Un suspiro silencioso quedó atrapado entre sus bocas unidas, la mano de Lorenzo se enredó entre los cabellos castaños de Stella, no para alejarla, sino para atraerla más a su cuerpo. El calor se extendió como pólvora por su cuerpo, mientras sus lenguas se conocían y saboreaban.El beso de Lorenzo era posesivo y apasionado, mientras la respuesta de Stella era torpe, dada su nula experiencia, aun así, no se asustó y correspondió el beso.Fue como si todo desapareciera a su alrededor, como si lo único que existía en aquella habitación eran ellos dos. Los latidos del corazón de Lorenzo eran tan fuertes, que creyó estar escuchándolos en su oído. Su cuerpo reaccionó al calor del cuerpo de Stella y, un tirón en su entrepierna lo sacudió con tal violencia, que tuvo que apartarse de los labios de la joven.Un jadeo salió de los labios de Stella, ella no sabía si era por la sorpresa del beso o por la pérdida de la boca de Lorenzo sobre la suya. El silencio se instaló entre ellos, sus miradas se
El viaje de Stella y Lorenzo hubiese sido silencioso de no ser por los pequeños ruiditos que Viviana hacía con su chupete.Lorenzo apretaba las manos sobre el volante, sus nudillos estaban casi blancos por la fuerza que ejercía, pero sus labios estaban sellados. No tenía nada que decir o más bien, no sabía qué decir. El recuerdo del beso aún estaba latente, Lorenzo aún podía sentir los cálidos labios de Stella sobre los suyos y… deseaba más. Aquella verdad le preocupaba, Stella era joven, inexperta, buena muchacha, mientras él era un hombre herido, que aún estaba enamorado de su esposa muerta.Infiel.Así era como se sentía Lorenzo Bianchi en ese momento, amaba a una y deseaba a la otra. La lógica le gritaba que debía ser por el tiempo que había pasado sin tener un verdadero contacto con una mujer, Anna y Bruna no contaban en ese aspecto; sin embargo, con Stella era totalmente distinto, había algo que lo conectaba a ella.—Señor —lo llamó Stella, dedicándole una ligera mirada.—¿Qué p
La ceremonia no llevó mucho tiempo, lo justo y necesario, no así la fiesta. Valentina estaba encantada con la presencia de Viviana, ambas niñas parecían dos pequeñas muñequitas vestidas de princesas para la ocasión, mientras Stella vestía un vestido azul pavo, un regalo de Anna, que le hacía lucir su belleza, no llevaba maquillaje, excepto un ligero brillo en los labios, el show se lo roban sus preciosos ojos azules. —La boda se ha consumado —susurró Emilia, acercándose a ella, mientras Nico se paraba al lado de Lorenzo. —Sobre el papel —dijo Stella. Emilia sonrió. —No, no, no, una cosa es que aceptara esto y otra muy distinta… —ella se detuvo, miró a su amiga con sospecha. —¿Qué? —susurró Stella, dando un paso atrás. —¿Cómo sabes que solo hemos consumado el matrimonio sobre el papel? —le cuestionó, achicando los ojos. Stella tragó. —Yo… —Tú, ¿qué? —le cuestionó Emilia ante el incómodo silencio de la joven. —Yo estuve leyendo una revista sobre bodas… —¿Y? —Pues, ¿tendrás tu
Todo a su alrededor desapareció, se olvidaron que estaban en un lugar público, recargados sobre la pared de los servicios, ni adentro ni afuera; pero nada de eso importaba para ninguno de ellos.Lorenzo no pudo frenar el impulso que le corrió por las venas, era un deseo voraz que amenazaba con consumirlo. Sin importar si estaba bien o mal, todo lo que quería era fundirse en el cuerpo de Stella. Era una necesidad abrasadora que no le permitía pensar y ella…, ella no pudo apartarse de aquella boca, correspondió el beso y trató de seguir el ritmo de aquella boca que le devoraba hasta el alma.Stella llevó sus manos al cuello de Lorenzo, enredó sus dedos en los cortos cabellos del hombre, mientras él presionaba sobre su cintura para atraerla a su cuerpo, la sensación cálida fue abrumadora, sus cuerpos se movieron como si hicieran el amor.Lorenzo no quería romper el beso, no quería que aquel efímero momento de gloria terminara. Se negaba a romper aquella burbuja en la que se sentía totalm
Lorenzo miró a Stella, la joven estaba roja debido a los titulares que habían aparecido en los periódicos impresos y digitales.—Tengo que volver a casa, si mi madre ha tenido la oportunidad de ver uno de esos periódicos debe estar furiosa —musitó sin levantar la mirada.Para Stella había sido un shock encontrarse con esa clase de noticia a primera hora de la mañana, tanto, que, se había encerrado en la habitación para terminar el disfraz de Valentina para su presentación, pero no había podido evadir la hora del almuerzo y a petición de la niña salió de su confinamiento, rogando que Lorenzo no estuviera, pero era fin de semana, así que, no tuvo mucha suerte.—¿Necesitas que te acompañe? —preguntó Lorenzo, ahora que todo había quedado de cara al público y que, seguramente el país entero lo había visto, no podía hacer de cuenta que nada había sucedido. Lo peor o mejor del caso era, que no había ese sentimiento de culpa en su corazón, quizá porque no lo había buscado, tal vez porque Stel
¡Dos horas! Llevaban dos horas persiguiendo a Vicenzo y el tipo no había parado en ningún sitio por más de diez o quince minutos.—¿Crees que se ha dado cuenta de que lo hemos estado siguiendo? —preguntó Nico.—No lo creo, se ve arrogante, no inteligente —bufó Emilia.Nico suspiró.—Más bien creo que es muy inteligente.—¿Estás de su lado o del nuestro, Nico? —le reclamó Emilia ante sus palabras.—¡Por supuesto que de nuestro lado! —exclamó el hombre—. Pero no puedo dejar de reconocer los hechos —susurró.Emilia lo fulminó con la mirada, fue breve, pues no quería perder de vista al hombre.Vicenzo había entrado a un restaurante de prestigio y Emilia estuvo segura de que allí era donde encontraría una pista, sin embargo…, el hombre se reunió con otros tres tipos que tenían pinta de abogados. Allí no era.—Verlo comer me está dando hambre —susurró Nico, llevaban tanto tiempo detrás del empresario, que apenas habían bebido un poco de agua.—Olvídate de tu estómago por un momento, Nico y
Stella abrió y cerró la boca sin pronunciar palabra, no podía creer que Lorenzo y Valentina estuvieran parados delante de ella, ¡estaban en su casa! —¡Di algo, Stella! —le urgió la niña que, impaciente, llamó su atención.—¿Qué puedo decir, cariño? —preguntó con un hilo de voz. Estaba sorprendida, jamás se le hubiese pasado por la cabeza, que Lorenzo y Valentina la buscaran, no pensó que la extrañaban como ella los extrañaba. Stella no podía negar lo feliz que le hacía verlos, su corazón saltó de alegría y, aunque no podía poner voz a sus palabras, sus ojos brillaron por sí solos como dos luceros en el firmamento.—¿Que te hace feliz vernos? —respondió la pequeña bribona con picardía, leyendo en los ojos de la muchacha lo que sentía. La niña era muy observadora y a su edad, a veces parecía una adulta, aunque solo eran suposiciones.Stella le sonrió con ternura y luego miró a Lorenzo y sus mejillas se sonrojaron, al ver la intensidad con la que él la estaba mirando, lo que provocó qu
—Sí, acepto.Lorenzo sonrió al escuchar la respuesta de Stella, acarició su mejilla con la yema de sus dedos, mientras su boca descendía sobre los cálidos labios de la joven, fue lento, casi una agonía el tiempo que pasó antes de que sus labios se encontraran. El beso no fue apasionado, fue tierno, delicado. Un beso con el que Lorenzo le quería hacer sentir todo lo que estaba sintiendo por ella.Stella llevó sus manos al cuello de Lorenzo, enredó sus dedos en los cabellos cortos y presionó para tener un poco de esos labios, de ese beso que le calentaba de una manera distinta cada rincón de su cuerpo.No era deseo, aunque si bien lo sentía, era una emoción que rompía la pasión carnal, como si Lorenzo fuera capaz de besarle el alma, el corazón.Cuando sus labios se separaron, ellos se quedaron abrazados. Stella recargó la cabeza sobre el pecho de Lorenzo, escuchando los latidos de su corazón, cerró los ojos y estuvo a nada de quedarse dormida con aquel bello compás.—Es tarde, deberíamo