El corredor que Ethan y Afrodita atravesaban parecía cambiar con cada paso, como si el propio espacio respondiera a su presencia. Las luces y sombras que danzaban a su alrededor se fusionaban en formas fugaces: rostros, figuras etéreas, fragmentos de recuerdos que parecían susurrar secretos incomprensibles. El silencio era denso, roto solo por el eco de sus pasos.Afrodita mantenía su mirada fija en el camino frente a ellos, pero de vez en cuando observaba a Ethan de reojo. Su expresión serena escondía la creciente preocupación que sentía por él. Había algo en su postura, una mezcla de tensión y determinación, que le hacía preguntarse cuánto más podría soportar.—Ethan… esto no es como las otras pruebas —dijo Afrodita, su voz cargada de tensión. Mantenía su mano cerca de él, como si temiera que el corredor pudiera separarlos en cualquier momento.Ethan se detuvo por un instante, girándose hacia ella. Sus ojos reflejaban las luces del entorno, llenos de una determinación que intentaba
El camino que emergió frente a Ethan y Afrodita tras superar la primera prueba era un puente de luz que parecía extenderse hacia el infinito. Bajo sus pies, las estrellas danzaban como reflejos de un universo en constante movimiento. Afrodita sintió un estremecimiento mientras avanzaban; cada paso resonaba como un eco dentro de ella, como si el puente se conectara directamente con su alma.Ethan mantenía su mirada fija al frente. Había algo al final del puente: una estructura majestuosa que flotaba entre el cielo y el abismo. Era un templo hecho de cristal y energía, pulsando con colores que no parecían pertenecer a este mundo. Cada pulsación era un recordatorio de que lo que enfrentaban no era solo una prueba física, sino una confrontación con lo más profundo de ellos mismos.—Esto no es solo una prueba más —murmuró Afrodita, rompiendo el silencio. Su voz llevaba una mezcla de asombro y temor. Sus ojos se desviaron hacia Ethan, buscando alguna señal de certeza en él.—Es un lugar don
El templo se llenó de un silencio tan profundo que parecía absorber todo sonido, dejando a Ethan y Afrodita atrapados en un momento eterno. Las dos puertas frente a ellos pulsaban con energías opuestas: una irradiaba una luz cegadora que calentaba la piel, mientras que la otra emanaba sombras densas que enfriaban el aire. Ambas eran igualmente imponentes, como si cada una pudiera contener el destino del universo entero.Afrodita observó las puertas con una mezcla de asombro y temor. Su respiración se volvió más rápida mientras las palabras de la figura resonaban en su mente: "Uno de ustedes debe elegir entre la humanidad y la divinidad." El peso de esas palabras la aplastaba. Podía sentir un nudo formándose en su pecho, una sensación de urgencia y miedo que no podía ignorar.—Esto no es justo… —murmuró, su voz casi inaudible. Miró a Ethan, quien también estaba inmóvil, su mirada fija en las puertas. Las luces y sombras de las entradas se reflejaban en sus ojos como un torbellino de in
Las ruinas de Uruk parecían un campo de batalla salido de una epopeya olvidada. El cielo estaba cubierto por nubes grises que giraban en espirales caóticas, reflejando la tensión que reinaba en la tierra. Cada trueno que resonaba en la distancia parecía sincronizarse con los gritos y el choque de armas que llenaban el aire. El olor a polvo y ozono impregnaba el ambiente, haciendo que cada respiración fuera un recordatorio de la lucha que se libraba.Tarsus, bañado en sangre y polvo, se alzaba como una sombra imponente frente a Poseidón y Apolo. A pesar de las heridas visibles en su cuerpo, una furia inhumana parecía mantenerlo en pie. Sus ojos, enrojecidos por la ira y algo más oscuro, fulminaban a los dioses con un desprecio palpable.—¡Ríndanse, dioses! Éste es el comienzo del fin para su linaje decadente —rugía Tarsus, su voz resonando como un trueno en las ruinas. Su aliento pesado formaba una nube de vapor en el aire frío.Poseidón, jadeando, alzó su tridente. La energía divina b
El eco del arma de Tarsus golpeando el suelo resonó en las ruinas de Uruk, como un símbolo de algo más profundo que se estaba quebrando. El guerrero, que hasta ahora había sido una fuerza imparable de furia y destrucción, se encontraba de rodillas, con las manos vacías y la mirada perdida. El sudor mezclado con sangre descendía por su frente, marcando un rostro que reflejaba cansancio y conflicto interno. Nerya, de pie frente a él, sintió un peso levantarse de su pecho, como si por fin una luz hubiera atravesado la oscuridad.Poseidón y Apolo, aunque todavía en guardia, bajaron lentamente sus armas. El dios del mar miró a Nerya con una mezcla de asombro y respeto. La tensión en sus hombros se relajó ligeramente, aunque su tridente seguía emanando un brillo tenue.—¿Cómo lo hiciste? —preguntó Apolo, su voz cargada de incredulidad. Su arco seguía apuntando al suelo, pero sus dedos no se alejaban de la cuerda, listos para actuar si la situación lo demandaba.Nerya no respondió de inmedia
El rugido del abismo se intensificó, resonando como un coro de tormentas y lamentos que amenazaba con desgarrar el mundo. Las criaturas de sombras, temerosas pero atraídas por la energía de la gema, avanzaron lentamente, su presencia sumiendo el campo de batalla en un frío insoportable. Las ruinas de Uruk, que alguna vez representaron la gloria de una civilización antigua, parecían ahora un escenario del juicio final.Tarsus dio un paso más, colocándose entre Kael y el abismo. Sus hombros estaban tensos, pero su voz, cuando habló, era sorprendentemente suave. Cada palabra llevaba el peso de alguien que había enfrentado sus propios demonios y decidido luchar por algo más grande que su dolor.—Lucho porque no quiero un mundo construido sobre el odio, Kael. Lucho porque aún creo que hay algo más allá de la furia que nos consume. —Su voz, aunque firme, estaba cargada de una emoción que resonó en el campo de batalla.Kael apretó la gema con más fuerza, pero sus manos comenzaron a temblar.
El silencio que siguió al cierre de la grieta era casi sobrenatural, como si incluso el tiempo hubiera dejado de fluir. Las ruinas de Uruk, ennegrecidas y destrozadas, parecían respirar bajo el peso de una energía residual que se aferraba al lugar como un espectro invisible. Cada piedra fracturada, cada columna derribada, contaba una historia de gloria antigua y caos reciente. El aire estaba cargado de un calor extraño, no del fuego, sino de algo más profundo, como si la tierra misma intentara asimilar lo que había sucedido.Kael permanecía inmóvil, con las rodillas hundidas en el suelo polvoriento. Su figura, que alguna vez irradiaba una fuerza imponente y un propósito inquebrantable, ahora parecía quebrada, un hombre atrapado entre lo que había sido y lo que temía convertirse. Frente a él, los fragmentos de la gema seguían pulsando con un brillo intermitente, un ritmo irregular que resonaba como un latido moribundo. Cada destello proyectaba sombras irregulares que danzaban sobre el
El rayo oscuro que se alzó desde los fragmentos de la gema dejó una impresión indeleble en el cielo. Aunque su fulgor había desaparecido, una sensación de vacío permanecía, como si el aire hubiera sido desgarrado y no pudiera recuperarse por completo. Las ruinas de Uruk parecían aún más sombrías bajo el tenue resplandor de las estrellas, y un silencio pesado se cernía sobre el grupo, como si el mismo universo aguardara lo que vendría.Poseidón avanzó hacia los fragmentos, cada paso acompañado por el eco de sus sandalias contra las piedras. Su figura, alta y poderosa, proyectaba una sombra larga bajo la luz menguante. La intensidad en su mirada era inconfundible; incluso en el silencio, su presencia irradiaba un dominio incuestionable. Se detuvo junto a los fragmentos, inclinándose ligeramente para observarlos con más detalle.—Esto no es solo energía residual, —dijo finalmente, su voz como un trueno contenido.Apolo, que permanecía de pie con su arco aún preparado, avanzó hacia él con