretón amistoso. —Supongo que buscamos lo mismo— acaricia mi mano —conseguir una época de paz ent