La luz del Orbe los envolvió con un calor reconfortante mientras sentían cómo sus cuerpos eran transportados a un nuevo destino. A diferencia de las transiciones anteriores, esta vez no hubo sensación de tirón ni vacío; todo era suave, como si el Orbe los estuviera preparando para lo que vendría.Cuando la luz se desvaneció, Ethan y Afrodita se encontraron de pie sobre una llanura inmensa cubierta de hierba alta que ondulaba como un mar verde bajo un cielo crepuscular. El aire era fresco, con un aroma que combinaba lo terrenal con algo más etéreo, una fragancia que evocaba tanto vida como antigüedad.En el horizonte, una estructura imponente se alzaba: Stonehenge, sus piedras gigantes proyectaban sombras largas y espectrales bajo la luz de un sol que parecía estar atrapado en el momento exacto antes de ocultarse.—Por fin, un lugar que reconozco —murmuró Afrodita, dejando escapar un leve suspiro mientras observaba el icónico círculo de piedras.Ethan se detuvo junto a ella, sosteniend
Las piedras comenzaron a moverse, girando lentamente en sus ejes como si obedecieran a una fuerza invisible. Cada giro resonaba con un eco profundo que vibraba en el aire, como un tambor que marcaba un ritmo primordial. Los símbolos tallados en las piedras brillaban intensamente, revelando un patrón en el suelo que parecía una figura geométrica viva, pulsando como un corazón.—Esto no es solo un altar —murmuró Afrodita, retrocediendo un paso mientras sus ojos analizaban el patrón con creciente inquietud—. Es un sello.Ethan la miró rápidamente. —¿Un sello? ¿De qué estás hablando?Afrodita señaló las líneas que se entrecruzaban bajo sus pies, formando un diseño que cambiaba lentamente ante sus ojos. —Algo fue encerrado aquí hace mucho tiempo. Los Antiguos sellaron un poder que ni siquiera nosotros, los dioses, entendíamos del todo.El Orbe, todavía en el centro del círculo, pulsaba con más fuerza. Su luz se mezclaba con el resplandor de las piedras, como si estuviera sincronizándose co
La luz del Orbe comenzó a suavizarse, dejando a Ethan y Afrodita en una calma engañosa. Aunque el lugar parecía haberse aquietado tras la prueba, había algo en el ambiente que les decía que no estaban solos. Afrodita mantuvo la mirada fija en las piedras, como si esperara que algo más surgiera de las sombras.—¿Lo sientes? —preguntó, su voz era apenas un murmullo, pero cargada de tensión.Ethan asintió, ajustando el Orbe entre sus manos. Había una presión en el aire, como si algo invisible los estuviera observando. Antes de que pudiera responder, un eco de pasos resonó entre las piedras, rompiendo el silencio.Ambos se giraron instintivamente, sus cuerpos tensos mientras las sombras proyectadas por las piedras comenzaron a alargarse. Dos figuras emergieron, sus siluetas creciendo hasta materializarse por completo: una alta y robusta, la otra imponente y envuelta en una presencia gélida.—Por fin los encontramos —dijo Poseidón, su voz profunda resonó en el círculo con la autoridad de u
El temblor en la cámara subterránea era cada vez más intenso, y las figuras de los guardianes se alzaban como gigantes imponentes hechos de roca viva. La luz roja que pulsaba en sus grietas parecía latir como un corazón, mientras sus movimientos, aunque deliberados, llenaban el espacio con un eco que resonaba como un presagio de destrucción.Afrodita se mantuvo inmóvil por un instante, sus ojos analizaban a las criaturas con la precisión de alguien que sabía que cada movimiento debía ser calculado. En los símbolos que cubrían sus cuerpos había algo familiar, una estructura que resonaba con los patrones de los Antiguos.—Estos no son simples enemigos —murmuró, su energía dorada envolvía sus manos como una extensión de su voluntad. Miró a Ethan brevemente, como si confirmara que el Orbe reaccionaba ante ellos.Hércules dejó escapar un gruñido mientras flexionaba los dedos. —Perfecto. Me estaba empezando a aburrir.—No los subestimes —advirtió Poseidón, alzando su tridente. Su mirada rec
La luz del Orbe se expandió en todas direcciones, envolviendo a Ethan y deteniendo a los guardianes en seco. La cámara, que momentos antes era un torbellino de caos, parecía ahora suspendida en el tiempo. La vibración del artefacto resonaba en el espacio como un eco que se infiltraba en las piedras, los símbolos y las grietas que cubrían el suelo.Los guardianes tambalearon, sus movimientos se volvieron lentos y torpes. Uno a uno, comenzaron a desmoronarse en polvo, sus cuerpos colapsaron hasta que no quedó nada más que un silencio pesado.Afrodita, arrodillada junto a Hércules, levantó la mirada hacia Ethan. Algo había cambiado en él. Ethan bajó el Orbe lentamente, su respiración era entrecortada. Había encontrado algo, pero aún no comprendía completamente su alcance.Afrodita ayudó a Hércules a levantarse, su mirada llena de preocupación. Poseidón observó a Ethan con una mezcla de respeto y cautela, consciente de que el poder del Orbe iba más allá de lo que entendían. La batalla ha
La cámara estaba envuelta en un silencio casi reverencial. Los ecos de la batalla con los guardianes se habían desvanecido, pero la energía del lugar seguía presente, impregnando el aire con una carga eléctrica que hacía que cada respiración se sintiera más pesada. La luz del Orbe, ahora tenue pero constante, iluminaba los rostros del grupo mientras todos intentaban procesar lo que acababa de ocurrir.Afrodita observaba a Ethan desde donde estaba, su expresión era una mezcla de alivio y preocupación. Algo había cambiado en él, pero no sabía si debía sentirse aliviada o temerosa por lo que eso significaba.Ethan permanecía inmóvil, con el Orbe en sus manos. La vibración constante del artefacto se sentía como un eco dentro de él, una conexión que parecía fortalecerse con cada momento. Pero junto con esa conexión, sentía un peso emocional, como si el artefacto estuviera transmitiéndole algo más que energía: responsabilidad.—No luches… conduce —murmuró para sí mismo, recordando las palab
El ascenso desde la cámara subterránea transcurrió en un silencio pesado, roto únicamente por los ecos de los pasos del grupo contra la piedra húmeda. A medida que avanzaban, el aire frío del exterior comenzó a filtrarse por el túnel, reemplazando la atmósfera opresiva del lugar con un alivio temporal. Pero la carga emocional seguía presente en cada uno de ellos, como una sombra que no podían ignorar.Afrodita, caminando junto a Hércules, lo miraba con atención. Aunque su fuerza física parecía intacta, el impacto del guardián había dejado una marca visible en su forma de caminar.—Sigues más callado de lo normal, Hércules —comentó Afrodita, su tono era ligero, aunque su mirada reflejaba una preocupación genuina.—Estoy procesando —respondió él, forzando una sonrisa—. No todos los días una roca gigante me lanza contra una pared.Afrodita soltó una risa suave, pero no pudo evitar pensar en lo frágil que incluso los dioses podían parecer en esta misión. Había algo más profundo afectándol
El amanecer derramaba tonos dorados sobre el horizonte, suavizando las sombras que se extendían como dedos sobre el terreno montañoso. Aunque el aire fresco del nuevo día debería haber sido un alivio, la atmósfera seguía cargada de una tensión pesada, un presagio de lo que aguardaba.Ethan sostenía el Orbe con ambas manos, sintiendo cómo el artefacto pulsaba con un ritmo que parecía imitar los latidos de su propio corazón. Cada vibración llevaba consigo una sensación inquietante, como un susurro apenas audible que prometía verdades no dichas.Detrás de él, Afrodita observaba cada movimiento del grupo con atención. Sus ojos, siempre atentos, se desviaban ocasionalmente hacia Ethan, percibiendo en él algo que no lograba descifrar. ¿Era el peso del Orbe lo que lo cambiaba, o algo más profundo que no podía ver?—¿Cuánto falta? —preguntó Hércules desde el centro de la formación, rompiendo el silencio con su habitual tono de impaciencia.Poseidón, liderando el grupo, no se giró al responder