Narrador OmniscienteFrente a la televisión, con una botella de Whiskey en la mano y con un vaso de cristal vacío en la otra, se encontraba Gabriel mirando las nuevas noticias de la ciudad.Su pequeña hijastra, Emma, a quién adoraba con el alma por ser parte de la única mujer que ha amado en su vida, se encontraba durmiendo en su habitación que felizmente y con esmero decoró para el momento de su llegada a aquella mansión.Gabriel se sentía afortunado, en su mente, la vida lo había premiado con la mujer que algún día juró destruir por quitarle lo que más anheló toda su vida; un padre. Pero qué, inconscientemente, decidió amar sin medidas, sin importarle su pasado con Greco, aquel cabrón que no la merecía, que nunca la valoró y qué, después de todo, buscaba lo mismo que él, venganza.—Alexandra. —fue lo que salió de su boca mientras esbozaba una sonrisa y maquinaba en su cabeza el escenario perfecto para volver a pedirle matrimonio y renovar sus votos, él sabía que durante estos último
—Gaby me estás asustando. —dijo ella temblando debajo de su aliento. Alexandra tenía su mente nublada y solo esperaba que todo esto pasase y pudiesen seguir cada uno por su lado—. Por favor, detente. —agregó mirándolo con sus ojos llenos de lágrimas.—¿Detenerme? ¿Detenerme, Alexandra? ¡Tú debiste hacerlo! ¡Te acostaste con el maldito cabrón que te dejó sola y embarazada y engañaste al hombre que te dio su mundo para ser feliz! ¡Cambié por ti! ¡Dejé de ser el bastardo de mierda que siempre he sido por ti y por Emma! —gritó Gabriel provocando que Alexandra tapase sus oídos—. Él sabe que Emma es su hija. —comentó tratando de sonar más calmado.Alexandra asintió.—¿Por qué no me lo habías dicho? —dijo esta vez, completamente dolido—. ¿Por qué no me dijiste que te reunías con Greco a mis espaldas? ¿Entiendes la posición en la que me pones ahora? —dijo mientras pasaba su mano por la frente, tratando de controlar sus propios impulsos, pero el viejo Gabriel, aquel que había tratado de ultraj
Greco Morelli. La maldita sonrisa que estaba estampada en mi rostro me acompañó hasta llegar a la oscuridad de mi departamento, Leandro se encontraba en el cuarto de enfrente, sí, me aseguré de tenerlo enfrente para seguir cuidando de él, su condición era mi culpa y estaba completamente seguro de que no desearía ver a Raquel en ese estado, mucho menos a Alexandra o Emma.Me senté en el sofá y encendí el televisor mientras daban aquella película del mafioso enamorado de la chica, una corriente eléctrica recorrió mi ser cuando el protagonista tuvo que decirle la verdad de su trabajo a la mujer que amaba, ¿Sucederá lo mismo conmigo?Mi celular vibró en la cartera de mi pantalón y lo saqué emocionado pensando que sería Alexandra quien me llamase, pero no, era Leandro.—¿Dime? ¿Qué necesitas? —pregunté esperando que mi amigo se dignase a hablar.—Sí pudiera matarte, lo haría. —comentó—. Canal 36, ahora. —dijo con el mismo tono serio, ¿Qué mierda? ¿En verdad se atrevió a amenazar al diablo
Algunos días luego del accidenteLa oscuridad de la noche siempre había sido mi amiga, sin embargo, hoy solo me atormentaba con mi pasado, con mis acciones, con toda mi vida. Alexandra llevaba días en un coma inducido para que su cuerpo no se esforzase ni resintiese cuando llegase el momento de despertarla, por suerte el cuchillo no perforó ningún órgano, pero perdió demasiada sangre.Fue difícil encontrar un donante de sangre compatible, pero busqué por toda las malditas ciudades cercanas y pude dar con cinco personas que quisieron hacerlo a cambio de una buena cantidad de dinero.Hoy llevé a Emma conmigo al hospital, el dolor en su mirada era casi tan grande como el mío, mi pequeña necesitaba a su madre con ella y yo necesitaba a mi chica, a mi mujer conmigo.—¿Cuándo despertará? —preguntó ella mirándome con sus ojos llenos de lágrimas.—Lo hará pronto, cariño, solo tenemos que esperarla para darle mucho amor. —mencioné cargándola en mis brazos y acercándola a Alexandra, en su condi
Esperanza, nunca he necesitado de ella, no hasta que la conocí y descubrí aquel extraño sentimiento que me hacía débil. Mis acciones, mis movimientos, todo de mí y lo que se movía a mi alrededor siempre estaba fríamente calculado, pero no ahora.Si alguien en el pasado me hubiese dicho que Greco Morelli, el diavolo italiano, estaría en una maldita capilla de hospital pidiendo por la vida del amor de su vida, no solo me hubiese reído en su cara, también lo habría internado en un psiquiatra, o asesinado por desvariar con mi persona.Pero veme aquí, tratando de implorar por la vida de la única mujer que me ha interesado en mi vida, por la madre de mi hija, por la mujer que seguramente mi madre hubiese deseado para mí. Si en realidad existes —pensé mirando la estatua pequeña de Jesucristo en la capilla—. ¿Por qué has hecho de mi vida una miseria? —reclamé—. No solo perdí a mi madre aquella vez, el alma de mi padre se fue con su muerte.Luego, cuando por fin encuentro la felicidad, cuando
Alexandra Guzmán Dos semanas despuésA pesar de que mi cuerpo se encontrase bien, mis heridas cicatrizaban correctamente y mis exámenes estaban perfectos, los médicos encargados de tratarme prolongaron mi estadía por dos semanas. Por las noches el fantasma de Gabriel me atormentaba, sus últimas palabras; a pesar de no ser dirigidas con odio, sino con serenidad, me provocaban aquel sentimiento que tanto temía, culpa.Estoy plenamente consciente de que si nunca hubiese seguido con mis encuentros con Greco ninguna tragedia hubiese ocurrido y Gabriel seguiría vivo, siendo un gran padre y esposo cómo hasta aquel día, pero su comportamiento agresivo me hacía dudar de que toda nuestra vida hubiese sido feliz.Tarde o temprano hubiese detonado contra ti o Emma. —eran las palabras que me decía Greco para tranquilizarme. Y sí, el padre de mi hija había descubierto que Gabriel se estaba tratando con una psiquiatra por aquellas voces de las que habló aquella noche.—¿Cómo te sientes hoy? ¿Lista
—Alexandra, es normal que te sientas así, también era tu hijo. Además, en el fondo, le querías también a él y sí, me cuesta mucho aceptar que en tu corazón haya espacio para otro hombre que no sea yo, pero es la verdad. Él estuvo en momentos en que nadie más estaba, en momentos en que yo no estaba. Cariño, ese hombre amaba a nuestra hija igual que a ti y por eso tú también le quisiste, pero no puedes aferrarte a eso, es doloroso y oscuro… —agregó mientras ponía sus manos sobre mis mejillas.—Es que no sé cómo dejarlo ir, Greco. Duele mucho —susurré sintiendo mis mejillas nuevamente húmedas por mis lágrimas.—Me gustaría decirte que te haré olvidar todo lo que duele, cariño, pero mentiría —dijo sin apartar su mirada de mí—. Pero, lo que puedo prometer es que estaré contigo en cada momento de debilidad, puedes conversar conmigo de esto las veces que sean necesarias, porque, Alexandra, tus miedos son los míos, tú oscuridad es la mía, estamos unidos para toda la vida y no hay nada en este
Narrador Omnisciente Días antes de la pérdida del bebé. —¿Y bien? ¿Por qué piensas que estamos aquí, de nuevo? —preguntó la mujer vestida de traje formal color rosa, no muy llamativo, más bien era un color rosa apagado.—Porque no puedo decirle la verdad, no ahora —mencionó el hombre que se encontraba frente a ella, su semblante era preocupado, casi desesperado.—La última vez que nos vimos quedamos en que le contarías la verdad para que las voces no puedan seguir atormentándote —mencionó ella—. ¿Cómo te has sentido durante este último mes? —preguntó.—¿Podría, por favor, ponerse en mi lugar? ¿Cómo puedo decirle a mi esposa que su padre es también el mío? —pregunta Gabriel mientras se lleva las manos a su cabeza y tira de sus cabellos ligeramente—. ¿Podría decírselo usted a su esposo?—Sí, podría hacerlo ya que ella no es en realidad hija de mi padre, es adoptada y criada cómo si lo fuese, tal cómo pasa con su hija, Emma —menciona la psicóloga—. Señor Smith, he tratado su caso desde