Llego a la cocina donde Aurora está revoloteando en cada alacena, sacando ingredientes y especias, sazonando algo que hierve en un caldero en el fogón, parece más bruja ella que yo. Cuando se percata de mi presencia me sonríe cariñosamente y me invita a pasar, me ofrece uno de los bancos para que la acompañe.
—Mi señora, debe de estar emocionada— su mirada se clava en el guiso que prepara.
—¿Lo dices por el viaje de expedición de los Bathory?
—No es cualquier viaje de expedición…
—Lo sé… espero que todo salga bien— intento aguantar una sonrisa, guardarme esa esperanza en el corazón, con miedo de que al expresarla en voz alta se pueda sabotear.
—Saldrá bien, encontrarán un nuevo territorio que conquistar, el lobo que domina esa región, el alfa, está ausente… no les será difícil dominar a la manada… incluso ponerle una trampa… Armand será el dueño de ellos y después del territorio, por fin se irán lejos de este infierno…
—¿Vendrás con no
Me quedo congelada mientras un par de manos me toman por los hombros y me alejan de ella, nuestras miradas se quedan engarzadas con forme me acercan a la enorme fogata que han preparado. Dieter me amarra al madero con fuerza, lastima mis muñecas con la soga y entiendo lo que ocurrirá. —¡Démonos prisa!, ¡los vampiros ya están aquí!—, escucho que alguien grita, pero no identifico quién. Dicen que morir quemado es de las peores muertes, demasiado dolorosa, hasta que el fuego acaba con tus nervios y dejas de sentir. Que esto se acabe ya. Dieter se acerca con una antorcha, me ve por un momento a los ojos y por fin veo algo de tristeza en ellos. —Eras como una tía para mí, eras la hermana de mi madre… ¿por qué te uniste al enemigo?, ¿por qué nos destruiste?—, su voz sale cargada de dolor y me rompe el corazón. Me rehúso a hablar, no tiene sentido, este solo es un recuerdo más, uno que sentiré en carne viva. Veo la llama bailando en la antorcha, esta s
De pronto su boca sigue el borde de mi mandíbula hasta mi cuello y sus manos se posan en mis muslos, acaricia mi piel lentamente y desliza su mano por debajo de mi falda. Me abrazo a él y expongo mi cuello, dejando que mis piernas flaqueen, que sus dedos exploren mi piel hasta llegar a esa zona donde se concentra mi calor y humedad. —Te deseo— me dice al oído mientras me toma del cabello y me mantiene firme, evitando que aleje mi cuello de su boca. De pronto me toma de la cadera con ambas manos y me pone sobre el escritorio, levanta mi falda lo suficiente para que mis muslos se abran para él, pegando su cadera a la mía. Sus manos buscan mis bragas, van a tientas por mi piel, mientras que sus labios no me dan cuartel, su boca se apodera de la mía, mordiendo y saboreando mis labios. Escucho como la tela se desgarra lentamente, me arranca las bragas con facilidad, como si estuvieran echas de papel, me toma por los muslos y me jala para pegarme más a su cuerpo. S
—Estos días en la casa de Armand, esa tal Aurora se ha comportado de forma extraña, sé que revisa mi habitación, ha dejado hojas secas en la almohada y colchón y puedo jurar que le pone algo a la comida— no puedo evitar verla con angustia, en verdad tengo miedo de que me esté envenenando de alguna forma. Tila se acerca a mí y con brusquedad toma mi cara en sus manos, abre mis parpados con sus dedos y me examina, frunce el ceño, revisa mi boca, mi cuello, las palmas de mis manos. Se vuelve a alejar de mí, se mantiene a unos pasos de distancia dándome la espalda como si estuviera pensando en algo que aún no concreta. —¿Te has sentido extraña?—, en cuanto hace la pregunta no puedo evitar voltear hacia Dieter, como si él fuera mi única protección y mi único motivo para no querer decir la verdad. —Un poco— me muerdo los labios, no quiero decir más. —Señorita Salem… ¿añora estar con la sanguijuela de Armand?—, la pregunta de Tila me toma por sorpresa,
Mi cabeza solo se concentra en Armand y en que tengo que conseguir la información sutilmente. El turno acaba y Dieter no sale de la oficina, veo llegar a Armand, elegante, frío, altivo, tiene una presencia delicada, pero fuerte, es como ver pasar a la muerte entre los simples mortales. Mientras se acerca me retiro los guantes y los guardo en el escritorio, se planta frente a mí y extiende su mano, claro, enguantada… la tomo con una sonrisa y me levanto del escritorio. —¿Cómo estás?—, me pregunta amablemente mientras toma mis cosas. —Bien. —Disculpa que no pasara por ti temprano, tenía unas cosas que arreglar con Elizabeth sobre un nuevo negocio— me sonríe y me ofrece su brazo para iniciar el camino a casa. —Vaya… ¿qué negocio?—, le pregunto con curiosidad. —Seguridad privada igual que este— pienso en Lucy, de seguro está hablando de ella y los war dogs, claro… “seguridad privada”. Caminamos hacia el elevador y no quiero caer en d
Su padre siempre fue el mejor amigo de mi padre, tiene su poblada barba pelirroja al igual que su melena, siempre ha sido un hombre grande y robusto de ojos azules, por otro lado la madre de Amanda es delgada y menuda, de cabello rubio, de ojos azules. Me acerco a ellos con paso firme. —¡Dieter!, que gusto volverte a ver— me saluda el padre de Amanda con calidez. —Señor Fischer, el gusto es mío, pero tengo que sincerarme con ustedes— le digo y noto una nota de tristeza en la mirada de Amanda. —¿De qué se trata Dieter?—, me pregunta la madre de Amanda con curiosidad. —Su hija es hermosa y es la loba más fuerte que conozco, pero lamentablemente hace unos días me impronté, mis ojos ya tienen dueña, yo… lo lamento— noto la molestia del señor y el dolor en los ojos de Amanda. —Pero se trata de una hechicera— se acerca mi mamá interrumpiendome —y ahorita está intentando dominar a un vampiro… a Armand, seamos sinceros… las brujas son tan frágiles com
Recargo mi rostro en su mano, puedo sentir el frío de su piel traspasando su guante. Cierro los ojos y me concentro en su tacto, de repente siento su frente sobre la mía, cuando abro los ojos lo veo tan cerca, su aliento choca contra mi boca, congelando mis labios. Sus ojos granate se clavan en los míos, se acerca aún más, rozando sus labios con los míos y es entonces cuando la necesidad de sentir cariño y el alcohol me traicionan. Termino de acercarme y lo beso, primero suavemente, después el beso se profundiza, mueve sus labios con agresividad sobre los míos, entumiéndolos por el frío que despiden. Mis manos se enroscan en su cuello y termino sobre mis rodillas atrayéndolo a mí, sus manos se posan en mi cintura y él se levanta, inclinándome hacia atrás. Me vuelvo a recostar, pero esta vez él está encima de mí, devorando mi boca con desesperación, bajando por mi cuello, acariciando mi abdomen por debajo de mi ropa, se desprende de su camisa y mis manos tocan su abdo
Por un momento se ven fijamente a los ojos, mi abuela desde el suelo, con miedo, con lágrimas en los ojos, desesperada por no saber qué decisión tomar y desde arriba, viéndola con lástima, con una mirada rota y destruida por el dolor, Armand, extendiendo su mano hacia ella, esperando que acepte el trato. Lentamente Tila, levanta su mano con la poca fuerza que le queda y acepta. Tallo mi cara, cierro mis ojos con fuerza, me siento mareada, no sé si sea por el alcohol o por los recuerdos de Armand, ya no quiero ver más, pero tengo que hacerlo. Vuelvo a la realidad, mi cuerpo esta enredado con el suyo, siento su frialdad chocando contra mi calor, la capa de humo producto de la condensación cubre nuestra piel, sus gemidos son cada vez más fuertes en mi oído y mis caderas se mueven junto con sus embestidas, es una sensación extraña, pero placentera, echo la cabeza hacia atrás mientras sus manos se aferran a mi cuerpo y continúa moviéndose dentro de mí con fuerza, embistiéndome de
De repente se hace a un lado y veo a un par de vampiros que traen casi arrastrando a Tila, tiene miedo y sus ojos delatan que ha estado llorando. Armand la ve con horror y voltea hacia Elizabeth sorprendido, ella sonríe orgullosa de lo que ha hecho, se acerca a Tila y levanta su rostro hacia Armand. —Dile lo que me dijiste— dice Elizabeth emocionada, presionando las mejillas de Tila con los dedos. —Hay una forma de que… no necesiten hechiceros… de que puedan usar a su anterior hechicera para hacer el pacto—dice con algo de temor. —¿Qué?, pero… Clarice está muerta— Armand parece sorprendido y a la vez curioso. —Pero pueden traerla a la vida, pueden hacer que ella regrese y no solo eso, que haga el pacto cuando ustedes quieran— responde Tila con ansias, intentando convencerlo así como convenció a Elizabeth. —En vez de capturar hechiceros y tratar de mantenerlos con vida para que trabajen para nosotros, podemos seguir usando a Clarice, ¿lo entien