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¡Despierta, Eva! ¡Despierta ahora!

Abro los ojos, encontrando la habitación un poco oscura, si no fuera por los rayos del sol que invaden las finas rendijas de las persianas y automáticamente abro una sonrisa lánguida, seguida de un suspiro de satisfacción, pensando en la noche anterior. Tus dulces besos, tus suaves caricias, tus susurros en medio de los besos en mi piel enfriándome, haciéndome gemir suavemente. Y con esos recuerdos, salto emocionado de la cama y me dirijo directamente al baño. Y durante la ducha rápida, no puedo soltar esa sonrisa tonta y gigante, porque no tengo la más mínima posibilidad de detener mis pensamientos felices. Erick, Erick, Erick... Mi cerebro repite su nombre una y otra vez como si quisiera memorizar cada letra. Maldita sea, mi sonrisa es más amplia ahora y si bromea, podrá partirme la cara por la mitad. Respiro hondo, me seco rápidamente y vuelvo a la habitación y me pongo la primera ropa que veo frente a mí. ¿Tienes prisa por ir a verlo? ¡Ay, imagin
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