Ethan
—No son juguetes para niños —continuó el extraño hombre, levantándose con la gracia de un felino—. Pero supongo que mi hermano no te lo ha explicado. Me detuve. —¿Qué quieres? El hombre se encogió de hombros, acercándose hasta que el olor del alcohol se volvió perceptible. —Solo ser amable. Darian es... digamos que selectivo con sus historias. —Señaló la casa abandonada con la botella—. Esta era nuestra casa familiar, ¿sabías? Antes de que Selene muriera. Pasaban horas aquí, planeando un futuro que nunca llegó. Darian, en algún lugar del bosque, debió de sentir mi incomodidad. —¿A qué viene esto? —pregunté, endureciendo la voz. El hermano de Darian dio un paso más, su sonrisa convirtiéndose en una mueca. —Si alguna vez quieres escuchar la versión completa, puedes venir a buscarme. Antes de que pudiera responder, me lanzó algo: era una llave oxidada. —La puerta trasera nunca está cerrada —dijo, alejándose hacia la casa—. Cuando te canses de sus medias verdades, ven. Te mostraré lo que significa ser parte de esta manada... o ser su presa. La llave quemaba en mi mano. En la ventana rota de la casa, una sombra se movió. O tal vez fue el viento. El lobo de ojos amarillos dio media vuelta y caminó hacia la casa, pero antes de alejarse mucho se giró nuevamente: — Que maleducado soy, debe ser el alcohol—mostrando una sonrisa torcida continuó— Puedes llamarme Carl, o cuñado, como mejor te guste. Desapareció en la casa con una risa cantarina y yo continué mi camino con una mezcla de emociones muy extrañas ¿Qué rayos había sido esta conversación? Darian tenía razón: ya no había vuelta atrás. Las mañanas en la clínica eran igual que siempre. Terminaba de vendar la pata de un perro callejero cuando la campana de la entrada repicó. La señora Margot, la dueña de la cafetería del pueblo, entró con una canasta de hierbas medicinales y una expresión preocupada. —Traje más árnica, cariño —me dijo, colocando la canasta sobre el mostrador—. Y... quería avisarte. Al parecer hay cazadores activos en la zona. Encontraron dos zorros atrapados en trampas de alambre cerca. —Bajó la voz, como si las paredes pudieran escucharla—. Algunos dicen que eran trampas extrañas, de un material poco común que no habían visto en esa clase de dispositivos. Contuve una mueca. Materiales extraños.... —Gracias, señora Margot. Iré a revisar más tarde por si algún animal descuidado cayó en alguna de las trampas —respondí fingiendo calma. La mujer asintió, pero antes de irse, posó una mano arrugada sobre la mía. —Ten cuidado, Ethan. El bosque está... inquieto últimamente. No te acerques por ahí. Cuando se fue,miré el reloj. Quedaban horas para mi encuentro con Darian al atardecer, pero la impaciencia roía mis entrañas. ¿Cómo era posible que un pueblo entero ignorara las evidencias? Las trampas, los aullidos nocturnos, la casa abandonada que todos evitaban... Era como si Pine Hollow hubiera firmado un pacto colectivo de ceguera. Me senté en los escalones de la clínica, inclinando el rostro hacia el sol. El calor en mi piel era un contraste deliberado contra el frío dentro de las paredes roídas de la clínica. —¿Joven Cole? —una voz áspera me sacó de mis pensamientos. El anciano que me había advertido sobre la casa abandonada en los primeros días que pasé en el pueblo estaba frente a mí, apoyado en un bastón de roble nudoso. —Señor Harlow —saludé,, recordando el nombre que Margot me había mencionado un día—. ¿Necesita algo? El hombre se sentó a mi lado con un gruñido, con el bastón apoyado entre sus piernas como un arma. —Usted sigue indagando, ¿eh? —dijo, sin mirarme—. Sobre el bosque. Sobre ellos. Contuve la respiración. —¿Por qué nadie habla de lo que pasa aquí? El anciano soltó una risa seca. —Porque hablar atrae atención. Y la atención atrae a los que se esconden en las sombras. —Señaló el bosque con un mentón tembloroso—. Hace unos años, un niño desapareció. Lo encontraron tres días después, mordisqueando huesos de ciervo como un animal. La gente aprendió: hay cosas que es mejor no despertar. —¿Y usted? ¿Por qué me advirtió sobre la casa? Los dedos del anciano se aferraron al bastón. —No quería que quedaras marcado desde el momento que pisaste ese umbral. —Su voz se quebró—. Mi nieta... ella también era curiosa. Ahora vive en el manicomio de Cedar Hill, balbuceando sobre lobos con ojos brillantes. —¿Y los cazadores? Los que ponen trampas... ¿también los ignoran? El señor Harlow se levantó con esfuerzo, apoyándose en el bastón. —Los cazadores son como el viento: vienen y van. Pero el bosque siempre está ahí. Y lo que vive en él, también. —Antes de alejarse, me miró directamente—. Huya mientras pueda, muchacho. No respondí. Sabía que era demasiado tarde para huir. Esa tarde, en el claro del bosque, Darian escuchó mi relato en silencio. Las manos del Alpha se cerraron en puños al mencionar las trampas. —Los cazadores están probando nuestros límites —masculló, arrancando una rama muerta de un tronco y partiéndola en dos—. Y los humanos del pueblo... su cobardía les convierte en cómplices. —No son cómplices —repliqué, recordando el dolor en los ojos del señor Harlow—. Tienen miedo. Darian se giró bruscamente. Se acercó más a mi en dos zancadas, ya era un gesto que se había vuelto costumbre. Su cercanía me recordó al fugaz beso del encuentro anterior y no pude evitar que mis ojos rehuyeran su mirada. A pesar de eso, Darian no parecía estar afectado por los sucesos. —El miedo no es excusa. —Su aliento cálido rozó mi rostro—. Inspeccionaremos las trampas. Y si encuentras algo que no puedas manejar... —¿Me llevarás tú mismo? —interrumpí, repitiendo la amenaza de semanas atrás, pero ahora con un dejo de desafío. Por primera vez, algo parecido a una sonrisa asomó en los labios de Darian. —No. Te enseñaré a romperlas. Mientras el sol se hundía,y caminábamos entre la maleza espesa del bosque. Darian, aunque no lo admitiera, había empezado a verme no como un error, sino como algo más peligroso: un aliado. Darian Mientras atravesamos por el bosque Ethan caminaba a mi lado, sus pasos eran torpes comparados con los míos. No quería meterlo en esto, pero tenía que enseñarle los peligros a los que se enfrentaba si quería permanecer entre nosotros. Atravesando la hojarasca seca del bosque mis ojos detectaron algo extraño en el lugar por donde Ethan estaba a punto de pasar. Reaccionando lo más rápido que pude,tanto como mis sentidos de lobo me permitieron, agarré bruscamente la muñeca de Ehan antes de que pudiera dar un paso más. El desequilibrio hizo que se estampara contra mi pecho antes de mirarme con ojos sorprendidos. Mi mirada se desvió de sus ojos azules a sus labios, aquella vez que los había rozado me sabía a poco aunque intenté no dar señales de ello durante todo el encuentro. Su mirada sorprendida también cambió de rumbo, él no había logrado ocultar el recuerdo en sus ojos. —Mierda, estoy jodido— fue el único pensamiento que vino a mi mente.Darian—Allí —señalé hacia el matorral a nuestros pies, intentando desviar la atención del momento tenso en el que estábamos sumergidos, aunque mis brazos todavía se aferraban a él.Entendí por que los del pueblo se habían dado cuenta de las trampas, al parecer el cazador no había tenido tanto coraje para adentrarse.Ethan se soltó suavemente de mi agarre y se agachó para inspeccionar la trampa: un engranaje de alambres dentados hechos con plata, grabado con símbolos que brillaban bajo la luz filtrada de los árboles. Los símbolos eran simples pero letales: una espada atravesando una luna creciente, el sello de los Hijos de Cain.—¿Qué son esos dibujos? —preguntó, extendiendo una mano hacia el metal.—¡No toques! —gruñí, tirándolo hacia atrás con más fuerza de la necesaria. —. Es plata. Debilita a los licántropos, nos vuelven lentos... vulnerables. Ese símbolo en las trampas es de ellos, los Hijos de Cain.Ethan se enderezó,
EthanCarl me contó una historia realmente impactante esa noche:—Hace siglos, cuando los bosques de Pine Hollow aún no tenían nombre y los lobos gobernaban bajo la luna llena. El primer Alpha de los Vrykolakas, Kael, fue encontrado por una humana llamada Lyra, estaba herido por una trampa de cazadores y ella lo curó con hierbas y canciones. Kael, orgulloso y desconfiado, juró matarla para proteger el secreto de su manada… pero no pudo. La Maldición ya estaba escrita— hizo una pausa para beber— Lyra no era una simple campesina. Era una bruja, descendiente de un linaje que pactó con los espíritus del bosque. Al ver que Kael intentaba traicionarla, invocó a las fuerzas de les espíritus:—Ella dijo: ``Por cada gota de sangre mía que salve la tuya, tu descendencia estará atada a los humanos. Ellos serán tu salvación y tu condena. Cada vez que un Vrykolakas sea salvado por un humano, deberá protegerlo hasta que la muerte los separe… o la traición los destruya.´´Escuchaba escuchando tan at
Darian Un aullido lejano interrumpió el trance fogoso al que nos habíamos entregado. —Tenemos que volver —dije, con mis manos aún agarrando su cintura. —¿Y esto? —preguntó, señalando el espacio entre nosotros, ahora cargado de un nuevo entendimiento. —Esto... —mis labios rozaron los suyos otra vez, breve y dulcemente— ...es más peligroso que cualquier cazador. Al regresar al claro, la manada nos observó con recelo. Pero mientras retomaba mi lugar en el círculo, su mano rozó la mía en un gesto discreto. Los días se habían vuelto una danza de contradicciones. Ethan, con su terquedad de humano y su corazón de sanador, se movía ahora entre la manada como una sombra un poco más aceptada. Ya no gruñían al verlo en el claro, ni le mostraban los colmillos cuando pasaba. Incluso Mara, la de las garras afiladas, le había entregado una hierba para las heridas sin escupirle una amenaza. Lo observé desde lejos aquella tarde, ayudando a un lobo adolescente a vendarse una quemadura de pla
EthanEl camino a la casa abandonada ardía bajo mis pies. La luna llena comenzaba a salir como un faro implacable, su luz plateada filtrándose entre los árboles para acariciar mi piel ya sensible, cada roce de la brisa encendiendo nervios que no sabía que existían. El vínculo latía en mi pecho como un segundo corazón, sincronizado con los pasos de Darian en algún lugar adelante. O dentro de mí.En el umbral, Darian esperaba. Descalzo, con la camisa abierta, sus ojos morados brillaban como gemas. La luz de luna lo bañaba parcialmente, revelando las venas oscuras que serpenteaban bajo su piel, un recordatorio de la bestia que luchaba por salir.—Pensé que te arrepentirías —dijo, su voz fue un susurro.Me acerqué, cada paso una batalla entre el miedo y el deseo.—Ya sabes que soy terco.Él sonrió, y fue un destello de humanidad en medio del caos. Al cerrar la distancia, el calor de su cuerpo se mezcló con el mío, creando una atmósfera electrizante. Olía a bosque después de la lluvia, y
DarianEl vínculo ardió como lava en mis venas, fundiendo cada frontera entre su éxtasis y el mío. Cada gemido que escapaba de sus labios resonaba en mi pecho como un eco adictivo, y cuando sus piernas temblaron alrededor de mis caderas, un gruñido de satisfacción primal vibró en mi garganta. Al verlo morderse el labio para sofocar un grito, no pude resistirme: capturé su boca con la mía, devorando el sonido como si fuera un secreto que solo merecíamos compartir con la noche.—No te contengas —ordené contra sus labios hinchados, mis manos descendiendo para apretar su trasero y levantarlo contra mí. El nuevo ángulo me permitió entrar más profundo, y su gemido desgarrado, un sonido entre el dolor y la rendición, hizo que mis colmillos emergieran en respuesta.La habitación se llenó de nuestra sinfonía salvaje: jadeos entrecortados, el crujido de las pieles bajo nuestro peso combinado, el golpeteo de nuestros cuerpos sincronizándose en un ritmo salvaje. Por primera vez en décadas, dejé q
DarianMe encontraba tallando runas de protección en la pared de piedra, los dedos manchados de tiza y ceniza, cuando el vínculo se estremeció como una cuerda de arco tensada al límite. Ethan se acercaba. Lo supe antes de que sus pasos crujieran en la entrada, antes de que su respiración entrecortada delatara su prisa.—Darian.Su voz, firme pero quebrada por la adrenalina, hizo que me volviera hacia él. Ethan estaba en el umbral, el cabello despeinado por el viento del bosque, las mejillas sonrosadas y los ojos brillando con esa mezcla de terquedad y miedo que lo hacía tan… humano. Tan peligroso.—¿Qué pasó? —pregunté, limpiándome las manos en un trapo sucio. Ya sabía que era grave. El vínculo latía como un tambor de guerra bajo mi piel.Entró, ignorando el círculo de lobos que se apartaron para dejarlo pasar. Lysandra, sentada junto al fuego con un cuchillo de hueso en la mano, levantó una ceja.—Un hombre vino a la clínica. Dice llamarse Silas. —Ethan tragó saliva, sus dedos jugue
EthanLas palabras de Silas resonaban en mi cabeza como un eco envenenado.`` Gregory fue uno de los nuestros. Después de que tu madre muriera...´´ El aire de la cueva, cargado de humo y sangre seca, de repente me asfixiaba. Sin pensar, giré sobre mis talones y salí corriendo, esquivando a los lobos que gruñían en la entrada.El bosque nocturno era un laberinto de sombras. Las ramas me arañaban los brazos, las raíces intentaban enredarse en mis pies, pero seguí adelante, impulsado por una necesidad visceral de escapar. De él. De mí. De la verdad que ahora pesaba más que cualquier trampa de plata.El vínculo vibró en mi pecho, una cuerda tensa que me jalaba hacia atrás, hacia Darian. Pero lo ahogué, apretando los puños. No quería sentir su rabia, su preocupación, su compasión. No ahora.Al llegar a la clínica abrí la puerta de un golpe, haciendo crujir las bisagras oxidadas. El olor a antiséptico y alpiste me envolvió, familiar, pero hoy no calmó nada. Me desplomé contra el mostrador, j
Ethan—¿La verdad? —preguntó. El olor a whisky salió a ráfagas de la cabaña, mezclándose con el moho de las paredes.Entré sin invitación. La habitación era un reflejo distorsionado de mi infancia: el mismo sofá raído donde me leían cuentos, ahora cubierto de botellas vacías.—¿Cuándo te uniste a ellos? —pregunté, quitándole una botella de las manos. Él no se resistió—. ¿Antes de que mamá muriera? ¿Después?Gregory se dejó caer en el sofá, alcanzando otra botella medio vacía de whisky. Bebió un trago largo antes de responder:—Ellos me encontraron después de... del accidente. Me dijeron que podía hacer algo bueno. Que podía vengar a Clara.El nombre de mi madre en sus labios fue la cerilla que encendió la pólvora.—¡Vengarla de qué! —grité, arrojando la botella contra la pared. Los cristales estallaron al impactar—. ¡Ella murió atropellada por un camión! ¡Eso me dijiste!—¡Eso te hice creer! —rugió, levantándose con una furia que no le conocía. Sus manos me agarraron de los hombros—.