Anabella estaba ahora con su madre en la consulta con el oftalmólogo, este ordenó una serie de exámenes y la cirugía sería en dos días. — ¿Cómo está el dolor Teresa? —inquirió el doctor Joseph —Ha sido soportable doctor —respondió Teresa de inmediato. —No le crea doctor, ella nunca se queja —objetó Anabella. El doctor tomó la mano de Teresa y la apretó. —No es debilidad decir cuánto nos duele, Teresa, al menos a mí debes decírmelo como tu médico, también te escucharía y te ayudaría en otros dolores. Anabella miró a Viviana y esta abrió mucho los ojos. —Creo que es nuestra señal para irnos —expresó Viviana y Teresa se levantó. —No he terminado Teresa, no corras —objetó el médico. —Nosotras gestionaremos en caja lo de la cirugía —dijo Anabella sonriendo y Teresa la vio uniendo las cejas y las vio irse. — ¿No te gustan los médicos o es algo personal? —No tengo nada en contra de los médicos, ¿qué cosas dices? —expresó Teresa roja como un tomate—
Aunque Melanie no asistió a la cita con servicios infantiles sí fue a trabajar con Irina al bufete, en cuanto llegaron a la oficina de Irina, Harry estaba esperándola, las vio llegar juntas y apenas elevó las cejas, pero no hizo ningún comentario. — ¿Se puede saber por qué no contestas tu teléfono? —inquirió Harry furioso sin siquiera prestar atención a Melanie para saludarla, para él una secretaria era parte del mobiliario, no alguien digno de tratar con cortesía. —Estaba ocupada, es obvio, si no te hubiera atendido —respondió Irina siguiendo de largo a su despacho. —Necesito que hablemos —insistió Harry y cerró la puerta, en cuanto quedaron solos de inmediato dijo sin permitirle hablar a ella. —Debes renunciar al duelo con John. — ¿Qué?, claro que no lo haré —se negó Irina sin entender que se traía su padre. —Sí, lo harás, llama a los involucrados y lleguen a un acuerdo aquí en la oficina. —Ya la investigación inició, no puedo detenerla. —Sabes perfectamente
John aceptó el pedido de su prima Irina, no era raro que entre abogados hubiera reuniones a puerta cerrada, lejos de la susceptibilidad de los sentimentalismos de los implicados en un caso. Lo peculiar, es que en este caso los abogados tenían sus sentimientos demasiado involucrados; su misión, que el otro no se diera cuenta, lo difícil, luego poder vender lo pactado al cliente. —Caramba prima, pensé que después de una boda tan fastuosa te irías de luna de miel. Irina se echó a reír con despreocupación. —Sabes que yo no hago nada a medias, en este momento no puedo tener una luna de miel, pues no la tendré de forma imprevista, sabes que esa es la diferencia entre nosotros, yo planeo y tú improvisas. —Tú eres calculadora y yo apasionado —inquirió John riendo, parecían dos amigos, pero ambos sabían que solo pisaban terreno. —No creo que tu cálculo Campbell deba ponerse en segundo plano y mi pasión mucho menos, después de todo somos Wells, somos intensos. John sonrió
En San Valentín coincidió el fallo final del juez. Anabella se sentía muy mal ese día, agradece que en la tarde no tendría mentoría. A John le tocó esperar en la puerta del departamento hasta más tarde de su habitual hora de salida. Paula estaba llegando y vio a John mirando su reloj de pulsera. —John ¿qué haces aquí aún? —inquirió dándole un beso como siempre cariñosa. —Espero a Anabella, hoy el juez emite el veredicto de custodia y aunque le he dicho que no hay de qué preocuparse se levantó descompuesta y los nervios le causan náuseas. —Mmhhh… ¿No será que está embarazada? —Expresó Paula con una sonrisa. John sintió un vacío en el estómago, como cuando caes en la montaña rusa… —Ahhh…, No, no… Es decir, ella se cuida, tiene un dispositivo, o algo así —contestó John impresionado porque es una posibilidad que no había contemplado. Paula se echó a reír. —Bueno, si tú lo dices… Anabella llegó con la cara verde. — ¿Te sientes mejor muchacha? —La preocup
Mark se fue con Irina con la peor cara que alguien podía tener. —Puedes quitar ya esa cara —reclamó Irina cuando estaban ya en el auto, él conducía. — ¿Por qué retiraste la demanda? ahora ellos en vez de dejarse, esperan un hijo. — ¿Pero quién te entiende?, le quiero quitar la niña, no le quiero quitar la niña… —espetó Irina imitando la voz de Mark. — ¡Yo quiero tener de vuelta a mi esposa! —gritó Mark exasperado. —Tu esposa soy yo, entiéndelo y aceptalo —espetó Irina furiosa. —Sabes bien que nuestro matrimonio es un negocio. —Igualmente es el de John y Anabella, pero ella ahora está embarazada, ¿por qué no hacemos lo mismo? Mark se echó a reír. —Estás jugando sin duda, eso no forma parte del acuerdo inicial. Irina carraspeó, quiere decirle que sus sentimientos han cambiado, pero no sabe ni cómo empezar, jamás ha demostrado afecto por alguien, se le ha inculcado que si lo hace es una muestra de debilidad, disimula y habla con su tono habitual desafian
Teresa se sentía presa, pero la recuperación la mantenía en casa y aunque ella quería trabajar y se había negado a vivir con Anabella o Viviana y terca se quedó en su casa, la inactividad la tenía harta. Por fortuna el doctor Joseph estaba muy pendiente de ella y a menudo la invitaba a tomar un café o el almuerzo. Este día de San Valentín Teresa no le aceptó invitación, arguyó tener malestar y Joseph decepcionado no insistió, ella no quería darle esperanzas románticas al buen doctor. Escuchó la puerta y preguntó de quién se trataba. —Qué tontería que me prohíban ver por la mirilla, ni que sea tan boba como para incrustármela en los ojos. —Señora Teresa, es Tyler, su vecino, me manda mi mamá ¿Podría regalarme un poquito de azúcar? Teresa suspiró, eran vecinos nuevos, el niño tendría unos 12 años y la madre no había conseguido trabajo y ayer le dio una bolsa con comestibles incluyendo un paquete de azúcar. —Yo creo que sería prudente que no uses tanta azúcar, des
Anabella y John estaban empiernados en el departamento de soltero de John. —Quiero quemar estas sabanas ¿cuantas han pasado por aquí? —advirtió Anabella con rabia. —Ya enciendes mis sabanas, preciosa. John le mordió un pecho y Anabella sonrió y jadeó cuando él pasó la punta de la lengua por su erguido pezón. —Quieres distraerme… —No, quiero que te concentres —le corrigió John. —Igual, quiero que vendas este lugar, Viviana te conseguirá un buen precio y podrás invertirlo en la casa que tendremos —John continuó besando sus pechos —. Quiero borrar todas las mujeres anteriores de tu mente —continuó Anabella. —Podemos dejar este lugar para escaparnos como hoy, aquí puedes gritar sin problema, no te escuchará Lizzie en la otra habitación. —Pudiéramos tener otro lugar, que sea solo nuestro y del que yo tenga llave también. John paró de besarla. —Te dije que no tenía tiempo para tener muchas mujeres y con las dos que tengo ahora no me queda tiempo para nada más
El obstetra era un anciano que conoció a los padres de Viviana, la conocía de toda la vida y también era el ginecólogo de Anabella, la miró muy serio. —Puede ver lo que hay doctora —comentó el obstetra. —No soy doctora, solo una tonta a la que estafaron y llevé a mi amiga y ahora…—murmuró Anabella. —Por todos los cielos ¿qué tengo?, ¿es cáncer?, ¿me voy a morir? —exclamó Viviana desesperada. — ¡No!, Santo Cristo, no seas tan dramática —le recriminó Anabella. — ¡Cómo no voy a ser dramática!, ustedes se ven, hablan, díganme que tengo, Anabella está pálida, debe ser malo, yo veo unos bultos allí muy feos. El doctor la miró y le pidió atención. —Necesito que te calmes. Estás embarazada. —Te mato Anabella, no, es que la culpa es mía, como se me ocurre confiar en las personas que se te acercan, si pudiéramos embotellar las posibilidades de tener eventos desafortunados en la vida sin duda llevaría tus lágrimas. Anabella bajó la cara apenada. —No es mi culpa, er