Curando la resaca
Al día siguiente, Leo despertó con un fuerte dolor de cabeza y extrema sensibilidad a la luz que le impedía abrir los ojos no sin antes sentir malestar. Apenas podía recordar lo que había pasado la noche anterior, que por un momento se encontró perdido al percatarse de que estaba durmiendo en una habitación diferente a la suya. Luego observó que tenía puesta una bata de baño y que a su lado se encontraba Maddie durmiendo plácidamente, hecho que lo hizo levantarse de golpe.

«¿Qué pasó? ¿Por qué ella está aquí?», pensó sumamente confundido, pero como el dolor de cabeza era tan intenso, apenas pudo recordar lo que había hecho antes de perder el conocimiento.

Como aún no comprendía lo que había pasado, se dispuso a bajarse de la cama, pero en el instante en que se movió, vio que Maddie abrió los ojos. Al percatarse de que Leo también acababa de despertar y estaba sumamente confundido, lo saludó perezosamente.

—Buenos días, dormilón —dijo esbozando una dulce sonrisa.

—¿Qué pasó anoche?
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