Alexandra GuzmánCuando reaccioné un golpe de realidad me dio una bofetada, no podía estar haciendo esto, ¿O sí? Mi cuerpo reaccionaba a las caricias de Greco involuntariamente y la poca razón que tenía estaba perdiéndose conforme nuestro beso avanzaba, no quería despegar sus labios de los míos.Me sentí cómo hace tiempo no lo hacía, viva por completo, con mi cuerpo lleno de adrenalina, lleno de fuego, fuego que hacía que lo demás a nuestro alrededor no existiese y que solo cobrase sentido lo que nosotros estábamos sintiendo.El pecho de Greco se alzaba con velocidad, cómo si su corazón estuviese a punto de explotar, conocida sensación, pues yo me encontraba de la misma forma. Mis manos aún en su cabello corto, casi sin dejar a notar que antes era rizado, sus manos en mi cintura, tomándome con fuerza, cómo si su vida dependiera de esto, de nosotros.Seguro dejaría marca. —pensé.¿Qué importa? ¡Es Greco quién te está tocando! —respondió mi subconsciente. Siempre supe que Greco me hac
Apenas llegué a mi coche me puse el delgado chaleco que había traído, no se suponía que mi estadía en la playa durase demasiado, de hecho, ni siquiera planeaba encontrarme a Greco aquí, o tal vez sí…Digamos que, de alguna manera, siempre venía una vez a la semana a este lugar especial para ambos, la primera vez que nos dejamos recorrí lugares con significado especial para nosotros y, cuando volvimos, me dijo que siempre volvía a este sitio, por lo que una parte de mí pensó que quizás, con suerte, algún día volvería a verlo, y pasó.Escuchar de su propia boca que aquella mujer y su beso no significaban nada para él fue cómo un balde de agua fría cayendo sobre mí y no pude evitar cuestionarme el por qué no lo enfrenté en ese momento. De la misma manera traté de justificarme en el embarazo, si Greco sabía en ese momento de la existencia de la niña, hubiese o no sentido algo lo negaría para estar conmigo y yo no quería orillarlo a quedarse conmigo porque era lo correcto.Encendí el vehíc
Tres meses despuésA Greco le costó mucho entender por qué aún, después del tiempo que ha pasado, sigo sin poder distanciarme de Gabriel y es que yo tampoco lo entiendo.Sé perfectamente cuales son mis sentimientos, amo con mi vida a Greco, pero de solo pensar en el daño que le haré al hombre que me ha acompañado durante el último tiempo… el daño que le haré a mi hija al separarla del hombre que ha sido su padre durante toda su vida, sin contar el hecho de que esta separación no se quedará solo en nosotros, lo sabrá todo el país.—Tienes que dejar de pensar en los demás y pensar en lo que tú quieres. —mencionó Greco acercándose a mi hombro y besarlo—. Quiero ver a Emma y también que dejemos esta estupidez de estar escondiéndonos.—No nos estamos escondiendo, Greco, estamos en la playa. —mencioné provocando que me mirase fijamente.—Vives con el miedo constante que un periodista o alguien más nos vea y se conozca lo de nosotros, ¿Por qué tenemos que seguir haciéndonos esto? Yo te amo,
Narrador OmniscienteFrente a la televisión, con una botella de Whiskey en la mano y con un vaso de cristal vacío en la otra, se encontraba Gabriel mirando las nuevas noticias de la ciudad.Su pequeña hijastra, Emma, a quién adoraba con el alma por ser parte de la única mujer que ha amado en su vida, se encontraba durmiendo en su habitación que felizmente y con esmero decoró para el momento de su llegada a aquella mansión.Gabriel se sentía afortunado, en su mente, la vida lo había premiado con la mujer que algún día juró destruir por quitarle lo que más anheló toda su vida; un padre. Pero qué, inconscientemente, decidió amar sin medidas, sin importarle su pasado con Greco, aquel cabrón que no la merecía, que nunca la valoró y qué, después de todo, buscaba lo mismo que él, venganza.—Alexandra. —fue lo que salió de su boca mientras esbozaba una sonrisa y maquinaba en su cabeza el escenario perfecto para volver a pedirle matrimonio y renovar sus votos, él sabía que durante estos último
—Gaby me estás asustando. —dijo ella temblando debajo de su aliento. Alexandra tenía su mente nublada y solo esperaba que todo esto pasase y pudiesen seguir cada uno por su lado—. Por favor, detente. —agregó mirándolo con sus ojos llenos de lágrimas.—¿Detenerme? ¿Detenerme, Alexandra? ¡Tú debiste hacerlo! ¡Te acostaste con el maldito cabrón que te dejó sola y embarazada y engañaste al hombre que te dio su mundo para ser feliz! ¡Cambié por ti! ¡Dejé de ser el bastardo de mierda que siempre he sido por ti y por Emma! —gritó Gabriel provocando que Alexandra tapase sus oídos—. Él sabe que Emma es su hija. —comentó tratando de sonar más calmado.Alexandra asintió.—¿Por qué no me lo habías dicho? —dijo esta vez, completamente dolido—. ¿Por qué no me dijiste que te reunías con Greco a mis espaldas? ¿Entiendes la posición en la que me pones ahora? —dijo mientras pasaba su mano por la frente, tratando de controlar sus propios impulsos, pero el viejo Gabriel, aquel que había tratado de ultraj
Greco Morelli. La maldita sonrisa que estaba estampada en mi rostro me acompañó hasta llegar a la oscuridad de mi departamento, Leandro se encontraba en el cuarto de enfrente, sí, me aseguré de tenerlo enfrente para seguir cuidando de él, su condición era mi culpa y estaba completamente seguro de que no desearía ver a Raquel en ese estado, mucho menos a Alexandra o Emma.Me senté en el sofá y encendí el televisor mientras daban aquella película del mafioso enamorado de la chica, una corriente eléctrica recorrió mi ser cuando el protagonista tuvo que decirle la verdad de su trabajo a la mujer que amaba, ¿Sucederá lo mismo conmigo?Mi celular vibró en la cartera de mi pantalón y lo saqué emocionado pensando que sería Alexandra quien me llamase, pero no, era Leandro.—¿Dime? ¿Qué necesitas? —pregunté esperando que mi amigo se dignase a hablar.—Sí pudiera matarte, lo haría. —comentó—. Canal 36, ahora. —dijo con el mismo tono serio, ¿Qué mierda? ¿En verdad se atrevió a amenazar al diablo
Algunos días luego del accidenteLa oscuridad de la noche siempre había sido mi amiga, sin embargo, hoy solo me atormentaba con mi pasado, con mis acciones, con toda mi vida. Alexandra llevaba días en un coma inducido para que su cuerpo no se esforzase ni resintiese cuando llegase el momento de despertarla, por suerte el cuchillo no perforó ningún órgano, pero perdió demasiada sangre.Fue difícil encontrar un donante de sangre compatible, pero busqué por toda las malditas ciudades cercanas y pude dar con cinco personas que quisieron hacerlo a cambio de una buena cantidad de dinero.Hoy llevé a Emma conmigo al hospital, el dolor en su mirada era casi tan grande como el mío, mi pequeña necesitaba a su madre con ella y yo necesitaba a mi chica, a mi mujer conmigo.—¿Cuándo despertará? —preguntó ella mirándome con sus ojos llenos de lágrimas.—Lo hará pronto, cariño, solo tenemos que esperarla para darle mucho amor. —mencioné cargándola en mis brazos y acercándola a Alexandra, en su condi
Esperanza, nunca he necesitado de ella, no hasta que la conocí y descubrí aquel extraño sentimiento que me hacía débil. Mis acciones, mis movimientos, todo de mí y lo que se movía a mi alrededor siempre estaba fríamente calculado, pero no ahora.Si alguien en el pasado me hubiese dicho que Greco Morelli, el diavolo italiano, estaría en una maldita capilla de hospital pidiendo por la vida del amor de su vida, no solo me hubiese reído en su cara, también lo habría internado en un psiquiatra, o asesinado por desvariar con mi persona.Pero veme aquí, tratando de implorar por la vida de la única mujer que me ha interesado en mi vida, por la madre de mi hija, por la mujer que seguramente mi madre hubiese deseado para mí. Si en realidad existes —pensé mirando la estatua pequeña de Jesucristo en la capilla—. ¿Por qué has hecho de mi vida una miseria? —reclamé—. No solo perdí a mi madre aquella vez, el alma de mi padre se fue con su muerte.Luego, cuando por fin encuentro la felicidad, cuando