El encierro de su habitación era ameno. Caleb yacía frente a la computadora ojeando su perfil de F******k, veía fotos de sus compañeros y amigos, y algunos videos del partido, aunque no se detenía en ningún. Su único interés en abrir la red social era ver las publicaciones de Bruno, quien resultaba ser amante incondicional de la página, siempre publicaba fotos o videos de su día a día, y cambiaba constantemente su perfil. Caleb se preguntaba cómo podría actualizar tan seguido su f******k, si la mayor parte de su tiempo lo transcurría en el billar de Paco, pero, internamente, agradecía que supiera cómo organizar su horario persona y laboral, así mantenía esa pequeña ventana abierta para él, mientras conseguía el valor para acercarse. Está vez, como muchas otras, la atención de Caleb se concentraba en ese pequeño punto verde que le indicaba que Bruno estaba en línea, y una vez más, se debatía entre enviarle un mensaje o no. Tecleaba varias veces en su computadora, escribiendo palabras qu
El estado de ánimo de su hija era más preocupante de lo que esperaba y aunque Sergio estaba dispuesto a ayudarla, Laura no se lo permitía. Cuando su ex esposa fue desahuciada, su primogénita estalló en una tempestad de emociones y siempre había sido así. Expresaba lo que sentía o lo que pensaba, y aunque a veces no era fácil lidiar con sus continuos cambios de ánimo, definitivamente era mejor que adivinar qué le ocurría. El oficial Guzmán quiso creer que cuando regresara al colegio, Laura volvería a ser la de antes, al menos un poco, pero no fue lo que sucedió, incluso consideraba que había empeorado. Y durante todo el tiempo que ya había transcurrido descubrió, desafortunadamente, que no conocía a su hija tanto cómo él creía, todo lo que sabía de ella era su pasión al dibujo porque desde que era muy pequeña había sido su pasatiempo, ahora era su actividad diaria, aunque ahora, a diferencia de antes, no le mostraba lo que plasma en sus lienzos. Luego de un exasperante en la comisaría,
La jaqueca que la atormentaba era insoportable y el aliento de alcohol en su boca era asqueroso. Vanesa entró a la ducha en cuanto despertó, con un ferviente arrepentimiento merodeando en su cabeza y el recuerdo de una noche que no la enorgullecía: fiesta, licor en exceso, lascivas músicas, el beso que ella le dio a Noah y finalmente, la propuesta indecente. No era la primera vez que terminaba en la cama con algún chico, y como todas las veces anteriores se reprochaba por no haberse podido controlar. Ya había perdido la cuenta de las veces que se prometió a sí misma no cometer el mismo error, pero con el alcohol se olvidaba rápido de las consecuencias de sus actos. Si su madre se llegara a enterar que no era virgen, seguro la enviaría a un internado de alta seguridad en algún lugar en Europa, donde residía su padre. Salió de la ducha y se vistió con los colores insípidos y poco glamorosos con los que su mamá la obligaba vestirse para luego bajar al comedor donde la esperaba Yeimy ya se
Ausentarse en su trabajo no era la costumbre del oficial Guzmán, pero por su hija haría lo que fuera necesario. Decidió tomarse un día libre, alejado de los crímenes de la ciudad y dedicárselo a sus vástagos, especialmente a Laura, siguiendo el consejo que recibió de Alicia. Llevó a sus hijos a diferentes museos y a algunos parques de entretenimiento. Aunque la conversación con su primogénita era reducida, agradecía que al menos hubiera cruzado un par de palabras con ella. Cuando la tarde se adentró, la incompleta familia yacía en un parque para niños. Tobías corría y jugaba con otros niños. Sergio y Laura se sentaron en una banca en la que podían vigilar al menor de su familia. Ambos guardaban silencio, cualquiera que los viese podría suponer que eran un par de desconocidos compartiendo banca. El inquietante sosiego fue interrumpido por el timbre del celular de Sergio. El hombre atendió la llamada. Por las palabras que su padre pronunciaba, Laura sabía que Loren era la qu
Agradecía sinceramente cuando llegaba a su hogar y su padre no estaba, aunque está vez era diferente, su madre tampoco se hallaba. Seguramente la había invitado a algún evento en el que fingía ser el esposo perfecto para engañar a cientos de sus colegas quienes sentían una absurda admiración hacia Alberto, para varios de ellos era un referente. Si supieran quién era en realidad, su máscara se caería a pedazos de su rostro. Caleb cambió su ropa y se marchó al billar de Paco, tan sólo, para admirar en sosiego a la persona con la que no podía hablar. Era una actividad infructífera, pero sentía gozo al hacerlo, no tenía claro las razones de por qué, pero así era. Mientras conducía, no pasó desapercibido los acelerados latidos de su corazón. Se creía ridículo al sentirse así cada vez que su mente figuraba lo figuraba, y aunque quería, no podía evitarlo. Caleb se había sentido atraído por otras personas en el pasado, pero ninguna había logrado que se sintiera inseguro de sí mismo, como lo ha
Con un espacio libre entre sus horas de clases Cristina, Rebecca, y Alex decidieron reunirse en el patio del instituto, sin embargo, el último chico no estaba prestando atención a la plática de sus amigas. Sus ojos apreciaban enfáticamente a la chica sentada a unas tres bancas lejos de él mientras su mente se debatía entre acercarse a ella o no hacerlo. Parecía mentira que en el pasado hubieran mantenido algo más que una sencilla amistad y ahora eran dos desconocidos. Alex detestaba con vehemencia los recuerdos de aquella perturbadora noche que, desafortunadamente, podía recordar con tanto detalle: la suave brisa que azotaba las calles de la ciudad, la ropa que vestían y en especial, la canción que sonaba minutos antes de que enviara a Laura por aquel cigarrillo que acabó siendo la carnada que la presa mordió sin saber lo que le esperaba. Una hermosa canción que se convirtió en la banda sonora de una película de terror. Si antes de aquella noche había considerado la posibilidad de ab
Las risas hacían parte del momento fraternal entre Rebecca y Alex, éste estaba tumbado sobre su espalda encima de su cama y la primera sentada en una silla puff. Recordando un intrépido verano que vivieron antes de que sus padres formalizaran su relación. Las anécdotas que se compartían mutuamente carecían de veracidad, pero eran idóneos para apaciguar el aburrimiento de esa tarde. Cada uno relataba su versión de la historia como mejor quería, exagerando en algunos sentidos para añadirle gracia al recuerdo. En aquel tiempo Alex y Rebecca no se consideraban hermanos, pero sí mejores amigos. Ninguno confiaba en que la atracción que sus padres sentían se transformara en amor, sorpresivamente se equivocaron. -Te propongo revivir esos días, solos tú y yo. –Habló Alex. -Aún no llega el verano. - ¿Y por qué esperar hasta entonces? Esta noche vayamos a algún sitio donde podamos divertirnos. -Me gusta la idea, Alex, pero ya tengo planes para esta noche. –Reveló Rebecca, intrigando a su herm
Caleb se paseaba por los pasillos del instituto, solo, ensimismado en sus pensamientos. Aquellos muros se habían convertido en un arrimo para el chico. Allí podía librarse, por algunas horas, del infierno en el que se había tornado su aparente hogar. La convivencia entre sus padres era caótica y la armonía se materializaba sólo con la ausencia de Alberto. El chico no dejaba de sentirse culpable por no haberse sincerado con el oficial Guzmán y contarle lo que realmente pasó aquella mañana. Si lo hubiera hecho, quizás, su vida hubiese cambiado y finalmente estuviera viviendo el dichoso final feliz del que algunas historias presumen, aunque empezaba a creer que el villano era el protagonista de su cuento y que el final estaba escrito a su conveniencia. Sus pensamientos se disiparon tan rápido como el humo cuando denotó a una chica de cabello azabache y piel color crema caminando por su dirección. Inmediatamente Caleb cambió su andar para evitar tropezarse con Vanesa. Desde aquel inespera