Maddie estaba acostada en su cama, mirando hacia el techo distraída. Entonces escuchó la alarma de su teléfono sonar de nuevo. Era la tercera vez que la postergaba, pero como no tenía ánimos para levantarse, decidió apagarla de una vez y continuar enterrada entre las sábanas. —Soy tan patética, ¿por qué no me muero de una vez? Así no tendría que ir a la oficina —murmuró de frustración. Después de esto, estiró de nuevo su mano para tomar su teléfono móvil y llamar a su jefe. Mientras esperaba a que este contestara, comenzó a pensar en otra excusa para justificar su indisposición para no ir a trabajar. Cuando finalmente la otra persona atendió su llamada, inmediatamente respondió: —¿Hola? ¿Jake? Disculpa, soy yo, otra vez me siento mal, no podré ir a la oficina. —¿Otra vez? ¿Qué tienes? —replicó furioso su superior. —No puedo moverme, me duele todo el cuerpo —respondió Maddie, fingiendo su voz para hacer más verídico su testimonio. —¿De verdad? ¡No lo puedo creer! ¿Cuándo me vas a
Cuando escuchó la voz de Claire, Maddie sintió un escalofrío que recorrió todo su cuerpo, que apenas pudo responder. —¡Oh! Está bien, ahora bajo. Apenas había terminado de hablar, cuando escuchó su amiga cortó inmediatamente la llamada. Esto le confirmó que Claire ya sabía toda la situación con Leo e imaginó que ella estaba ahí para reclamarle por haberla engañado. Con las pocas energías que le quedaban, se levantó con mucho esfuerzo de la cama, para salir de la habitación. Al mismo tiempo, afuera se encontraba Claire esperando con impaciencia a que Maddie abriera de una vez la puerta. En ese punto, no estaba segura de qué haría en el momento en que la volviera a ver. «¿Por qué tarda tanto? ¿Acaso es tan cobarde como para no dar la cara?», pensó furiosa. Apenas pasaron unos minutos, cuando finalmente Maddie abrió la puerta y cruzaron miradas, ambas se quedaron congeladas sin saber qué decir. Luego de un momento, Claire se atrevió a romper el silencio. —¿Me dejas pasar? —solicitó
Un día después de la gran final del Torneo Nacional de Videojuegos, Leo y Mike ya se encontraban a bordo del avión que los llevaría de vuelta a Ciudad M. A pesar de que habían conseguido la victoria, el incidente durante la competencia y la actitud depresiva del chico pelirrojo amargaron la alegría del resto del equipo. Mientras esperaban a que el personal del avión diera las indicaciones durante el vuelo, Mike sintió que su teléfono móvil vibraba. Cuando lo revisó, vio que eran mensajes de Dan, quien le compartió fotografías del momento en que recibían la copa. Luego de observar detenidamente los rostros de sus compañeros, el chico gamer se sintió afligido al ver la expresión sombría de su amigo. «Cielos, no pienso tener una novia real. Son como las drogas, destruyen», pensó preocupado. Por su parte, Leo se sentía como dopado de la realidad, como si él hubiera ordenado a su cerebro desconectarse del mundo y solo dejarse llevar por la corriente. Era tal su shock, que desde el moment
Un mes después, en un estante de revistas apareció el rostro de un apuesto pelirrojo, quien era la sensación del momento en las redes sociales. Apodado como el “Caballero Rojo”, su triste mirada derretía los corazones de las mujeres, quienes deseaban saber más sobre ese misterioso hombre y ser ellas las que le devolvieran la luz a sus hermosos ojos castaños. La nueva imagen de la compañía Master Games se había vuelto tan popular, que varias revistas de moda y espectáculos se peleaban por conseguir que él apareciera en su portada, sin embargo, solo un medio de comunicación tenía la entrevista exclusiva, desplegada en ocho páginas e ilustrada con fotografías de él posando en diferentes atuendos que resaltaban su esencia fría e intrigante. En ese momento, Maddie se encontraba en el comedor almorzando con sus compañeros de trabajo, cuando escuchó los comentarios de algunas mujeres, quienes en ese momento se acercaron al televisor donde se transmitía un programa de variedades. —¡Es un “A
En una acogedora cafetería ubicada en el centro de la ciudad, Mike se encontraba sentado en una mesa, mirando con ansiedad hacia la puerta. Aún creía que debía haberle avisado a Leo de su encuentro con esa persona, sin embargo, ella había sido tan insistente en pedirle que no comentara a nadie al respecto. De repente, las campanas de la puerta sonaron, indicando la llegada de un cliente. El chico gamer se congeló al escuchar esto, ya que significaba que esa mujer había llegado. —Hola, Mike. ¿Esperaste mucho?—saludó Claire con una sonrisa nerviosa. Inmediatamente, Mike se levantó para recibirla y se paró junto a ella para acercarle la silla. —No —contestó rápido—, realmente acabo de llegar. —¡Oh! Qué bien —dijo Claire tímidamente ante el repentino gesto del muchacho. Cuando ambos se sentaron, en ese momento se acercó un mesero. —¡Qué tal! ¿Puedo tomarles su orden? —¡Oh! Gracias, me puedes dar un café capuchino, por favor —indicó Mike. —Un capuchino —repitió el mesero mientras
Maddie se sentía nerviosa por visitar a Claire, ya que no estaba segura de si ella aceptaría verla. Había pasado más de un mes desde que se hablaron por última vez, así que esperaba encontrar una casa vacía o que le azoten la puerta en la cara. «¿Qué habrá pasado con Claire y Leo? Si ese hombre parece bastante resentido con nosotras, estoy segura de que no lograron reconciliarse. ¡Ah! Me siento tan mal por cómo terminaron las cosas, espero que ya no esté tan molesta conmigo, para que pueda disculparme», meditó con tristeza. Cuando el taxi la dejó en su destino, la chica trigueña se detuvo un momento para tomar un poco de valor y avanzar hacia la puerta. Al llegar frente a esta, dudó un poco en llamar, pero antes de moverse, escuchó una voz familiar. —¿Qué haces aquí? Esto sobresaltó a Maddie, que casi gritó del susto. Entonces volteó instintivamente y vio que detrás de ella se encontraba su ex amiga, quien en ese momento acababa de llegar. —Hola. Vine a ver cómo estabas, desde la
Durante una sesión de fotos, Leo se encontraba tomando un descanso mientras el fotógrafo y su manager revisaban las imágenes que le habían tomado con un atuendo, cuando escuchó el sonido de mensaje, inmediatamente revisó su teléfono móvil. Al ver que era Mike, quien le escribía, se sintió intrigado, ya que era la primera vez que se ponían en contacto, luego de tanto tiempo. “Oye, los chicos llegaron de visita y quieren verte. Esta noche habrá alitas y cerveza en mi casa. ¡No puedes faltar!”, leyó Leo. En ese momento quiso rechazar la invitación debido a que no estaba de ánimos, sin embargo, decidió aceptarla, ya que se sentía mal por no haber asistido a la fiesta que organizaron sus compañeros el día que ganaron. “Está bien, iré cuando me desocupe”, escribió. “Más te vale o te desheredo como amigo”, recalcó su alocado amigo. Al leer esto, el chico pelirrojo sonrió con nostalgia porque Mike lo trataba como antes, a pesar de que él se había comportado como un estúpido. Incluso cuand
Todos se atragantaron al escuchar que Mike planeaba casarse y por un momento se quedaron sin palabras. El primero en reaccionar fue Leo, que exclamó contrariado. —No entiendo, ¿cómo es eso que te vas a casar? ¿Con quién? —Exacto, ¿cómo fue que conociste a esa chica? Nunca nos habías dicho que estabas saliendo con alguien —añadió Jerry bastante exaltado. —De seguro es una broma, nada más mírenle la cara —sugirió Ian incrédulo. —Sempai, es una broma, ¿verdad? —preguntó Dan ingenuamente. Mike sonrió al ver la incredulidad de sus amigos y continuó hablando con desenfado. —Sé que parece increíble, pero quería que ustedes fueran los primeros en enterarse. Me voy a casar dentro de dos semanas con una hermosa chica, así que están cordialmente invitados a la boda. Pronto les daré sus invitaciones —recalcó esto último con tal de atraer la atención de su atolondrado amigo. El chico pelirrojo aún seguía confundido con la noticia, así que volvió a replicar. —¿Qué dices? ¿En dos semanas? ¿N