Capítulo 9: Secretos

Ethan

—No son juguetes para niños —continuó el extraño hombre, levantándose con la gracia de un felino—. Pero supongo que mi hermano no te lo ha explicado.

Me detuve.

—¿Qué quieres?

El hombre se encogió de hombros, acercándose hasta que el olor del alcohol se volvió perceptible.

—Solo ser amable. Darian es... digamos que selectivo con sus historias. —Señaló la casa abandonada con la botella—. Esta era nuestra casa familiar, ¿sabías? Antes de que Selene muriera. Pasaban horas aquí, planeando un futuro que nunca llegó.

Darian, en algún lugar del bosque, debió de sentir mi incomodidad.

—¿A qué viene esto? —pregunté, endureciendo la voz.

El hermano de Darian dio un paso más, su sonrisa convirtiéndose en una mueca.

—Si alguna vez quieres escuchar la versión completa, puedes venir a buscarme.

Antes de que pudiera responder, me lanzó algo: era una llave oxidada.

—La puerta trasera nunca está cerrada —dijo, alejándose hacia la casa—. Cuando te canses de sus medias verdades, ven. Te mostraré lo que significa ser parte de esta manada... o ser su presa.

La llave quemaba en mi mano. En la ventana rota de la casa, una sombra se movió. O tal vez fue el viento. El lobo de ojos amarillos dio media vuelta y caminó hacia la casa, pero antes de alejarse mucho se giró nuevamente:

— Que maleducado soy, debe ser el alcohol—mostrando una sonrisa torcida continuó— Puedes llamarme Carl, o cuñado, como mejor te guste.

Desapareció en la casa con una risa cantarina y yo continué mi camino con una mezcla de emociones muy extrañas ¿Qué rayos había sido esta conversación? Darian tenía razón: ya no había vuelta atrás.

Las mañanas en la clínica eran igual que siempre. Terminaba de vendar la pata de un perro callejero cuando la campana de la entrada repicó. La señora Margot, la dueña de la cafetería del pueblo, entró con una canasta de hierbas medicinales y una expresión preocupada.

—Traje más árnica, cariño —me dijo, colocando la canasta sobre el mostrador—. Y... quería avisarte. Al parecer hay cazadores activos en la zona. Encontraron dos zorros atrapados en trampas de alambre cerca. —Bajó la voz, como si las paredes pudieran escucharla—. Algunos dicen que eran trampas extrañas, de un material poco común que no habían visto en esa clase de dispositivos.

Contuve una mueca. Materiales extraños....

—Gracias, señora Margot. Iré a revisar más tarde por si algún animal descuidado cayó en alguna de las trampas —respondí fingiendo calma.

La mujer asintió, pero antes de irse, posó una mano arrugada sobre la mía.

—Ten cuidado, Ethan. El bosque está... inquieto últimamente. No te acerques por ahí.

Cuando se fue,miré el reloj. Quedaban horas para mi encuentro con Darian al atardecer, pero la impaciencia roía mis entrañas. ¿Cómo era posible que un pueblo entero ignorara las evidencias? Las trampas, los aullidos nocturnos, la casa abandonada que todos evitaban... Era como si Pine Hollow hubiera firmado un pacto colectivo de ceguera.

Me senté en los escalones de la clínica, inclinando el rostro hacia el sol. El calor en mi piel era un contraste deliberado contra el frío dentro de las paredes roídas de la clínica.

—¿Joven Cole? —una voz áspera me sacó de mis pensamientos.

El anciano que me había advertido sobre la casa abandonada en los primeros días que pasé en el pueblo estaba frente a mí, apoyado en un bastón de roble nudoso.

—Señor Harlow —saludé,, recordando el nombre que Margot me había mencionado un día—. ¿Necesita algo?

El hombre se sentó a mi lado con un gruñido, con el bastón apoyado entre sus piernas como un arma.

—Usted sigue indagando, ¿eh? —dijo, sin mirarme—. Sobre el bosque. Sobre ellos.

Contuve la respiración.

—¿Por qué nadie habla de lo que pasa aquí?

El anciano soltó una risa seca.

—Porque hablar atrae atención. Y la atención atrae a los que se esconden en las sombras. —Señaló el bosque con un mentón tembloroso—. Hace unos años, un niño desapareció. Lo encontraron tres días después, mordisqueando huesos de ciervo como un animal. La gente aprendió: hay cosas que es mejor no despertar.

—¿Y usted? ¿Por qué me advirtió sobre la casa?

Los dedos del anciano se aferraron al bastón.

—No quería que quedaras marcado desde el momento que pisaste ese umbral. —Su voz se quebró—. Mi nieta... ella también era curiosa. Ahora vive en el manicomio de Cedar Hill, balbuceando sobre lobos con ojos brillantes.

—¿Y los cazadores? Los que ponen trampas... ¿también los ignoran?

El señor Harlow se levantó con esfuerzo, apoyándose en el bastón.

—Los cazadores son como el viento: vienen y van. Pero el bosque siempre está ahí. Y lo que vive en él, también. —Antes de alejarse, me miró directamente—. Huya mientras pueda, muchacho.

No respondí. Sabía que era demasiado tarde para huir.

Esa tarde, en el claro del bosque, Darian escuchó mi relato en silencio. Las manos del Alpha se cerraron en puños al mencionar las trampas.

—Los cazadores están probando nuestros límites —masculló, arrancando una rama muerta de un tronco y partiéndola en dos—. Y los humanos del pueblo... su cobardía les convierte en cómplices.

—No son cómplices —repliqué, recordando el dolor en los ojos del señor Harlow—. Tienen miedo.

Darian se giró bruscamente. Se acercó más a mi en dos zancadas, ya era un gesto que se había vuelto costumbre. Su cercanía me recordó al fugaz beso del encuentro anterior y no pude evitar que mis ojos rehuyeran su mirada. A pesar de eso, Darian no parecía estar afectado por los sucesos.

—El miedo no es excusa. —Su aliento cálido rozó mi rostro—. Inspeccionaremos las trampas. Y si encuentras algo que no puedas manejar...

—¿Me llevarás tú mismo? —interrumpí, repitiendo la amenaza de semanas atrás, pero ahora con un dejo de desafío.

Por primera vez, algo parecido a una sonrisa asomó en los labios de Darian.

—No. Te enseñaré a romperlas.

Mientras el sol se hundía,y caminábamos entre la maleza espesa del bosque. Darian, aunque no lo admitiera, había empezado a verme no como un error, sino como algo más peligroso: un aliado.

Darian

Mientras atravesamos por el bosque Ethan caminaba a mi lado, sus pasos eran torpes comparados con los míos. No quería meterlo en esto, pero tenía que enseñarle los peligros a los que se enfrentaba si quería permanecer entre nosotros.

Atravesando la hojarasca seca del bosque mis ojos detectaron algo extraño en el lugar por donde Ethan estaba a punto de pasar. Reaccionando lo más rápido que pude,tanto como mis sentidos de lobo me permitieron, agarré bruscamente la muñeca de Ehan antes de que pudiera dar un paso más. El desequilibrio hizo que se estampara contra mi pecho antes de mirarme con ojos sorprendidos. Mi mirada se desvió de sus ojos azules a sus labios, aquella vez que los había rozado me sabía a poco aunque intenté no dar señales de ello durante todo el encuentro.

Su mirada sorprendida también cambió de rumbo, él no había logrado ocultar el recuerdo en sus ojos. —Mierda, estoy jodido— fue el único pensamiento que vino a mi mente.

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