El temblor en la cámara subterránea era cada vez más intenso, y las figuras de los guardianes se alzaban como gigantes imponentes hechos de roca viva. La luz roja que pulsaba en sus grietas parecía latir como un corazón, mientras sus movimientos, aunque deliberados, llenaban el espacio con un eco que resonaba como un presagio de destrucción.Afrodita se mantuvo inmóvil por un instante, sus ojos analizaban a las criaturas con la precisión de alguien que sabía que cada movimiento debía ser calculado. En los símbolos que cubrían sus cuerpos había algo familiar, una estructura que resonaba con los patrones de los Antiguos.—Estos no son simples enemigos —murmuró, su energía dorada envolvía sus manos como una extensión de su voluntad. Miró a Ethan brevemente, como si confirmara que el Orbe reaccionaba ante ellos.Hércules dejó escapar un gruñido mientras flexionaba los dedos. —Perfecto. Me estaba empezando a aburrir.—No los subestimes —advirtió Poseidón, alzando su tridente. Su mirada rec
La luz del Orbe se expandió en todas direcciones, envolviendo a Ethan y deteniendo a los guardianes en seco. La cámara, que momentos antes era un torbellino de caos, parecía ahora suspendida en el tiempo. La vibración del artefacto resonaba en el espacio como un eco que se infiltraba en las piedras, los símbolos y las grietas que cubrían el suelo.Los guardianes tambalearon, sus movimientos se volvieron lentos y torpes. Uno a uno, comenzaron a desmoronarse en polvo, sus cuerpos colapsaron hasta que no quedó nada más que un silencio pesado.Afrodita, arrodillada junto a Hércules, levantó la mirada hacia Ethan. Algo había cambiado en él. Ethan bajó el Orbe lentamente, su respiración era entrecortada. Había encontrado algo, pero aún no comprendía completamente su alcance.Afrodita ayudó a Hércules a levantarse, su mirada llena de preocupación. Poseidón observó a Ethan con una mezcla de respeto y cautela, consciente de que el poder del Orbe iba más allá de lo que entendían. La batalla ha
La cámara estaba envuelta en un silencio casi reverencial. Los ecos de la batalla con los guardianes se habían desvanecido, pero la energía del lugar seguía presente, impregnando el aire con una carga eléctrica que hacía que cada respiración se sintiera más pesada. La luz del Orbe, ahora tenue pero constante, iluminaba los rostros del grupo mientras todos intentaban procesar lo que acababa de ocurrir.Afrodita observaba a Ethan desde donde estaba, su expresión era una mezcla de alivio y preocupación. Algo había cambiado en él, pero no sabía si debía sentirse aliviada o temerosa por lo que eso significaba.Ethan permanecía inmóvil, con el Orbe en sus manos. La vibración constante del artefacto se sentía como un eco dentro de él, una conexión que parecía fortalecerse con cada momento. Pero junto con esa conexión, sentía un peso emocional, como si el artefacto estuviera transmitiéndole algo más que energía: responsabilidad.—No luches… conduce —murmuró para sí mismo, recordando las palab
El ascenso desde la cámara subterránea transcurrió en un silencio pesado, roto únicamente por los ecos de los pasos del grupo contra la piedra húmeda. A medida que avanzaban, el aire frío del exterior comenzó a filtrarse por el túnel, reemplazando la atmósfera opresiva del lugar con un alivio temporal. Pero la carga emocional seguía presente en cada uno de ellos, como una sombra que no podían ignorar.Afrodita, caminando junto a Hércules, lo miraba con atención. Aunque su fuerza física parecía intacta, el impacto del guardián había dejado una marca visible en su forma de caminar.—Sigues más callado de lo normal, Hércules —comentó Afrodita, su tono era ligero, aunque su mirada reflejaba una preocupación genuina.—Estoy procesando —respondió él, forzando una sonrisa—. No todos los días una roca gigante me lanza contra una pared.Afrodita soltó una risa suave, pero no pudo evitar pensar en lo frágil que incluso los dioses podían parecer en esta misión. Había algo más profundo afectándol
El amanecer derramaba tonos dorados sobre el horizonte, suavizando las sombras que se extendían como dedos sobre el terreno montañoso. Aunque el aire fresco del nuevo día debería haber sido un alivio, la atmósfera seguía cargada de una tensión pesada, un presagio de lo que aguardaba.Ethan sostenía el Orbe con ambas manos, sintiendo cómo el artefacto pulsaba con un ritmo que parecía imitar los latidos de su propio corazón. Cada vibración llevaba consigo una sensación inquietante, como un susurro apenas audible que prometía verdades no dichas.Detrás de él, Afrodita observaba cada movimiento del grupo con atención. Sus ojos, siempre atentos, se desviaban ocasionalmente hacia Ethan, percibiendo en él algo que no lograba descifrar. ¿Era el peso del Orbe lo que lo cambiaba, o algo más profundo que no podía ver?—¿Cuánto falta? —preguntó Hércules desde el centro de la formación, rompiendo el silencio con su habitual tono de impaciencia.Poseidón, liderando el grupo, no se giró al responder
El templo en Atenas vibraba con una energía latente, como si esperara a que sus visitantes dieran el siguiente paso. Ethan se encontraba en el centro, todavía sosteniendo el Orbe, que parecía reaccionar con las inscripciones brillantes en las paredes y el suelo.Afrodita, Hércules y Poseidón permanecían cerca, aunque la tensión era evidente. Cada uno seguía procesando las visiones perturbadoras que habían presenciado momentos antes.—Es como si el templo nos desnudara por dentro —murmuró Afrodita, frotándose los brazos como si el frío hubiera penetrado hasta sus huesos—. Nos muestra lo que tememos ser.—O lo que podemos evitar —corrigió Poseidón, aunque su tono era sombrío.Hércules sacudió la cabeza, frustrado. —Podemos filosofar todo lo que quieran después. ¿Qué hacemos ahora?Ethan no respondió de inmediato. El Orbe en sus manos latía con un ritmo constante, sincronizándose con su corazón, pero cada vibración traía consigo un destello de algo más. Fragmentos. Recuerdos enterrados.
El apagón en el templo no fue solo una ausencia de luz; fue como si el lugar se hubiera tragado todos los sonidos y sentidos, dejando al grupo suspendido en un abismo de vacío. Ethan se tambaleó, apretando el Orbe contra su pecho mientras Afrodita lo sostenía, su propia respiración agitada resonando en el silencio.—¡Hércules! ¿Dónde estás? —gritó Afrodita, el eco de su voz reverberando como si el espacio se hubiera expandido infinitamente.—¡Aquí! —respondió la voz del semidiós desde algún lugar a su derecha. Un destello de su espada iluminó brevemente las sombras, revelando su silueta tensa y alerta.Poseidón alzó su tridente, invocando una ráfaga de energía que cortó la oscuridad por un instante. Las sombras que habían invadido el templo retrocedieron como un enjambre de criaturas asustadas, pero no desaparecieron. Parecían reconfigurarse, esperando el momento oportuno para atacar de nuevo.—Esto no es natural —murmuró Poseidón, con los ojos entrecerrados mientras giraba lentamente
El claro al que habían escapado estaba rodeado por árboles altos y densos, cuyas ramas entrelazadas parecían formar un techo natural que apenas dejaba pasar la luz de la luna. Aunque el lugar estaba lejos del caos del templo, el aire seguía cargado de una inquietud palpable. Cada crujido de las hojas o susurro del viento parecía un recordatorio de que no estaban realmente a salvo.Hércules caminaba en círculos, cada paso resonando como un eco de su frustración. La espada descansaba en su mano derecha, aunque su postura mostraba que no había bajado la guardia.—No puedo creerlo —gruñó, sus palabras impregnadas de amargura—. Nos engañó completamente.Poseidón, de pie junto a un arroyo cercano, estaba inclinado hacia adelante, limpiando con paciencia el filo de su tridente. El agua reflejaba el brillo plateado del arma, contrastando con la expresión sombría del dios.—Kael es más astuto de lo que pensamos —respondió finalmente, sin levantar la vista—. Subestimarlo fue un error que no pod