Alexandra Guzmán Dos semanas despuésA pesar de que mi cuerpo se encontrase bien, mis heridas cicatrizaban correctamente y mis exámenes estaban perfectos, los médicos encargados de tratarme prolongaron mi estadía por dos semanas. Por las noches el fantasma de Gabriel me atormentaba, sus últimas palabras; a pesar de no ser dirigidas con odio, sino con serenidad, me provocaban aquel sentimiento que tanto temía, culpa.Estoy plenamente consciente de que si nunca hubiese seguido con mis encuentros con Greco ninguna tragedia hubiese ocurrido y Gabriel seguiría vivo, siendo un gran padre y esposo cómo hasta aquel día, pero su comportamiento agresivo me hacía dudar de que toda nuestra vida hubiese sido feliz.Tarde o temprano hubiese detonado contra ti o Emma. —eran las palabras que me decía Greco para tranquilizarme. Y sí, el padre de mi hija había descubierto que Gabriel se estaba tratando con una psiquiatra por aquellas voces de las que habló aquella noche.—¿Cómo te sientes hoy? ¿Lista
—Alexandra, es normal que te sientas así, también era tu hijo. Además, en el fondo, le querías también a él y sí, me cuesta mucho aceptar que en tu corazón haya espacio para otro hombre que no sea yo, pero es la verdad. Él estuvo en momentos en que nadie más estaba, en momentos en que yo no estaba. Cariño, ese hombre amaba a nuestra hija igual que a ti y por eso tú también le quisiste, pero no puedes aferrarte a eso, es doloroso y oscuro… —agregó mientras ponía sus manos sobre mis mejillas.—Es que no sé cómo dejarlo ir, Greco. Duele mucho —susurré sintiendo mis mejillas nuevamente húmedas por mis lágrimas.—Me gustaría decirte que te haré olvidar todo lo que duele, cariño, pero mentiría —dijo sin apartar su mirada de mí—. Pero, lo que puedo prometer es que estaré contigo en cada momento de debilidad, puedes conversar conmigo de esto las veces que sean necesarias, porque, Alexandra, tus miedos son los míos, tú oscuridad es la mía, estamos unidos para toda la vida y no hay nada en este
Narrador Omnisciente Días antes de la pérdida del bebé. —¿Y bien? ¿Por qué piensas que estamos aquí, de nuevo? —preguntó la mujer vestida de traje formal color rosa, no muy llamativo, más bien era un color rosa apagado.—Porque no puedo decirle la verdad, no ahora —mencionó el hombre que se encontraba frente a ella, su semblante era preocupado, casi desesperado.—La última vez que nos vimos quedamos en que le contarías la verdad para que las voces no puedan seguir atormentándote —mencionó ella—. ¿Cómo te has sentido durante este último mes? —preguntó.—¿Podría, por favor, ponerse en mi lugar? ¿Cómo puedo decirle a mi esposa que su padre es también el mío? —pregunta Gabriel mientras se lleva las manos a su cabeza y tira de sus cabellos ligeramente—. ¿Podría decírselo usted a su esposo?—Sí, podría hacerlo ya que ella no es en realidad hija de mi padre, es adoptada y criada cómo si lo fuese, tal cómo pasa con su hija, Emma —menciona la psicóloga—. Señor Smith, he tratado su caso desde
Recuerdo—¡Suéltame no me hagas más daño! ¡Teníamos un hijo! —gritaba ella en lo que fueron sus últimas palabras.—Un hijo que te encargaste de asesinar, hija de puta, y, aun así, después de que te dejé seguir con vida, decidiste atacar a mi esposa —grité con furia dejándome dominar por todo lo que estaba sintiendo y por los demonios dentro de mi cabeza. —¡Ese lugar me pertenecía! ¡Yo debí ser tu esposa! ¡Solo yo te he amado, Gabriel! —gritó ella en medio de lloriqueos—. Me buscaste, Gabriel, me buscaste cuando tu matrimonio ni siquiera lo era, sabía todos tus miedos, querías terminar con ella, querías seguir tu maldito plan de acabar con tu padre, ¿Por qué no lo hiciste? ¿Por qué no volviste a mí cómo lo prometiste? —agregó la mujer que se encontraba atada en la silla.—Nunca te amé, Eva, simplemente cogías bien —mencioné acercándome a ella—. Me quedé contigo porque tenías a mi hijo en tu vientre, pero la cagaste con tus pendejadas y con el vicio ese con las drogas. No te maté porqu
Tomé al pequeño en mis brazos e inmediatamente sentí ese calor familiar, aquel que solo podía sentir teniendo a Alexandra y Emma cerca de mí. Sí, este pequeño iba a ser nuestro hijo, pero de pronto, la voz de mi esposa hizo eco en mi cabeza, ¿Me estaba gritando? Caminé hacía ella, pero la voz provenía de la oscuridad, temí al dejar a mi pequeño solo, pero necesitaba verla una última vez.Decirle que no era su culpa y que lo nuestro había sido maravilloso. Que todo lo que siempre quise lo había conseguido con ella. Todos estaríamos felices con mi partida.Abrí los ojos con demasiado esfuerzo y me la encontré allí, tirada a mi lado, ¿En qué momento bajamos a la planta baja? No lo sabía, pero yo me encontraba sangrando de la cabeza y ella tenía un cuchillo en su costado. Traté de moverme para alcanzarla, pero mis esfuerzos fueron en vano, estiré mi mano, pero esta no respondía, el dolor de mi cuerpo era asfixiante, nunca había sentido tanto.—Alexandra —traté de decir con mucha dificult
Alexandra Guzmán Tiempo actual.Hoy, después de varias semanas, estoy por fin en el cementerio, en el lugar dónde Greco enterró a Gabriel. Le agradecí por ello. Traía rosas blancas para adornar su lápida, no sé si lo que vi aquella vez fue real o no, pero me encantaría que lo fuese, que el hombre que estuvo estos últimos años a mi lado, cuidando y velando por mi seguridad sintiese al fin aquella paz que necesitaba.La doctora que atendía a Gabriel se comunicó conmigo algunos días después de salir del hospital, ella me dijo sobre su condición y comprendí el porqué de aquella noche. Me sentí culpable por no saberlo, por no darme cuenta de la constante lucha que él hacía cada día, pero también entendí que él no deseaba que lo supiésemos, él quería ser un mejor hombre, esposo y padre para nosotras.Lágrimas caían por mis mejillas mientras me ganaba de rodillas frente a la tumba de Gabriel, ¿Cómo terminamos así? ¿Por qué terminamos así?Después de tanto esfuerzo nunca pude recompensar nad
Greco MorelliEntramos en la casa que sería nuestro hogar, claro que nunca me percaté de que se encontraba Gianna hasta después de decirle a Alexandra que se acomodase en la que sería nuestra habitación, que también daba a la habitación de Emma. Había mandado a arreglar aquel detalle hace algunas semanas.Leandro se quedó en la sala con Gianna y Raquel subía con Emma y con mi mujer a poner todas sus cosas en los estantes y closet.—¿Qué te sucede, Leandro? ¡Déjame ir a hablar con Greco, idiota! —chilló Gianna cuando Leandro se puso en su camino, ella al verme pareció enrojecer del enojo—. ¿Qué te crees que estás haciendo? —me preguntó.—¿Qué te crees tú que estás haciendo aquí? —pregunté con un enojo latente que no hacía más que crecer en mi interior—. Creí haber sido bastante claro en que no quería que pisases esta casa, no te quiero ver y pronto mis abogados se reunirán contigo. Quiero el divorcio, Gianna.—¿Es por esa puta y por la huérfana? —dijo con repudio, lastimosamente para e
Alexandra Guzmán Nos encontramos en la cocina junto a Emma, ella terminó despertándose y encontrándonos rápidamente, dejó que Greco la cargase y juntos bajamos a comer algo mientras veíamos una película. Emma escogió la sirenita, nuevamente. Digamos que quería que Greco imitase los diálogos de Erick. Sonreí al verlos juntos, disfrutando de su mutua compañía, ¿Así hubiesen sido nuestros días? No pude evitar pensar, pero en el fondo, sí lo habían sido así, junto a Gabriel y estaba completamente segura de que mi hija, a pesar de olvidar quién fue Gaby para nosotras, siempre llevaría consigo una parte de él. —¡Quiero mis panqueques, mami! —gritó Emma desde el sofá. —¡Ya voy! —grité sonriendo y mirando a Greco, quien también se encontraba sonriendo cómo un crío. Llevé los platos al sofá y desayunamos los tres viendo La sirenita, película oficialmente favorita de mi hija. Cuando se hizo mediodía salimos al patio, Emma quiso meterse a la enorme piscina y mientras Greco la cuidaba fui a