Agradecía sinceramente cuando llegaba a su hogar y su padre no estaba, aunque está vez era diferente, su madre tampoco se hallaba. Seguramente la había invitado a algún evento en el que fingía ser el esposo perfecto para engañar a cientos de sus colegas quienes sentían una absurda admiración hacia Alberto, para varios de ellos era un referente. Si supieran quién era en realidad, su máscara se caería a pedazos de su rostro. Caleb cambió su ropa y se marchó al billar de Paco, tan sólo, para admirar en sosiego a la persona con la que no podía hablar. Era una actividad infructífera, pero sentía gozo al hacerlo, no tenía claro las razones de por qué, pero así era. Mientras conducía, no pasó desapercibido los acelerados latidos de su corazón. Se creía ridículo al sentirse así cada vez que su mente figuraba lo figuraba, y aunque quería, no podía evitarlo. Caleb se había sentido atraído por otras personas en el pasado, pero ninguna había logrado que se sintiera inseguro de sí mismo, como lo ha
Con un espacio libre entre sus horas de clases Cristina, Rebecca, y Alex decidieron reunirse en el patio del instituto, sin embargo, el último chico no estaba prestando atención a la plática de sus amigas. Sus ojos apreciaban enfáticamente a la chica sentada a unas tres bancas lejos de él mientras su mente se debatía entre acercarse a ella o no hacerlo. Parecía mentira que en el pasado hubieran mantenido algo más que una sencilla amistad y ahora eran dos desconocidos. Alex detestaba con vehemencia los recuerdos de aquella perturbadora noche que, desafortunadamente, podía recordar con tanto detalle: la suave brisa que azotaba las calles de la ciudad, la ropa que vestían y en especial, la canción que sonaba minutos antes de que enviara a Laura por aquel cigarrillo que acabó siendo la carnada que la presa mordió sin saber lo que le esperaba. Una hermosa canción que se convirtió en la banda sonora de una película de terror. Si antes de aquella noche había considerado la posibilidad de ab
Las risas hacían parte del momento fraternal entre Rebecca y Alex, éste estaba tumbado sobre su espalda encima de su cama y la primera sentada en una silla puff. Recordando un intrépido verano que vivieron antes de que sus padres formalizaran su relación. Las anécdotas que se compartían mutuamente carecían de veracidad, pero eran idóneos para apaciguar el aburrimiento de esa tarde. Cada uno relataba su versión de la historia como mejor quería, exagerando en algunos sentidos para añadirle gracia al recuerdo. En aquel tiempo Alex y Rebecca no se consideraban hermanos, pero sí mejores amigos. Ninguno confiaba en que la atracción que sus padres sentían se transformara en amor, sorpresivamente se equivocaron. -Te propongo revivir esos días, solos tú y yo. –Habló Alex. -Aún no llega el verano. - ¿Y por qué esperar hasta entonces? Esta noche vayamos a algún sitio donde podamos divertirnos. -Me gusta la idea, Alex, pero ya tengo planes para esta noche. –Reveló Rebecca, intrigando a su herm
Caleb se paseaba por los pasillos del instituto, solo, ensimismado en sus pensamientos. Aquellos muros se habían convertido en un arrimo para el chico. Allí podía librarse, por algunas horas, del infierno en el que se había tornado su aparente hogar. La convivencia entre sus padres era caótica y la armonía se materializaba sólo con la ausencia de Alberto. El chico no dejaba de sentirse culpable por no haberse sincerado con el oficial Guzmán y contarle lo que realmente pasó aquella mañana. Si lo hubiera hecho, quizás, su vida hubiese cambiado y finalmente estuviera viviendo el dichoso final feliz del que algunas historias presumen, aunque empezaba a creer que el villano era el protagonista de su cuento y que el final estaba escrito a su conveniencia. Sus pensamientos se disiparon tan rápido como el humo cuando denotó a una chica de cabello azabache y piel color crema caminando por su dirección. Inmediatamente Caleb cambió su andar para evitar tropezarse con Vanesa. Desde aquel inespera
Mientras el resto de jugaba al billar, Cristina estaba sentada frente a la barra de servicio echando de menos a aquella Laura ocurrente e intrépida, a la que le gustaba compartir las emociones que una lectura dejaba en su corazón, la que encontraba el lado positivo hasta en la más ofusca situación. Una vez había declinado su invitación al billar de Paco. Cristina no desacreditaba el dolor que sentía al haber perdido a su madre sin embargo, deseaba que supiera que ella estaba para apoyarla en cualquier circunstancia, así como ella la había ayudado en incontables veces, especialmente cuando su padre fue arrestado. Cada persona tiene su manera de afrontar el duelo o era como Cristina justificaba la actitud de Laura. -¿Qué te sucede? –Dijo Christopher llamando su atención. La chica volvió su mirada a él y negó con la cabeza. -Nada, estoy pensando. –Dijo Cristina ganándose una inquisidora mirada de su hermano. -Sabes que puedes contármelo lo que sea ¿cierto? -Lo sé y créeme que si estuv
El magnate de la Vega tendría una velada a horas de la noche y deseaba que su hijo estuviera presente. Tal era el motivo por el que Caleb yacía levantado desde temprano con actitud negativa. Detestaba asistir a esos eventos y fingir que su padre era su ídolo cuando realmente era todo lo opuesto. Durante años había asistido a eventos así y a pesar de la dificultad que era para él sonreír estando a su lado, siempre lo conseguía, pero cada vez era más pesaroso. Sabía que más temprano que tarde dejaría de mostrase como el hijo perfecto que Alberto se esforzaba por presumir. Sólo deseaba que ocurriera de la mejor forma posible, aunque era casi imposible. En lo más recóndito de su ser, Caleb se creía una decepción para su padre desde que era pequeño. Por mucho tiempo pretendió enaltecer a Alberto como su referente de hombre. Creer y practicar sus mismas ideologías para convertirse en el hombre que aparentaba ser sin embargo, el tiempo fue deshelando el disfraz que su padre había hecho sobre
Alex yacía sentado en la acera de enfrente de la casa de Laura, con una rosa blanca en sus manos. Estaría próximo a cumplir dos horas bajo el abrigo de la noche y aún no conseguía el valor para tocar el timbre. Sabía que el oficial Guzmán estaría en su trabajo, entonces sería idóneo para poder hablar con ella y disculparse, la madrasta de Laura no se involucraba en su vida personal. Sin embargo, temía que reaccionara de la peor forma. Alex se había auto figurado como un monstro en la mente de Laura. Detestaba pensar que fuera así. Las risas del pasado, los abrazos y los besos dejaron de tener protagonismo en su mente y sólo conseguía revivir una y mil veces aquella noche. Un inocente favor que destrozó un amor de adolescentes. Saber que Christopher estaba enamorado de Rebecca le causaba repudio, más cuando pensaba en lo que le hizo a Laura, no podía imaginar que algo así le ocurriera a Rebecca. No importaba cuánto le costará, Alex estaba decidido a evitar que ese amor prosperara. Los
Luego de un largo rato llorando, tumbada en su cama, Laura sintió que sus lágrimas ya se habían secado. Su celular reproducía incesantemente las canciones más nostálgicas de Ed Sheran quien se había convertido en su único acompañante durante esta rigurosa etapa de su vida. Sacó dos pastillas que Alex había dejado afuera de su casa y las introdujo en su boca para que se disolvieran con su saliva. Su efecto era menos impetuoso que los opioides, pero funcionarían lo necesario. Encontrar la rosa y luego hablar con Cristina había sido demasiado para su perturbada mente. Se sentó sobre su cama; recargando su espalda en el barandal de la misma y se estiró lo suficiente para alcanzar su libreta de dibujo que figuraba dentro del primer cajón de su mesita de noche. Cuando sentía su aflicción reprimida, lograba liberarla expresándose en un lienzo de papel, para evitar así, que el tiempo la hiciera estañar en un torbellino de emociones. Deslizó una hoja detrás de otra hasta encontrar