Capítulo 3

—Sí, tengo que buscar un trabajo…— suspiro liberando mi frustración y tristeza.

—Eso hacen las personas responsables y buenas— sale por la puerta Eva, limpiándose las manos manchadas de sangre con una toalla.

—Sí, bueno, si sabes de algo, no olviden en decirme— trato de ignorar sus manos llenas de sangre y simplemente me propongo a seguir con mi camino.

—¿Sabes quién podría ayudarla?—, le dice Yusuf a Eva —la cantinera del bola ocho.

—¿Jade?—, Eva lo ve desconcertado.

—Sí, vi que un tipo le dio una tarjeta con su número para sacarla de trabajar de cantinera y cuando se fue Jade la guardó en una bolsa llena de tarjetas— nos dice Yusuf emocionado.

—Creo que no entiendes las intenciones de esos tipos— lo veo cuestionándome su inocencia.

—Bueno, no perdemos nada… puedes usar a un idiota con las hormonas alocadas, obtener el empleo y después alejarte de él— me dice Eva levantando ambas cejas.

—Siempre y cuando el tipo no sea tu jefe jajajaja— a completa Yusuf divertido.

—Vaaaale… vamos, pero no creo que funcione— pongo los ojos en blanco, obvio no funcionará, ya lo estoy augurando desde ahorita.

Caminamos por las calles llegando a un bar de mala muerte llamado "bola ocho", con las letras en neón titilando, parecieran a punto de fundirse. Nos saltamos la fila y llegamos con el cadenero, cuando ve a los chicos nos deja entrar sin pensarlo mucho, supongo que ya los conoce lo suficiente. Paso a su lado y veo al tipo mal encarado, con los brazos cruzados y la boca torcida, me retraso un poco y Yusuf me agarra del brazo para que me dé prisa.

El lugar, está lleno, la gente baila, toma y se divierte debajo de las luces estroboscópicas y neones. Nos acercamos a la barra y ahí se encuentra una chica de aspecto angelical. Nos ve y nos sonríe muy amigable.

—¿Qué les doy, chicos?—, su mirada me recorre de arriba hacia abajo y de pronto me siento vulnerable.

—Jade, ella es Brooke, una amiga y sírvenos un par de ofertas de empleo— dice Eva con soltura, recargada en la barra.

—¿Ofertas de trabajo?—, primero se queda confundida —ahhhhhh ya… espera— se esconde detrás de la barra, sacando una bolsita negra de terciopelo —¿cómo de que quieren?—, voltean a verme los tres.

—No sé… algo sencillo, bien pagado… ¿qué tienes?

—No quieres nada— dice Yusuf poniendo los ojos en blanco.

—A ver… "venta de sartenes por catálogo", "secretaria en un despacho de abogados", "servicio de limpieza de oficinas"…

Al final esparce todas en la barra y una se desliza hacia mí, casi ofreciéndose ella misma, como si dijera "¡escógeme a mí!”, la tomo de la barra y la leo, ver el nombre de la empresa me da risa, la vida es muy irónica. Eva ve que me río y le nace la curiosidad, volteo la tarjeta para que la lean.

—¿"Seguridad Privada Iron"?, no entiendo— frunce el ceño Eva después de leerla.

—¡Ohhh! yo sí entendí jajajaja ¿no es de ahí la camioneta de valores que asaltaron Jenny, Kuro y tú?—, dice Yusuf sorprendido y ahogando su risa cubriendo su boca con su enorme mano.

—Así es, bueno… puedo trabajar para ellos y compensar el dinero que les quité jajajajaja.

Vuelvo a ver la tarjeta con motivos rojos y grises, tiene la figura de un lobo en su logo, debajo del nombre de la empresa encuentro un nombre "Román River" y su número de teléfono en un círculo con pluma azul y un "llámame", supongo que eso haré.

Salimos del lugar no sin antes agradecerle a Jade, ella me ofrece su bolsa con tarjetas por si no tengo suerte. Me separo de mis amigos no sin antes abrazarlos con fuerza, se ven algo tensos, están tras de algo y posiblemente en otro momento les preguntaría lo que ocurre, tal vez me ofrecería a ayudarles, pero… esos tiempos ya quedaron muy atrás, no debo de seguir involucrándome en ese tipo de asuntos, incluso debería de no hablarles, involucrarme lo mínimo, pero… ¿cómo haces a un lado una amistad de toda la infancia?, ¿cómo los olvidas?, ¿con que corazón?

Camino con paso seguro por las calles de noche y en eso unos faroles alumbran mi rostro, un carro muy elegante pasa por mi lado y sigue derecho, por alguna extraña situación volteó hacia él y lo sigo con la mirada. Qué raro es como si hubiera sentido la mirada del conductor a través de su parabrisas polarizado. Regreso a mi camino y sigo por la acera, de reojo noto que alguien me sigue, camino un poco más aprisa y cuando paso por un callejón otros dos tipos salen acompañando al primero detrás de mí, algo no está bien.

Me meto en la primera calle y empiezo a correr, al diablo parecer una loca, conozco a este tipo de escoria, conviví con esa clase de gente toda mi vida, sé cuándo algo traman. Ellos corren tras de mí, es claro que el problema es conmigo, doblo en la siguiente esquina, acelero aún más mis pasos y vuelvo a meterme en otra calle, pero lamentablemente es un callejón sin salida, no puede ser. Llego hasta la pared y escucho sus pasos detrás de mí, relajados, sabiendo que no podre huir de ellos. Doy la vuelta y los veo entrar con calma, uno de ellos tiene un tubo de metal, lo balancea entre sus manos haciéndolo girar.

—¿Qué hace una princesa tan hermosa sola en estos parajes de la ciudad tan abandonados y peligrosos?—, dice el primer tipo, tiene una gorra y la oscuridad del lugar no me deja ver sus rasgos, viste como indigente.

—Al parecer perderme— me quito los tacones lista para correr o pelear, lo primero que pase.

—¿Qué les parece si la ayudamos chicos?, ¿tienes algo en ese bolso que nos puedas ofrecer primor?—, se acerca aún más.

—Ofertas de empleo, creo que necesitas una.

—Nuestra chica es comediante jajajaja— se ríen los tres —ven acá muñeca.

Se acerca queriendo agarrarme del brazo, yo lo esquivo y le encajo el tacón de mi zapato en la cara, tirándolo hacia un lado mientras grita de dolor causando eco en el pasillo.  El segundo se abalanza hacia mí, este es más alto y corpulento, pero también más lento. Brinco hacia atrás cuando intenta sujetarme de un abrazo, al quitarme se inclina hacia delante y entonces arremeto contra el dándole un rodillazo en la cara, apenas y se hace un poco para atrás, pero parece que no se inmutó. Vuelve contra mí y yo giro hacia un lado para evitarlo, en eso siento como el tercero descarga su tubo de metal en mi espalda tirándome al piso, el grandote regresa sobre sus pasos y me sujeta de ambas manos, el tipo vuelve a dejar caer su tubo, pero ahora sobre mi abdomen, sacándome el aire. 

—Te enseñaré a respetar, maldita bruja— se acerca el primero al que le pegué con el zapato, se empieza a desabotonar el pantalón y se hinca abriendo mis piernas mientras su rostro sangra.

—¡No te atrevas estúpido!—, le gritó con coraje y miedo, busco retorcerme, intentar liberarme, pero nada funciona.

Me da una bofetada; el tipo grande sigue aferrado a mi brazos mientras que el del tubo me agarra del abdomen y jala una de mis piernas, justo cuando el maldito cerdo quiere subir mi falda algo lo embiste, como si un tren lo arrollara, un tren enorme y negro. Volteo hacia el rincón más lejano y oscuro por dónde desaparece, los tipos que me sujetaban se levantan con los ojos desencajados. Yo me intento incorporar cuando veo unos ojos rojos intenso, brillan desde la sombra que lo cubre, se levanta frente a nosotros y aunque la oscuridad de dónde está cubre su apariencia, se ve que mide casi tres metros y saca vapor de su… boca, supongo que tiene una. Un charco de sangre se empieza a formar debajo de él, sale hacia la luz brillando en un rojo carmín. Regreso la mirada a los ojos de la criatura o tipo que está oculto en las sombras.

—“Cierra los ojos”— escucho su voz en mi cabeza, una voz muy grave y salvaje, antinatural.

Al parecer soy la única que la escucha, veo como sus ojos se entrecierran y sus iris palpitan. Por alguna extraña razón confío en él, quiero creer que su petición no es para hacerme algo a mí, así que cierro mis ojos con fuerza y tapo mis oídos. Cuando lo hago escucho de forma ahogada como los tipos empiezan a correr y una brisa fuerte pasa por mi lado, no dan ni dos pasos cuando escucho sus gritos desgarradores, pese a que tapo mis oídos no puedo evitar escucharlos. Quito mis manos de mis orejas pues no hace ninguna diferencia.

—“No los abras”— insiste y claramente sigo sus indicaciones.

¿Cómo es que lo escucho en mi cabeza?, siento su presencia cerca de mí, admito que me da miedo y me hace sentir pequeña e indefensa, de repente siento como si me olfateara, los brazos, la cara, siento el vapor saliendo de él y unos cabellos me rozan. Se queda unos minutos observándome, tiene un aroma llamativo, fresco, a maderas, es dulce, como una loción para hombre combinada con bosque, y de repente se va. Escucho que sus pisadas grandes se hacen cada vez más lejanas, abro los ojos lentamente y veo a los tipos detrás de mí destrozados.

El primero sigue en la sombra, oculto y prefiero que así quede. Salgo de ahí, me pongo los tacones y reviso que ninguno de ellos se quedará con algún rastro mío. No quiero que me asocien a estos asesinatos. Lo que pasó fue tan irreal, si le digo a mi abuela dirá que un monstruo me salvó.

Cuando llego al departamento dejo de sentir que alguien me observa, todo el camino lo sentí. Dejo mis llaves en la mesa, junto al teléfono, saco una cerveza del refrigerador y me asomo a la habitación de mi abuela, está dormida plácidamente. Saco de mi bolso el morralito que me dio Jade, dejo todas las tarjetas en la mesa y como si quisiera que no me olvidara de ella, la tarjeta de "seguridad privada Iron" sobresale de todas, la tomo y juego con ella entre mis dedos mientras tomo de mi botella.

Me levanto y la pongo a lado del teléfono, mañana llamaré, será lo primero que haga al despertar. Camino hacia mi habitación terminando mi cerveza en el camino, abro la puerta y me recuesto en mi cama, recuerdo lo ocurrido hace un rato, si esa cosa no hubiera aparecido de seguro estaría violada y posiblemente muerta, eso es obvio, pero entonces… esa cosa no es mala, no puede serlo, a menos que tuviera algo en contra de ellos, que fuera algo personal, pero me salvó, solo pidió que cerrara mis ojos, ¿cómo puedo explicar que lo escuché en mi cabeza?, eso es irreal. A lo mejor y no lo escuché, tal vez fue mi cabeza la que me dio la orden, sabiendo que las cosas se iban a poner feas y que obviamente no tenía forma de hacer algo, si esa cosa me atacaba no es como que pudiera defenderme muy fácil. Decido dormirme, no vale la pena seguir pensando en algo que no va a llegar a más, apago la luz de mi habitación.

Me dejo llevar por la oscuridad, las luces de los autos llegan a iluminar a través de la ventana de forma momentánea, dejo que el alcohol, el estrés y el cansancio me sumerjan en la inconsciencia, mis parpados se sienten pesados, me acomodo en la cama y me dispongo a domir.

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