El disfraz para Sarah

A partir de ese día, Rosalin, dividía las horas del día para hacer el disfraz cuyos materiales había comprado la Señora Myers y dedicaba el resto del tiempo para recibir las visitas de Carlo y sus palabras de aliento. Era un buen amigo.

Ya Rosalin se sentía mucho mejor y las costillas, no le dolían tanto y su pie no estaba tan hinchado…cuando estaba cociendo el disfraz, llegó Carlos, al cual, por cierto, la Señora Smith le había pedido que hablaran en la sala, por pedido del señor Edwards.

-¿Cómo has estado? – Preguntó Carlo –

-Muy bien. Estoy cosiendo un disfraz para Sarah –

-Tú no me habías dicho nada de que sabías coser. Conozco a la dueña de la boutique de vestidos de novia. Siempre tienen mucho trabajo y siempre necesita de personal. Le preguntaré si quieren contratarte –

-¡Eso sería maravilloso! – Dijo Rosalin con entusiasmo y lo abrazó esperanzada en volverse útil nuevamente. No se dio cuenta que el Señor Duncan se acercaba pero al ver esa expresión de afecto se detuvo y se devolvió a su despacho –

A la hora de la cena, normalmente, Rosalin tomaba sus alimentos en la cocina, pero ese día, la señora Smith le avisó que era requerida en el comedor junto al padre y la niña. Rosalin, sintió que su corazón se aceleraba y nerviosa caminó hasta el antiguo comedor de gran tamaño y con varias entradas. Se sentó al lado izquierdo del señor Duncan, después que éste con un gesto, la invitó a sentarse. Sarah, estaba frente a ella con una gran sonrisa. ¡La bendición de ser niños y no saber nada de los problemas de ser adultos! Rosalin, le sonrió en respuesta.

La señora Smith entró y sirvió la comida, luego comenzaron a comer en silencio, disfrutando de aquellos exquisitos platos que preparaba la señora Smith. Cuando llegaron al postre, Sarah no pudo contener más su alegría y dijo:

-Mañana iremos al mercado a hacer algunas compras. ¿Quieres venir con nosotros, Evelin? –

-¿Al mercado? ¿Van a cocinar algo especial? – Preguntó Rosalin –

-No. No entiendes. El mercado es como un gran centro comercial donde consigues de todo en un solo lugar. Venden toda clase de artículos y mi padre quiere comprarme algunas cosas y yo le pedí que te comprara algo a ti también – terminó Sarah con tono triunfal y Rosalin sintió que el color se le iba del rostro –

-¡Oh No! No, no, no, por favor, Sarah no le pidas eso a tu padre. No está bien. Yo tengo mis cosas y pronto comenzaré a trabajar y podré sostenerme – Dijo Rosalin mirando nerviosa a Sarah. El señor Duncan se había mantenido callado hasta ese momento –

-¿Comenzarás a trabajar? ¿Dónde? – Preguntó el señor Duncan –

-Mi amigo Carlo. Me dijo que hablará con alguien que conoce de la boutique, porque se enteró que están buscando costurera –

-Carlo, parece ser un muy buen amigo – Dijo el señor Duncan tomando de su copa de vino –

-Sí. Lo es. Me ayuda a no sentirme tan sola – Dijo Rosalin sin pensar y de pronto, el señor Duncan lanzó la servilleta sobre la mesa y se levantó de la silla para salir dando un portazo.

Sarah y Rosalin se quedaron mirando la una a la otra y fue Sarah quien habló:

-No te preocupes, Evelin. A veces se molesta y se retira, pero luego siempre viene a arroparme antes de dormir. Supongo que serán cosas de sus negocios.

-Sí. Eso debe ser – Dijo Rosalin para no contrariar a la niña y pensaba que él pareció molestarse por lo que ella dijo y no creía que viniera a arroparla antes de dormir. Pero sí se preguntaba por qué habría reaccionado así –

Al día siguiente, fueron al mercado e hicieron un fantástico tour por todas las tiendas y la diversidad de cosas que vendían. Llevaron  a Sarah a comprar ropa y otros artículos y luego Sarah le insistió a Rosalin en que comprara algo de ropa y aunque intentó negarse, el señor Duncan insistió en que no había ningún problema en que comprara lo que quisiera. Ella, aceptó y compró unos vestidos sencillos para ir a trabajar cuando Sarah vio un vestido amarillo, largo de una manga y le insistió a Rosalin para que se lo midiera y a su padre para que se lo comprara.

Rosalin terminó tomando el vestido y metiéndose al vestidor del cual, no quería salir con aquél vestido puesto, pero Sarah insistió y ella, salió notando cómo los ojos del señor Duncan brillaban, pues el vestido era pegado a su silueta con forma de sirena en las piernas.

-Te queda muy bonito – Dijo la niña – ¿No crees papá? –

-Sí. Le queda bonito – Dijo el señor Duncan acercándose a ella y echando hacia atrás todo el cabello rojizo que se le había venido por delante de los hombros y mirándola con intensidad –

-Gracias – Dijo Rosalin dando un paso hacia atrás nerviosa chocando con un perchero, por lo cual, el señor Duncan la sostuvo por la cintura con sus dos manos para que no se cayera. Por unos breves segundos se miraron a los ojos –

-¿Quién eres? ¡No pareces ser la misma de antes! ¡A éstas alturas, ya me hubieras pedido entrar juntos a un vestidor de esos –

-¡Ya se lo dije, señor Duncan! ¡Usted no me quiere creer! – Dijo Rosalin –

Estuvieron así por un momento más hasta que él la soltó y Rosalin sintió que circulaba el aire en sus pulmones nuevamente

-Bueno, si ya terminaron con las compras, vamos a almorzar, porque hoy tengo una reunión importante –

Fueron al restaurante que estaba dentro de ese mercado, donde vendían prácticamente de todo y donde el señor Duncan observaba discretamente cada uno de los movimientos de Evelin. La verdad es que había notado el cambio en sus gustos para vestir y maquillarse. Era totalmente distinta a cómo solía hacerlo antes. El trato que tenía ahora con la señora Smith y con Sarah, eran totalmente opuestos a cómo ella solía tratarlas y por último estaba ésta atracción que venía sintiendo por la mujer que se juró odiaría por el resto de su vida. Se había propuesto averiguar el misterio que suponía ésta mujer y lo haría, así terminara viviendo un infierno como la última vez que ella había estado allí.

Dos semanas después, se dirigía Rosalin a las 8 de la mañana a trabajar en la boutique de novias. Habló con la encargada y esta le dijo que empezaría haciendo bordados y de acuerdo a cómo trabajara iría ascendiendo. Ella, estaba más que encantada y se dispuso a su trabajo, afortunadamente el disfraz de Sarah ya estaba casi listo. Sólo le faltaban unos retoques.

Esa tarde al llegar del trabajo, Rosalin encontró que Sarah lloraba.

-¿Qué sucede Sarah? ¿Por qué lloras? ¡El disfraz ya está listo! ¡No habrá problema! – Dijo Rosalin –

-¡El disfraz está listo, pero mi padre no va a poder llevarme a la obra! – Dijo Sarah llorando –

-¿Por qué? – Preguntó Rosalin –

 -Porque le toca viajar – Dijo Sarah y se abrazó llorando a las piernas de Rosalin –

-Por favor Evelin. Habla con mi papá y dile que tú me llevarás y que tú hiciste el disfraz por favor – Dijo con su carita llena de lágrimas –

-Bueno, yo te acompaño Sarah, pero tú le dices y si él pregunta, yo le digo que lo haré ¿Ok? – Dijo Rosalin –

-Está bien. Vamos – Dijo Sarah tomándola de la mano decidida para llevarla a la biblioteca donde se encontraba su padre –

Llegaron frente a la puerta y Sarah tocó y escucharon:

-Adelante –

Rosalin entró detrás de Sarah y se quedó parada en la puerta escuchando la exposición que hacía Sarah de su caso a su padre y cómo este la escuchaba con interés, hasta que terminó y entonces él se volvió a ver a Rosalin y le preguntó:

-¿Tú la vas a llevar? –

-Sí, señor Duncan. Sólo si usted lo autoriza – Dijo Rosalin observando que él quitaba su mirada inquisidora de ella para ver a su hija –

-Bueno, sería una lástima que tanto trabajo, se perdiera, pero deberás portarte bien y no darle ningún tipo de dificultad a Evelin – Dijo el señor Duncan –

-Rosalin – Pensaba ella para sus adentros. Su nombre era Rosalin – Pensó con tristeza –

-Está bien, papá. Gracias – Dijo y salió corriendo –

Rosalin había permanecido agarrada de la puerta y se disponía a salir y cerrarla tras de sí cuando escuchó que él le hablaba.

-Eh – Comenzó a decir el Señor Duncan – ¿Sabes manejar? Le dejaré las llaves de la camioneta  a la Señora Smith. Se las pides a ella para llevar a Sarah a la obra de teatro –

-Sí. Sí sé manejar. Está bien. Yo le pediré las llaves a la Señora Smith – Dijo Rosalin –

-¿Cómo has estado? – Preguntó el señor Duncan después de pasar su mirada intensa por las ojeras del rostro de Rosalin –

-Mejor. Menos adolorida – Dijo Rosalin –

-Me alegro ¿Y el trabajo? ¿Conseguiste el trabajo? – Preguntó el señor Duncan –

-Sí. Mi amigo, Carlo me presentó con alguien de la boutique de novias y sí, me va bien. Gracias por preguntar – Dijo Rosalin –

-Ok. Me alegra escuchar eso – Dijo el señor Duncan – Me iré mañana temprano. Cualquier cosa, Sarah puede comunicarse conmigo –

-Gracias, señor Duncan. Espero que tenga buen viaje – Rosalin asintió, salió y cerró la puerta. Le crispaba los nervios estar frente a ese hombre con sus ojos que parecían penetrar hasta lo más profundo de su alma –

El sábado llegó. Rosalin y Sarah estuvieron listas para salir a tiempo con su hermoso vestido y fueron a la cocina a hablar con la Señora Smith para que les diera las llaves de la camioneta, lo cual, ella hizo sin problema y ella y la niña se embarcaron y se fueron.

La escuela no quedaba lejos y Rosalin buscó donde estacionarse. Se bajaron y se dirigieron al escenario de la escuela tomadas de la mano para que La pequeña Sarah participara en su obra.

A medida que iban avanzando, Rosalin no pudo dejar de notar miradas extrañas hacia ella, tanto de algunos hombres como mujeres. Era una cosa extraña. Algunas de las miradas masculinas, le llegaron a parecer indecorosas y las miradas de algunas mujeres eran de rabia y hasta de celos, torciéndole los ojos. Algunas, hasta agarraban a sus maridos y los pellizcaban hasta que estos se quejaban. Esto, no era sino la herencia del mal de Evelin.

Rosalin, negaba con la cabeza, pues se imaginaba que éstas pobres personas habían conocido a Evelin y a juzgar por los comportamientos, se habría acostado con algunos de ellos. Así era ella. No respetaba nada. Sólo le importaba su placer egoísta. Se volvió a ver a Sarah aferrada a su mano y la abrazó para seguir caminando hasta donde se encontraba la maestra organizando la obra. Cuando entraron al gran escenario lleno de papás nerviosos y algunos niños inquietos, volvió a notar Rosalin las miradas, incluso notó que una mujer tomaba a su esposo del brazo y lo jalaba hacia el otro lado y se cambiaron de asiento, alejados de ella, pero de una manera, que casi lo hace caer. Ella, continuó caminando con Sarah hasta donde estaba la maestra encargada de la obra a la cual saludo y le entregó a Sarah. Esta le lanzó un beso mientras se iba a los vestuarios con la maestra.

Los representantes deben ir a ubicar sus puestos frente al escenario – Le dijo una maestra que estaba parada en la puerta de los vestidores con tono contundente –

-Espero que Evelin no se haya metido con el novio de la maestra, porque si no, pobre Sarah – Se dijo Rosalin mientras se dirigía al escenario. Cuando iba a ubicar su asiento, escuchó que le hablaban.

-¡Hola!

Rosalin, se volteó y vio al doctor que la atendió en el hospital y le dijo:

-¡Hola!

-¿Cómo se siente? – Preguntó el doctor –

-Bastante bien. Disculpe pero, yo, no recuerdo su nombre – Dijo Rosalin con cara de frustración –

-Tranquila. Nunca te lo dije. Mi nombre es Peter Caltoni –

-Encantada – Dijo Rosalin dándole la mano –

-Ven. Vamos a sentarnos antes de que nos quedemos sin puesto para ver a los niños –Dijo el doctor, pero tres mujeres les impedían el paso hacia los asientos.

-¿Y ahora qué? – Se preguntó Rosalin –

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