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¿A qué estás jugando Evelin?

-¿Señoras? – Preguntó el doctor con amabilidad – Buenos días ¿Cómo están ustedes? ¿En qué las puedo ayudar? –

-Le pedimos disculpas doctor Caltoni, pero en realidad queríamos tener unas palabras con la señorita Evelin – Dijo una de las mujeres haciendo énfasis en el nombre –

-¿Conmigo? ¿De qué querrían hablar ustedes conmigo? – Preguntó Rosalin confundida –

-No sabemos cómo lograste que el señor Duncan te aceptara de nuevo en su casa, sabiendo la clase de mujer que eres, por lo que queríamos advertirte que la última vez fuimos muy cordiales contigo y no llevamos la situación a últimas instancias, pero ésta vez, si te pasas de la raya, iremos hasta las últimas consecuencias –

-Disculpen, señoras, pero realmente no sé de qué están hablando – respondió Rosalin mirándolas a todas sin comprender por qué la amenazaban –

-Ya Trish, quien es enfermera en el hospital, nos había advertido de tu nueva artimaña de que no recuerdas nada de lo que hiciste – Dijo la mujer morena acercándose a Rosalin con verdadera mirada de odio en los ojos – Y tal vez por eso, tienes al señor Duncan comiendo de la palma de tu mano nuevamente, pero déjame decirte que no nos engañas. Sabemos lo perversa que eres, así que mantente alejada de nosotras y de nuestros maridos –

-Señoras, yo no entiendo por qué me amenazan y me hablan de ésta manera – Dijo Rosalin –

-¿No sabes? Betty Miller y su esposo se divorciaron porque tú lo volviste loco con tus seducciones y después lo botaste. Brendan y Myley Carnagah también terminaron separándose cuando tú te metiste a su casa a seducir a su esposo en la piscina donde los encontró Myley al llegar de su noche de té y barajas con las chicas. ¿No lo recuerdas? – Preguntó una mujer rubia y obesa que se había quedado más atrás - ¿No lo recuerdas? Porque la pobre Myley ya lleva 6 meses en terapia por eso, ya que su esposo decidió pedirle el divorcio –

-Obviamente, están hablando de una persona totalmente diferente – Dijo Rosalin con la mirada en el piso reconociendo que sonaba a las cosas que acostumbraba a hacer su hermana – Una persona que ya murió y que no volverá a molestarlas más – Terminó Rosalin –

-¡Eso esperamos! – Dijo la morena y se volvió a ver al doctor – Y disculpe usted doctor Caltoni que le diga esto, pero ella no es una buena mujer para nadie. Lo mejor sería que se alejara de ella. ¡Por su propio bien! –

-¡Muchas gracias por su amable preocupación! ¡Se los agradezco en verdad! Pero yo he tomado mis propias decisiones desde que salí de mi casa para estudiar en la escuela de medicina y la verdad es que no veo a ésta señorita como un dragón que escupe fuego – Dijo el doctor tomándola de la mano – Yo creo en un dicho muy bonito que dice: Vive y deja vivir, así que, con permiso, vamos a buscar nuestros asientos porque ésta obra ya está por comenzar – Dijo el doctor Caltoni comenzando a caminar, pero de pronto se volteó como si recordara algo - ¡Ah! Y déjeme decirles que conozco de manera muy cercana a ambas parejas que mencionaron y sé que ellos ya estaban hartos de sus matrimonios y sólo esperaban una oportunidad de plantear el divorcio. Que tengan ustedes muy buenos días – Y diciendo esto jaló a Rosalin de la mano para ir a ubicar sus puestos frente al escenario –

-Muchas gracias, doctor Caltoni – Dijo Rosalin cuando estuvieron sentados – Es incómodo ese tipo de reclamos –

-¡Ni que lo digas! – Respondió el doctor – Pero no dejes que eso te afecte. Son cosas que ya están en el pasado.  No tenían por qué hacerte ese reclamo. No es el momento ni el lugar.

Rosalin, no lo miraba sino a sus manos que las tenía entrelazadas sobre su regazo.

-¡Vamos! ¡Tranquilízate! Te aseguro que no se meterán más contigo.

-¿Y cómo estás tan seguro de que no lo volverán a hacer? – Preguntó Rosalin –

-Porque, la próxima vez, traeré música y armaremos una competencia de baile. ¿Qué te parece? Dicen que por la forma de bailar se conoce si la persona es buena en el sexo. Tal vez se den cuenta que son ellas las que han descuidado a sus esposos – Dijo el doctor Caltoni mirándola con lo que parecía seriedad, pero ambos terminaron soltando una carcajada –

                -Por cierto – Dijo Rosalin cuando se le pasó el ataque de risa – ¿Qué haces tú en una obra escolar? –

                -Mi hija. Estudia en el mismo salón que la de Duncan Tiene 8años. Es una de las chismosas que hablan mal de Scarlet – Dijo el doctor y ambos rieron – A veces no puedo venir por mi trabajo si tengo guardias y eso, así que cuando no estoy trabajando la acompaño – Respondió tranquilo el doctor – ¿Trajiste a la hija de Duncan? – Preguntó el doctor –

-Sí. Estaba ocupado, así que – Respondió Rosalin – Aquí estoy –

-¿Eres su niñera? – Preguntó el doctor –

-Se podría decir – Dijo Rosalin, notando que en la fila de atrás unos cuantos puestos más allá había dos mujeres hablando y mirándola a ella hablar con el doctor y se pusieron con risillas –

-¿Estás trabajando verdad? – Preguntó el doctor –

-Sí. En la boutique de novias – Dijo Rosalin –

-Sí. Me enteré – Y se quedaron viendo un momento incómodo, ya que Rosalin no entendía cómo era posible que supiera tanto de ella, pero entonces todo el público hizo silencio porque, comenzó la obra –

Todos los niños se entregaron muy bien a su papel, excepto uno que era un capataz  y se quedó por un lado hasta que lo llamaron a ocupar su lugar y de allí en adelante, todo perfecto. Sarah estuvo sublime como Melanie – Pensó Rosalin observándola con orgullo sonriendo.

En un momento en que se estaba desarrollando la obra, el doctor se le acercó para comentarle algo y ella sonrió y se volteó a ver a una mujer que negaba con la cabeza y la miraba con reprobación, ella frunció el ceño y se volvió a ver la obra y a Sarah que lo estaba haciendo magníficamente.

Al terminar la obra el público estalló en aplausos y Sarah vino corriendo a buscarla  y se abrazaron emocionadas.

-¡Felicitaciones Sarah! ¡Estuviste genial! ¡Fabulosa! – Le dijo Rosalin sin ocultar su orgullo –

-¿SÍ? ¿Lo crees? – Preguntó Sarah –

-Sí – Dijo Rosalin – Y se volvieron a abrazar –

La niña decidió sacar su teléfono y tomarse una foto en el escenario y otra entre las sillas con Rosalin y decidió mandárselas a su padre, quien respondió enseguida que se alegraba mucho de que todo hubiera salido bien.

El doctor se acercó con su hija Anne y las invitó a ir a una pastelería cercana para celebrar.

Ella se iba a negar, pues no le dieron permiso para eso, pero el doctor insistió diciendo que sería un momento, así que se subieron a la camioneta y  siguieron al doctor hasta la pastelería.

Entraron y se sentaron todos y cada uno ordenó lo que iba a comer. Las niñas pidieron helados gigantes y ellos dos ordenaron una rebanada de pastel cada uno y café.

-Es difícil ser padre soltero – Dijo el doctor – El trabajo no da mucho tiempo para compartir con ellas –

-¿Y tú? ¿Eres viudo también? – Preguntó Rosalin –

-¡Oh no! La madre de Anne vive en Nueva York y tenemos custodia compartida. Divorciados – Dijo el doctor –

-Entiendo – Dijo Rosalin tomando su café –

-Pero Duncan ahora te tiene a ti – Dijo el doctor –

-No entiendo lo que quieres decir – Dijo Rosalin – Yo sólo estoy allí, mientras me recupero –

-¿Ustedes no están juntos? – Preguntó el doctor –

-¡Oh por Dios no! – Dijo Rosalin espantada –

-Oh bueno, es que pensé – Dijo el doctor – Él fue llamado al hospital y te reconoció cuando tuviste el accidente y dijo que hasta hacía unos meses vivías con él, Evelin –

-¿Evelin? En ese momento, Rosalin fue consciente de que el Señor Duncan era el hombre rico con el que Evelin le dijo que había estado viviendo, ahora entendía su trato tosco. Él debió descubrir lo venenosa que era su hermana Evelin y en el hospital, ella sólo recibió la dosis que era para su hermana Evelin. Muchas cosas se esclarecían – Se había quedado absorta, por lo que el doctor comentó:

-¿Estás bien? Te quedaste en silencio –

-Sí. Estoy bien – Dijo Rosalin –

Sarah sacó su teléfono y decidió tomar una foto de los 4 y enviársela a su padre, aunque, ésta vez no hubo respuesta.

Llegaron a la casa y Rosalin volvió a meter la camioneta en el garaje. Cenaron y se fue a su cuarto a descansar, no sin antes recibir nuevamente las gracias y un abrazo de Sarah.

No supo qué hora era de la madrugada cuando escuchó que le hablaban y ella despertó sobresaltada.

-¿Evelin? – Quiero que me digas en este momento qué es lo que pasa contigo – Preguntó el señor Duncan – ¿A qué estás jugando, Evelin?

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