Estaba próximo a cumplirse tres horas desde que Sergio llevara a Laura al hospital luego de haberla encontrado tirada en el suelo del cuarto de baño a penas respirando con su rostro pálido y sus labios negros. Casi tres horas aguardando impaciente por el informe del médico, sentado en la sala de espera, culpándose por no haber reaccionado a tiempo. En el fondo sabía que la depresión por la que atravesaba su hija era más grande de lo que quería creer, pero temía no poder manejarlo, y ahora estaba sometido a la zozobra, implorándole a cuántos santos creía por el bienestar de su hija.Divisó a la distancia que el médico se acercaba y de un saltó se levantó de la silla para recibirlo inquieto.-¿Cómo está mi hija? –Preguntó Sergio.-Estable. –Fue lo primero que el médico dijo calmándolo. –Sígame. –Pidió al oficial quien empezó a caminar siguiendo su rastro, recorriendo dos extensos pasillos aglomerado de personas, enfermeros en su mayoría, hasta llegar finalmente a la habitación en la que
Las manos de Laura reposaban sobre su regazo con los dedos entrelazados y su cabeza estaba inclinada. Seguía en el hospital, sentada sobre la cama, vistiendo una bata insípida mientras que Alicia, sentada en una silla frente a ella, esperaba una respuesta, quería saber cuál fue la razón que la impulsó a atentar contra su vida, pero Laura enmudeció, apretaba sus labios para reprimir su voz. Si pensar en la herida era doloroso no podía ni imaginar cómo sería confesarlo. Ya había pasado por mucho dolor, y todo lo que quería era superarlo, cambiar la página del libro y escribir un mejor capítulo, pero para hacerlo debía concluir con este capítulo. -Me violaron. –Dijo al fin, dos palabras que juntas le aterraban. No levantó la mirada en ningún momento sin embargo, una lágrima escapó de sus ojos. -¿Cuándo pasó? –Preguntó Alicia luego de un silencio. -La noche en que mi mamá falleció. –Espetó Laura con su voz quebrándose. Limpió las lágrimas que antes habían caído y también las que empeza
Christopher se encontraba en libertad bajo fianza sin embargo, por recomendación de su abogado, era mejor que permaneciera en su casa, a lo que hizo caso omiso. En cuanto el cielo se oscureció, Christopher se subió en la Yamaha asegurándose de que su rostro no fuera reconocido bajo un casco que complementaba una chaqueta de color azabache, jeans y guantes a juego; y condujo al límite de velocidad procurando no llamar la atención de ningún oficial hasta llegar al taller de Chema. Encontró al mencionado a las afueras del local fumándose un cigarrillo.-Creí que estabas en prisión. –Dijo Chema soltando el humo de su boca y viendo a Christopher quitarse el casco. –Oí que la hija del oficial por fin habló.-Así es, lo hizo. –Confirmó el catire tranquilo.-No pretenderás salir a vender ¿cierto? –Dijo Chema, le dio la última calada a su cigarrillo para luego tirar la colilla al suelo y pisarla. –Si entiendes que tienes una diana en la espalda.-Sí lo sé, y no vengo por mercancía. Necesito un
Más temprano, Bruno ya había dado su testimonio, ahora era el turno de Caleb. Mentir bajo juramento lo tenía nervioso, podía enfrentar una condena si llegaran a descubrir que estaba dando un falso testimonio. Aunque más le asustaba que se supiese su homosexualidad, y sabía que Christopher no dudaría en hacerlo saber.-Joven De la Vega. ¿Podría decirle al jurado dónde avistó a mi cliente la noche del 28 de mayo a las 21 horas? –Cuestionó Patrick Silva, el abogado de Christopher. Caleb aflojó el nudo de su corbata y se aclaró la garganta antes de poder hablar.-En el billar de Paco. –Dijo esforzándose por mantener su voz firme. –Recuerdo que esa noche estaba lloviendo demasiado y la neblina estaba tan espesa que apenas lograba ver, así que preferí entrar y jugar un rato al billar mientras esperaba a que la carretera se despejará. Lo vi a Christopher sentado en la barra de servicio, bebiendo cerveza. –Concluyó ajustándose al testimonio que había acordado junto a Bruno, éste había afirmad
-Jurado ¿Cuál es su veredicto? -Preguntó la jueza. -Encontramos al acusado culpable. –Dijo uno de los miembros. El testimonio de Alex fue la clave para cerrar el caso con justicia. Uno de los guardias se acercó a Christopher y lo esposó. Antes de que pudieran llevárselo, se volvió para ver a Cristina quien presenció todo como público. -Lo siento mucho. –Dijo el chico manteniéndose firme. -Siempre habías dicho que te parecías a papá. -Dijo Cristina al borde de las lágrimas. -Bueno, ahora te creo. -Finalizó rompiendo en llanto. Sólo sus lágrimas podían abatir el orgullo de Christopher y su talante austero. La envolvió entre sus brazos llorando también, disculpándose mil veces por lo que había hecho, por haberla dejado sola. Los guardias acabaron con el momento y Cristina sólo se quedó viendo cómo se lo llevaban. Secó sus ojos y se esforzó por calmarse. Salió de la sala dirigiéndose al exterior del tribunal donde se encontró, casualmente, con Vanesa quien no dudó en reconfortarla ent
Tumbada en su cama, Laura trazaba apacibles líneas en una pequeña libreta de dibujo que darían vida a un retrato inspirado en sus tormentosos recuerdos. La habitación era sonorizada por las canciones más nostalgias de Ed Sheeran, su cantante favorito, que se reproducían, una detrás de otra, desde su celular móvil. Pronto, el duelo por la muerte de su madre acabaría y Laura tendría que regresar a sus actividades cotidianas, aunque ella aún no estaba preparada para eso. No podía regresar al mundo real y aparentar como si nada hubiese pasado. No era sólo el fallecimiento de su mejor amiga y confidente lo que le afectaba, sino un dolor más grande que no había contado a nadie. El sonar del teléfono de cable, en la sala de estar, avivó los sentidos de la joven y en pocos segundos oyó la voz gruesa y serena de su padre que atendía la llamada en la estancia principal. La delicada mano de Laura continuaba guiando el lápiz sobre el improvisado lienzo hasta que su padre quebrantó su amena sole
A mediodía, la cafetería del instituto “La Virtud” estaba atiborrada de alumnos que reían y platicaban como si estuviesen en un lugar de ocio. Era, sin duda alguna, el momento del día más esperado por los estudiantes. Determinados grupos de compañeros y amigos sentados en bancas disfrutando de algún aperitivo mientras hablaban de cualquier cosa. Así era el caso de Caleb y Cristina. Vanesa, sentada frente a ellos, yacía aletargada en su celular. Por su parte, Christopher mantenía su azul mirada sobre la erguida espalda de Laura quien estaba sentada a distancia de ellos, sola. Luego de dos semanas de luto era tiempo de regresar a la cotidianidad sin embargo, lo había hecho con un semblante indiferente que a más de uno sorprendió. Durante el transcurso del día Laura no había querido hablar con nadie, y no era sólo eso, tampoco había aceptado la compañía de otra persona. La hipnosis temporal del catire llegó a su fin cuando se percató de la llegada de Alex, aunque lo innovador era la chica
De pie frente al espejo, pensó en afeitarse el vello facial que empezaba a crecer en su perfilado rostro, descartó la idea al denotar que le ofrecían un aspecto bastante varonil. Peinó su cabello sin mucho afán, dejando algunas hebras turbadas. Luego, adornó su cuello con una medalla, la que ocultó debajo de su camisa blanca que hacía contraste con sus jeans rasgados, de color negro y zapatos informales del mismo tono. Finalmente, Caleb se perfumó con una esencia suave, pero persistente. Salió de su habitación y bajó las escaleras que conectaban con la planta baja de la ostentosa casa en la que vivía. Su madre, en el pasado, había sido una doctora de alto prestigio, hasta que conoció a Alberto de la Vega un magnate en el área de la hostelería. No mucho después de casarse, los padres de Caleb procrearon a su primogénita a la que bautizaron como Manuela, luego del nacimiento de ésta, Alberto forzó a Verónica a abandonar su empleo y a asumir el papel de madre. Fue entonces cuando la muje