Se levantó de la cama, dejando a una María profunda, lo más cómoda posible. Tomo la canasta con toda esa ropa, riéndose aún, la llevo a la lavadora, para que ella tuviera que colocarse cuando despertara, reviso sus bolsillos, dejando con cuidado cada cosa que encontró: en cada chaqueta tenía algo diferente. Parecía una de esas manías compulsivas de protección, el asunto era más delicado de lo que había supuesto. Termino de revisar, metió una carga de ropa, y se fue a su computador, para contactar a alguno de los chicos.
—¿Alguno está conectado?
—Mascotica —respondió Paul—. ¿Qué te trae por la intranet?
—Ayúdame a investigar… —no alcanzo a terminar de escribir la frase cuando su móvil sonó.
—¿Qué pasa? —la voz preocupada
—Eso mi bella salvaje, tu puedes aguantar más —le decía a María en una sesión intensa.Llevaban juntos un año, María le había bombardeado con preguntas por tres meses, prácticamente le había sacado toda la información que contenía su cerebro. Se había convertido en un arma letal, pregunta que surgía, respuesta que absorbía. Estaba realmente impresionado por el funcionamiento del cerebro de María, lo que había visto al principio no era ni raspada la superficie, su sumisa, era un diamante puro.La tenía suspendida en posición vertical mirando al piso, sus pechos estaban atados a la viga, junto con su torso, cadera y piernas, la cuerda pasando por sus axilas y hombros para ayudar a soportarla mejor. Una pierna recta, y la otra abierta al máximo hacia una punta de la habitación. Sus piernas
— ¿A qué hora es, y cuándo? —pregunto Maurice mirando el video que le tendió Peter, sobre el Parque Nacional Hoge Veluwe.— Sobre las seis de la mañana, dentro de diez días; debemos llegar antes.Sebastián, Christopher y Paul se acercaron a Maurice para observa el video también. Era interesante verlos a todos relajados, después de una sesión tan intensa, siempre se habían entendido de maravilla desde pequeños.—No conozco el terreno. —musito Sebastián—. La verdad no he practicado en mucho tiempo para algo así. —sin levantar la vista.—Yo me apunto, —respondió Maurice—, pero debo conseguir una buena bicicleta, no espere terminar en una competencia.—Por eso no te preocupes. —guiño el ojo Peter—. Tengo algo para todos, será
El sábado, muy temprano Peter estaba recogiendo a todos, en una de las SUV, que habían alquilado para llevarlos a la competencia de ciclismo. María estaba en la otra camioneta, esperando ansiosa. Habían dejado en manos de Hansel el llevar las bicicletas al terreno, todo bajo el secreto más absoluto. La empresa tenía montado un evento al final de la competencia de grandes proporciones para el lanzamiento oficial de las bicicletas.—Buenos días Mary —dijo un sonriente Maurice, que tenía una sudadera demasiado holgada para el cuerpo de él—. Bella mañana para correr por las montañas.—besandola junto a la boca.—Buenos días Mau —mirándolo divertida—. Esa sudadera… está un poco grande…—No seas mala, no encontré algo a tiempo, pero ya verás lo sexy que estaré para ti
—¡Maurice! —gruñía Christopher, a través del intercomunicador—, ¡Eres un maldito cabrón!La risa contagiosa se escuchó por todos los auriculares. Maurice había hecho una de sus jugadas maestras. Le había puesto el pie en la rueda trasera a Christopher en plena bajada de una de las montañas, haciéndolo salir despedido de la bicicleta, cayendo sobre un charco lodoso y apestoso.Peter sonreía, en extremo feliz, su familia, se estaba divirtiendo en lo grande, unos minutos antes había visto a María y Nikoleta compitiendo fuertemente. El certamen había dispuesto que sería por géneros, y él, ahora corría contra un Sebastián, que lo estaba mirando demasiado, y estaba previendo, que le harían una jugada, y de las sucias.Sebastián podía parecer un santo, pero de s
Tres años después…—Nena, no me hagas esto. —susurraba agitado Peter.— ¿No entiendo? —en un resuello María—. Eres el que insiste siempre que debes salir al campo, sabiendo que te quedas a mitad de camino, en una minúscula lomita. —mirándolo desde arriba en la cima, resoplar por no poder alcanzarla—. La verdad no entiendo il mio diavolo[1].—Pues, veras, il mio amore selvaggio[2], —mirándola con frustración—, pero, esto se ha convertido en una competencia salvaje entre tú y yo, por estos años. Tú intentas ganarme, yo intento vencerte, y nos volvimos ambos en unos putos sádicos compitiendo por quien es el mejor.—Pero, —suspiro—, es incomprensible, el que sigas insistiendo, que puedes ganarme en ciclo monta&
Habían regresado al hotel, en medio de la noche. María se veía demasiado pequeña detrás del volante, ese auto lo alquilaron, pero las fotografías engañaban, era demasiado grande.El hotel Neumayr era de un ambiente totalmente campestre, ambos habían observado la fachada por largos minutos dos días atrás cuando se encontraron después de tres meses sin versen.—«Esta… —por fin había dicho María en ese momento—. ¿Pintoresco?»—«Si, me equivoque. —suspiro—. Además fue de afán, debía aprovechar que estaba viajando a las oficinas acá, y que tú estabas por este lado».—«Apuesto que lo confundiste». —mirándolo de soslayo, antes de entrar.Le miro rascarse la cabeza, lo
Meses despuésReunión BDSM en ParísPeter sonreía al ver llegar a su pequeña salvaje, con ese sensual vestido en látex. Sebastián unas horas antes le había dicho que no tenía tiempo para ir, a pesar de su insistencia para que distrajera su mente de la tristeza que lo acompañaba por su ex-sumisa. Un Maurice silencioso, miraba su bebida perdido entre sus pensamientos, Nikoleta corría por el local como de costumbre saludando a diferentes personas junto con Christopher que se giraba levantando la mano para mandarle un beso a María, que sonrió radiante ante su cariñoso gesto.—Mi Amo —llego ante él, lanzándose a sus brazos emocionada—, te extrañe. —besándolo con fervor.—Dioses, estar lejos meses me altera todo el ser, pero a
Deseaba no haberse levantado el día de hoy, esas horas previas habían sido insultantemente dolorosas, su cuerpo a duras penas respondía, y sus costillas estaban fracturadas: -de nuevo.Giro lentamente la cabeza para observar el monitor de esa habitación estéril, el goteo era como una marca que taladraba sus oídos, en cada caída; sus piernas estaban tan rígidas, que dudaba que pudiera moverlas; y esa maldita cámara, parecía que se riera de su situación.Le habían dejado allí, tenía la seguridad de que le grababan y lo re trasmitían por internet. Esta vez, sintió que se había sobre pasado. El placer, ya no era placer, había caído en manos de un sádico sin escrúpulos.—Quiero que me consiga a esa esclava. —Escucho la voz de fondo, haciendo que saltara en su sitio, y el corazón desbocad