CAPITULO 4

Perspectiva de Crisia

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-..-.-

—Crisia.

La voz me alcanza como si proviniera de alguien que está a kilómetros de mí.

Me toma una eternidad incorporarme sobre la cama y poner en orden mis ideas. Gofel está sentada a un lado mirándome con atención.

—¿Dónde estoy? —pregunto consciente de que hace bastante que no duermo en una cama tan cómoda cómo está.

—Estas en el castillo de Roth, en la enfermería.

Ahora entiendo de dónde viene ese sol. Hay un tragaluz en el techo. Aunque el cuarto es pequeño es tan alto como los salones de la escuela.

Todos los recuerdos vienen a mí de golpe cuando miro hacia arriba y me mareo apunto de volver a caer sobre la almohada. La imagen del hombre desplomarse sobre mí me roba el aliento. Maté a alguien. ¡Lo asesiné!

Ni si quiera puedo llorar. Los recuerdos se agolpan.

—Tómatelo con calma —sugiere Gofel.

Eso desearía. Me llevo la mano al hombro aun sintiendo el dolor punzante y estoy segura de que algo extraño sucede debajo del vendaje que me han puesto. Seguramente los curanderos ya han aplicado magia para remediarlo.

—¿Él está bien? —pregunto temblando del miedo. "Él" es Tristán. Todavía puedo sentirme invadida por ese extraño deseo.

—Lo está.

Suspiro profundamente. No le hice daño, pero eso no significa que no vayan a condenarme por intento de ataque.

—No sé lo que hice. —Me quejo en voz alta. Todavía estoy tratando de sacudir esa sensación como de una sed violenta.

—Te lo dije hace tiempo. —Me advierte—. Los poderes reprimidos y sin entrenar salen tarde o temprano.

¿Mi poder? Pero si no había sido capaz de conseguir nada semejante antes.

—Creí que había dejado de reprimirlo cuando comencé los entrenamientos.

—Tranquila. —Me pone una mano sobre la cabeza para que vuelva a recostarme—. Debes permanecer aquí la noche hasta que el rey decida qué hacer.

No puedo tranquilizarme si me dice eso.

—¿Por qué intentaron atacarme? —pregunto en cuanto he puesto la cabeza en la almohada. Aun puedo ver a la mujer con esa siniestra cara y luego el impacto de su cuerpo contra el mío cuando caímos al suelo.

—No todos están de acuerdo con la alianza que el rey y tú padre hicieron. La gente está comenzando a sentir miedo otra vez.

Las caras que me dirigen las personas en el pueblo le dieron la razón. Siempre había miedo y repugnancia cuando me veían, incluso en la escuela no había muchas personas dispuestas a acercarse a mí. Algunos se burlan a mis espaldas y disfrutan de golpearme muy duro en los entrenamientos.

—De todas formas, seguro que no es más que un grupo rebelde —afirma la mujer, pero no sé si es sincera o solo lo dice para que me quedé quieta.

En cuanto ella se va, vuelvo a pensar en cada detalle de lo que me sucedió, incluso trato de imaginar esos lapsos negros de confusión. La única respuesta que puedo darme es que esa no era yo.

Se hace de noche en el castillo. Me traen un insípido plato de gachas de avena, pero no lo pruebo. Siento el cuerpo lleno de una energía inquieta que no necesita alimentarse, ni dormir, aunque duele cuando me muevo, y cuando no me muevo también.

No hay espejos, pero sé que hay algo mal con mi cuello. Es como si los dedos del hombre al intentar estrangularme no solo apretaran muy fuerte, si no que tuviera la piel en llamas y me hubiera quemado.

También tengo una venda en la espalda baja, seguro por una herida hecha por una roca filosa cuando fui derribada por la mujer.

El dolor hace que no puedo pegar ojo aún entrada la noche. Puedo sentir que las personas en el castillo están dormidas. Si me concentro puedo sentirlas. Cuando duermen la energía vibra en un bum-bum rítmico, cuando tienen pesadillas se siente como un avispero inquieto. Cada acción puede darle un toque diferente a como las percibo.

Hay algo distinto en el castillo. En medio de todas esas sensaciones encuentro una diferente. En alguna parte existe un pequeño sonido que rebota de una manera particular.

Por muy tenue que es, consigo ignorar todo lo demás como Gofel me enseñó. Aparto a todas como si se tratarán de gotas de lluvia que puedo desplazar para encontrar a la que busco.

Ahora entiendo que son dos ritmos diferentes. Uno es lento y grave como pisadas firmes, y la otra es aguda y juguetona.

No sé porque escucharlas me fascina, paso una hora entera centrándome en ellas hasta que la curiosidad me gana y hace que me levante de la cama. Sé que hay varios guardias repartidos en todo el castillo, uno está vigilando mi puerta en estos momentos.

Me tomo mi tiempo para probar mi magia. Después de los eventos extraños debo admitir que estoy asustada de usarlos, pero cuando los alcanzó en el fondo de mi ser se portan tranquilos y perezosos, como siempre habían sido.

Utilizo un truco que me enseñó Gofel, que consiste en tomar un poco de la energía del aire para deformar el espacio. Consigo formar un escudo que cubre todo mi cuerpo, pero solo desde un ángulo que permite que, quien sea que mire en mi dirección, no pueda verme si no lo que hay a través de mí. Una especie de escudo de invisibilidad.

Abro la puerta de la habitación en el momento en que el guardia se da la vuelta dando el rondín y con el escudo bien pegado al cuerpo me doy prisa a través del corredor de la derecha.

Sé que este castillo es tan grande como el de mi reino. Puedo perderme con facilidad, pero hago uso de mis poderes para formar una especie de mapa con la esencia que percibo de las estructuras y los muebles. A veces tengo que esperar un minuto entero en las zonas en que hay más de un guardia. Sé que estoy perdida si cada uno me ve de una dirección distinta e irremediablemente uno mirara a ese parte que el escudo no este cubriendo.

Creo que ya llevo caminando seis minutos cuando comienzo a rendirme, pero entonces las pequeñas almas toman velocidad y ritmo, como si me animarán a encontrarlas.

Están en una torre del lugar, tan arriba que comienzo a preguntarme si se tratan de animales voladores que se han quedado atrapados ahí.

Para subir por las escaleras tengo que traspasar al guardia apostado ahí. Este parece ser el más fuerte de todos, no se mueve si quiera un músculo para desentumirse y estoy segura de que planea quedarse en esa posición frente a la puerta toda la noche sin bostezar.

Sé otro truco. Puedo robar un poco el oxígeno al rededor, los gases son los más difíciles de manipular. Es como si en lugar de que fueran volátiles fuera un fluido viscoso y pesado, pero Gofel asegura que conmigo parece no resistirse tanto. Así que puedo robar un poco del oxígeno cerca del guardia, solo lo suficiente para que se sienta adormilado.

Sé que no quiero hacerlo. Después de lo que hice hoy no sé si soy inestable. ¿Y si en lugar de hacerlo dormir lo haga desmayarse?

Estoy a punto de darme la vuelta y volver cuando otro de los guardias aparece para hablar con el que está en el portal. Apenas tengo tiempo de correr hacia una esquina del cuarto y hacerme pequeña para que me cubra el escudo.

No escucho lo que dicen ni lo que hace que se vayan los dos del cuarto. No me detengo si quiera a festejar y entró por la puerta que da a las escaleras de la torre. Subo por ellas en un interminable número de vueltas hasta que el sonido me alcanza.

¡Ahora entiendo! ¡Es música!

Suave, rítmica y limpia música.

El salón es pequeño y se ve más reducido incluso porque no queda mucho espacio por el piano.

Hacía mucho que no veía uno, y hacía mucho más tiempo que no escuchaba música.

Hay un hombre sentado frente al instrumento, su mano izquierda lleva el ritmo grave y enérgico, y la derecha mueve los dedos con velocidad a través de las notas agudas y traviesas. Las venas de los antebrazos le bombean con fuerza como si quisiera el corazón acompañar a las notas.

Es una canción melancólica, de esas capaces de estrujarte el pecho solo un poco, pero de forma constante, lenta y tortuosa. Una canción que pellizca el corazón.

La luz azul de la noche y la luna entran por la única ventana en la torre. Iluminan la espalda del hombre con claridad. Hay tantos músculos en ella que parecen dunas del desierto.

El cabello espeso lleno de bucles le cae por la frente porque la cabeza está en dirección a las teclas y, por sus ojos profundos, sé que se trata de Tristán.

Su respiración, sus movimientos, todo él parece estar inmerso y apasionado en la música. Una punzada me sobresalta porque he recordado el momento en que deseé con tantas ganas que el me mirara así.

En cuanto salgo de la ensoñación me siento culpable, como si estuviera espiándolo desnudo. Trato de perderme por las escaleras de nuevo cuando la música se corta de golpe.

—¿Quién anda ahí?

Me paralizo con terror.

Quiero salir corriendo, pero vivir con mi padre me ha enseñado que esconderse a veces lo empeora todo.

Desactivo el escudo y vuelvo a la habitación de la torre para revelarme.

—Soy yo, su alteza.

—¿Cómo llegaste aquí? —pregunta. Y por mucho que lo esperaba, no había ni un poco de sorpresa o confusión en la pregunta.

Iba a contestarle cuando se me ocurre otra cosa.

—No sabía que sabía tocar el piano.

—Nadie lo sabe. Es un secreto.

Quise palmearme la frente. No sólo era una amenaza, había atacado al rey y ahora sabía algo que no se debía saber. En verdad tengo muchas ganas de que me maten.

—Escuché desde la enfermería y quise venir a ver —me excuso.

—¿Cómo pudiste escuchar? —pregunta extrañado—. La estructura de la torre está hecha para que no pueda oírse nada dentro de ella.

—No la escuché precisamente —explico con rapidez—. La sentí.

Veo como entrecierra los ojos con desconfianza.

—¿Cómo llegaste hasta aquí? —Vuelve a insistir.

—Usé una magia parecida a la de esta habitación. Manipulé el espacio para que vieran lo que yo quería. —Hago un pequeño escudo en mi mano para que pueda verlo—. Pero no se preocupe, no puedo volverme totalmente invisible, solo puedo hacerlo en una dirección.

Controlo mi respiración. Tristán se queda mirando con esa helada frialdad, la noche también está un poco fresca y me pregunto porqué solo está usando una camisa blanca tan delgada que puedo verle el cuerpo.

—Vuelve a la enfermería.

Ha sonado más como una orden que como una sugerencia, y de verdad quiero tomarle la palabra. Quiero correr para poner la mayor distancia entre nosotros, pero sé que ésta es la primera oportunidad que he tenido en mucho tiempo de hablar con él y puede que sea la única.

Sin perder un segundo más, me hinco en el suelo frente a él.

—Quiero agradecerle por rescatarme. —Veo de reojo que se aleja de mi con sorpresa—. Y pedirle disculpas por haberle hecho daño. Juro que mis poderes nunca habían hecho nada semejante.

Mis músculos protestan y las heridas me escocen por estar en una postura antinatural. Con el peso sobre las rodillas y la espalda encorvada hacia el suelo humillándome lo más que se puede.

—Se que soy una amenaza y el último de mis deseos es que exista oposición en el reino por mi culpa.

Su energía llena toda la habitación como agua quieta que me da un mal presentimiento. Siento miedo de que solo sea una señal de un tusnami y yo estoy metida hasta el cuello.

—Pero, si todavía siente, aunque sea un poco de compasión por mí, le ruego que me permita vivir en donde lo he hecho hasta ahora con únicamente lo que me provee el bosque. Dejaré la escuela y me mantendré lo más lejos que pueda del reino. Y… —La voz me tiembla—. Lo libero de cualquier acuerdo que mi padre y usted hayan hecho.

Quise decir "lo libero del compromiso", pero me acobardé en el último segundo. Ya me siento bastante patética y asustada.

—Levántate. —Me pide en cuanto he terminado de hablar.

Me levanto como mejor puedo tratando de que el dolor no me haga volver al suelo.

El rey de Roth está mirándome con una pequeña chispa en los ojos, una muy parecida a la ira.

—Vuelve a la enfermería —ordena esta vez con más firmeza.

Yo no puedo comprender que no tenga nada que decirme después de todo lo que hice.

—Pero...

—No te acompañaré. —Me aclara—. Arréglatelas con los guardias como hiciste al venir aquí.

Me doy la vuelta y corro por las escaleras con el corazón hecho una pelota que rebota con fuerza en mi pecho.

Eso era suficiente para perder todas mis esperanzas y, sin embargo, ahí estaba el anhelo.

No quiero morir.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo