Teresa se sentía presa, pero la recuperación la mantenía en casa y aunque ella quería trabajar y se había negado a vivir con Anabella o Viviana y terca se quedó en su casa, la inactividad la tenía harta. Por fortuna el doctor Joseph estaba muy pendiente de ella y a menudo la invitaba a tomar un café o el almuerzo. Este día de San Valentín Teresa no le aceptó invitación, arguyó tener malestar y Joseph decepcionado no insistió, ella no quería darle esperanzas románticas al buen doctor. Escuchó la puerta y preguntó de quién se trataba. —Qué tontería que me prohíban ver por la mirilla, ni que sea tan boba como para incrustármela en los ojos. —Señora Teresa, es Tyler, su vecino, me manda mi mamá ¿Podría regalarme un poquito de azúcar? Teresa suspiró, eran vecinos nuevos, el niño tendría unos 12 años y la madre no había conseguido trabajo y ayer le dio una bolsa con comestibles incluyendo un paquete de azúcar. —Yo creo que sería prudente que no uses tanta azúcar, des
Anabella y John estaban empiernados en el departamento de soltero de John. —Quiero quemar estas sabanas ¿cuantas han pasado por aquí? —advirtió Anabella con rabia. —Ya enciendes mis sabanas, preciosa. John le mordió un pecho y Anabella sonrió y jadeó cuando él pasó la punta de la lengua por su erguido pezón. —Quieres distraerme… —No, quiero que te concentres —le corrigió John. —Igual, quiero que vendas este lugar, Viviana te conseguirá un buen precio y podrás invertirlo en la casa que tendremos —John continuó besando sus pechos —. Quiero borrar todas las mujeres anteriores de tu mente —continuó Anabella. —Podemos dejar este lugar para escaparnos como hoy, aquí puedes gritar sin problema, no te escuchará Lizzie en la otra habitación. —Pudiéramos tener otro lugar, que sea solo nuestro y del que yo tenga llave también. John paró de besarla. —Te dije que no tenía tiempo para tener muchas mujeres y con las dos que tengo ahora no me queda tiempo para nada más
El obstetra era un anciano que conoció a los padres de Viviana, la conocía de toda la vida y también era el ginecólogo de Anabella, la miró muy serio. —Puede ver lo que hay doctora —comentó el obstetra. —No soy doctora, solo una tonta a la que estafaron y llevé a mi amiga y ahora…—murmuró Anabella. —Por todos los cielos ¿qué tengo?, ¿es cáncer?, ¿me voy a morir? —exclamó Viviana desesperada. — ¡No!, Santo Cristo, no seas tan dramática —le recriminó Anabella. — ¡Cómo no voy a ser dramática!, ustedes se ven, hablan, díganme que tengo, Anabella está pálida, debe ser malo, yo veo unos bultos allí muy feos. El doctor la miró y le pidió atención. —Necesito que te calmes. Estás embarazada. —Te mato Anabella, no, es que la culpa es mía, como se me ocurre confiar en las personas que se te acercan, si pudiéramos embotellar las posibilidades de tener eventos desafortunados en la vida sin duda llevaría tus lágrimas. Anabella bajó la cara apenada. —No es mi culpa, er
Anabella está muda y con la cara roja, si Viviana la insultó, le dijo que su suerte para chascos debía embotellarse, no quería imaginar qué le diría John. Pensó que le recriminaría ser tan confiada e irresponsable, porque entró a un programa de pruebas de un producto sin licencia americana y ella creyó solo por la palabra de los promotores; la cara estupefacta de John que ahora no la ve a ella si no la pantalla no ayuda en nada. Mientras tanto Jeremy sigue arrodillado, esperando el veredicto de Viviana. —Mujer contéstame, me tienes aquí arrodillado. —Ay, levántate ya, sabes perfectamente que no creo en matrimonio, rodilla al suelo ni nada de eso. Jeremy arrugó sus cejas. — ¿Pero no te conmoví yo?, te aseguro que estoy para ti. Anabella sonrió y quería animar a Viviana a aceptarlo, pero no se atrevió a moverse y desencadenar su propio drama. Viviana negó con la cabeza y aunque trata de evitarlo, las lágrimas corren sin permiso por su rostro. —Tú solo me ofrec
Irina entendía lo que indicaba la pipeta, pero se resistía a creerlo. — ¿Qué significa esto Melanie?, tú lo buscaste. — ¡¿Qué yo lo busqué?! Eres increíble Irina Wells, malditamente increíble —Melanie le dio la espalda. — ¡No te atrevas a darme la espalda, Melanie! —Gritó Irina—. Eras tú quien siempre quiso quedar embarazada, pero se suponía que lo harías de un donante al que no conocerías, no que lo tendrías de mi esposo, él no debería haberte dejado embarazada a ti. —Porque todos deben rendirte pleitesía a ti ¿cierto?, porque yo soy para ti una mascota. —No es eso Melanie, es que no es lo que planeé. —Y acaso yo sí, a mí no me gustan los hombres y acepté involucrarme sexualmente con él porque tú estás presente, se suponía que él no me tocaría y todo se fue al traste, por yo querer complacerte cada vez Mark queda más involucrado con nosotras. —Acabaremos con ese embarazo entonces, te llevaré a que acaben con el problema. —Irina, un momento, me sorprendes, p
CINCO MESES DESPUÉS A Anabella le había llegado el momento de bajar el ritmo a las actividades, John ahora era socio mayoritario de la firma y lo habían mudado a una oficina más grande; una becaria entrenada por Anabella era la secretaria de John y era eficiente y más le valía que lo fuera, porque John ahora tiene más trabajo. Anabella siempre con temor de que su matrimonio se venga abajo por sus apretadas agendas decidió que le daría una sorpresa a John y lo buscaría para que fueran a almorzar, llevó a Lizzie que tenía cita de tarde de juegos con la hermana de Jeremy y la pasaría buscando por la oficina. Anabella y Lizzie con su perra llegaron a la nueva oficina de John, la puerta estaba cerrada. —Cómo está señora Anabella, el señor Campbell está reunido con unos clientes —le informó su secretaria. —No hay problema, esperamos aquí. Anabella se sentó en el sofá de espera junto a Lizzie y después de un rato. John abrió su puerta, las risas se colaron y una mujer se d
Días después Anabella y Viviana estaban en una boutique de ropa infantil con Teresa y Lizzie, entonces Lizzie exclama emocionada y levanta su manito saludando a alguien. Anabella voltea y ve que es Melanie que había entrado y veía la ropa de bebé dudosa. Anabella se acercó a Melanie. —Hola Melanie, cómo estás, ¿cuánto tiempo tienes? Melanie incómoda y desviando la mirada demostrando que quiere estar en cualquier sitio menos donde está murmura: —Tengo casi 24 semanas, pero aún no sé si lo tendré. Anabella se sorprendió por la declaración. —Melanie, te queda poco tiempo para decidirte, pero si estás aquí es que una parte muy fuerte de ti quiere tener a ese bebé. Melanie la observó a ella y de lejos a Lizzie y no resistió ponerse a llorar. Anabella se acercó a ella y la abrazó como a una hermana. —Melanie, si necesitas algo, si no tienes apoyo, cuentas conmigo. — ¿Cómo puedes ser tan amable conmigo? Anabella no sabía qué decirle, pero como siempre abre
Algunos pocos días después, John llegó al bufete como siempre muy temprano y encuentra a Laila esperándolo en el lobby y le pide por favor conversar con él. John la escolta a la oficina y ella se sienta frente a él con cara preocupada. —Usted me dirá señora Almenar. —La verdad escuchar decir mi apellido de casada me recuerda a mi difunto esposo, podría decirme solo Laila —musitó con un pañuelo en el borde de los ojos, John no dudaba que con las largas uñas estuviera lastimando los lagrimales para llorar con verdaderas lágrimas. John sonrió apenas sin poderlo evitar, Laila era una muy buena actriz y en otro tiempo hubiera pasado un rato con ella, pero ahora no le interesa y aún se sorprende de lo mucho que Anabella cambió su vida. —Señora, está aquí antes de las ocho de la mañana, mejor olvidemos la charla intrascendente y dígame que necesita. —Tiene razón, usted no tiene tiempo para mi dolor —Laila respiró profundo—, me gusta tu manera John, vas al grano sin más. As