Caleb se paseaba por los pasillos del instituto, solo, ensimismado en sus pensamientos. Aquellos muros se habían convertido en un arrimo para el chico. Allí podía librarse, por algunas horas, del infierno en el que se había tornado su aparente hogar. La convivencia entre sus padres era caótica y la armonía se materializaba sólo con la ausencia de Alberto. El chico no dejaba de sentirse culpable por no haberse sincerado con el oficial Guzmán y contarle lo que realmente pasó aquella mañana. Si lo hubiera hecho, quizás, su vida hubiese cambiado y finalmente estuviera viviendo el dichoso final feliz del que algunas historias presumen, aunque empezaba a creer que el villano era el protagonista de su cuento y que el final estaba escrito a su conveniencia. Sus pensamientos se disiparon tan rápido como el humo cuando denotó a una chica de cabello azabache y piel color crema caminando por su dirección. Inmediatamente Caleb cambió su andar para evitar tropezarse con Vanesa. Desde aquel inespera
Mientras el resto de jugaba al billar, Cristina estaba sentada frente a la barra de servicio echando de menos a aquella Laura ocurrente e intrépida, a la que le gustaba compartir las emociones que una lectura dejaba en su corazón, la que encontraba el lado positivo hasta en la más ofusca situación. Una vez había declinado su invitación al billar de Paco. Cristina no desacreditaba el dolor que sentía al haber perdido a su madre sin embargo, deseaba que supiera que ella estaba para apoyarla en cualquier circunstancia, así como ella la había ayudado en incontables veces, especialmente cuando su padre fue arrestado. Cada persona tiene su manera de afrontar el duelo o era como Cristina justificaba la actitud de Laura. -¿Qué te sucede? –Dijo Christopher llamando su atención. La chica volvió su mirada a él y negó con la cabeza. -Nada, estoy pensando. –Dijo Cristina ganándose una inquisidora mirada de su hermano. -Sabes que puedes contármelo lo que sea ¿cierto? -Lo sé y créeme que si estuv
El magnate de la Vega tendría una velada a horas de la noche y deseaba que su hijo estuviera presente. Tal era el motivo por el que Caleb yacía levantado desde temprano con actitud negativa. Detestaba asistir a esos eventos y fingir que su padre era su ídolo cuando realmente era todo lo opuesto. Durante años había asistido a eventos así y a pesar de la dificultad que era para él sonreír estando a su lado, siempre lo conseguía, pero cada vez era más pesaroso. Sabía que más temprano que tarde dejaría de mostrase como el hijo perfecto que Alberto se esforzaba por presumir. Sólo deseaba que ocurriera de la mejor forma posible, aunque era casi imposible. En lo más recóndito de su ser, Caleb se creía una decepción para su padre desde que era pequeño. Por mucho tiempo pretendió enaltecer a Alberto como su referente de hombre. Creer y practicar sus mismas ideologías para convertirse en el hombre que aparentaba ser sin embargo, el tiempo fue deshelando el disfraz que su padre había hecho sobre
Alex yacía sentado en la acera de enfrente de la casa de Laura, con una rosa blanca en sus manos. Estaría próximo a cumplir dos horas bajo el abrigo de la noche y aún no conseguía el valor para tocar el timbre. Sabía que el oficial Guzmán estaría en su trabajo, entonces sería idóneo para poder hablar con ella y disculparse, la madrasta de Laura no se involucraba en su vida personal. Sin embargo, temía que reaccionara de la peor forma. Alex se había auto figurado como un monstro en la mente de Laura. Detestaba pensar que fuera así. Las risas del pasado, los abrazos y los besos dejaron de tener protagonismo en su mente y sólo conseguía revivir una y mil veces aquella noche. Un inocente favor que destrozó un amor de adolescentes. Saber que Christopher estaba enamorado de Rebecca le causaba repudio, más cuando pensaba en lo que le hizo a Laura, no podía imaginar que algo así le ocurriera a Rebecca. No importaba cuánto le costará, Alex estaba decidido a evitar que ese amor prosperara. Los
Luego de un largo rato llorando, tumbada en su cama, Laura sintió que sus lágrimas ya se habían secado. Su celular reproducía incesantemente las canciones más nostálgicas de Ed Sheran quien se había convertido en su único acompañante durante esta rigurosa etapa de su vida. Sacó dos pastillas que Alex había dejado afuera de su casa y las introdujo en su boca para que se disolvieran con su saliva. Su efecto era menos impetuoso que los opioides, pero funcionarían lo necesario. Encontrar la rosa y luego hablar con Cristina había sido demasiado para su perturbada mente. Se sentó sobre su cama; recargando su espalda en el barandal de la misma y se estiró lo suficiente para alcanzar su libreta de dibujo que figuraba dentro del primer cajón de su mesita de noche. Cuando sentía su aflicción reprimida, lograba liberarla expresándose en un lienzo de papel, para evitar así, que el tiempo la hiciera estañar en un torbellino de emociones. Deslizó una hoja detrás de otra hasta encontrar
Los vestidores para hombres se llenaron de euforia cuando el partido terminó siendo ellos los que lideraban el marcador. Todo el equipo de soccer bromeaba y reía mientras se vestían con ropa diferente al uniforme. Vanesa y Rebecca yacían afuera esperando a Alex, en completo silencio. La primera chica detallaba a la otra sin dejar de pensar en el teatro de enamorada que protagonizó con Caleb hace algunos días atrás. Desde entonces se había sentido todavía más distanciada de su objetivo, el cual era enamorarlo. Vanesa tenía más tiempo de conocerlo y nunca lo había visto tan feliz con una chica desde esa noche en el billar de Paco. No fue sólo ese momento donde le enseñaba a jugar billar, sino toda la velada de amigos. Caleb se mostraba más interesado en las anécdotas que Rebecca compartía que en cualquier otra persona. Sus especulaciones se disiparon cuando Alex salió del vestidor. Vanesa se acercó a él y lo besó con discreción, distinguiéndose como si estuviera enamorada del chico, p
Sergio decidió acercar a Laura hasta el instituto para evitar que, nuevamente, perdiera otro día de formación académica. Aparentaban ser dos desconocidos compartiendo un auto. Desde el instante en el que la patrulla de policía se puso en marcha, el silencio ya había ocupado un puesto en el vehículo y a ninguno de los dos parecía importarle. La comunicación entre ellos se agravó considerablemente después de que Laura le reprochara el haberse olvidado de su madre. Sergio etiquetaba como injusta la acusación de su hija. Él y Raquel tuvieron su momento de enamorados, pero más tarde que temprano todo llega a su final, y al parecer Laura había olvidado, pertinentemente, el amor que Sergio derrochó con su madre, y ahora era un desconsiderado ante sus ojos. Aunque el hombre tenía por manifiesto que no fue desatento con la madre de sus hijos, le dolía profundamente qu
Laura peinaba su cabello procurando que sus ojos no se deslizarán y tropezaran con la chica vulnerada que mostraba el reflejo del espejo. No tenía ánimos para abandonar su casa sin embargo, no podía esperar un día más para cancelar su deuda con Chema. Visitar un taller donde se vendía droga era una hazaña arriesgada, más aún en horario nocturno, pero tenía que aprovechar la ausencia de su padre. Cubrió su cabeza con un gorro de lana negro y se abrigo con un suéter de mangas largas en el que guardó el efectivo destinado a saldar la deuda. Salió de su habitación, agradeciendo que Loren no estuviera a primera vista como para percibir su huída. Caminó sigilosa hasta la puerta y sin más demora partió de su casa. Caminaba sin mucho afán por las calles, esquiva