El club no estaba lleno el día de hoy a pesar de ser un viernes.
París era un hervidero de movimiento por las fiestas patrias, y el caos vehicular era abrumador este catorce de julio, el club era un centro prolífico del BDSM en determinadas temporadas, pero el patriotismo francés era una cosa que llenaba de un espíritu atronador a todo francés, incluido Maurice que literalmente había sido expulsado de las oficinas principales de Interpol y ni que decir de la oficina del grupo élite. Sebastián estaba hasta el cuello de banderas, pancartas, pendones y cuanta cosa absurda encontraba Maurice en las calles, al punto que la puerta no podía ser abierta. La Marsellesa, la habrían escuchado unas cuatrocientas veces durante esa semana, Nikoleta había conseguido unos audífonos de Dj, para aislarse del patriotismo efervescente de Maurice que la tenía con un dolo
La lágrima solitaria, roso el pómulo de María, era horrible, Peter había caído al frente de ella, y estaba a merced de quien fuera, sola, amarrada, amordazada, desamparada. Ella no poseía en este momento algún elemento contundente con el cual defenderse. En algunas sesiones Peter le había entregado tijeras o navajas, para que ella aprendiera a desatarse como parte de la sesión, pero esta no era una de esas ocasiones.El frio calo por todo su cuerpo expuesto ante las personas que ella no podía ver, deseosa de poder librarse de la situación, pero era imposible, los pasos resonaron por la habitación insonorizada, sus gritos de ayuda no serían escuchados, prefiriendo cerrar los ojos y esperar lo que vendría fuera lo que sea, era negativo.Una fuerte mano le abofeteo con rudeza el rostro, provocando que abriera sus ojos, encontrándose a un hombre que jam
El afán lo consumía, no llegaría a tiempo y todo gracias a Maurice que lo entretuvo de adrede contándole chistes de pollos. ¿Acaso no tenía nada que hacer Maurice en su vida, para entretenerlo a él con chistes de pollos? Lo peor es que no pudo dejar de reír, y eso le había costado veinte maravillosos minutos, sería su primera entrevista oficial con la empresa de sus sueños, e iba irremediablemente, tarde.Bajo su cabeza por vigésima vez a su reloj, había pedido prestado a Christopher un traje, y le quedaba algo holgado, mala suerte para él, considerando que estuvo de buena suerte que Christopher y Maurice estuvieran en ese momento en Ámsterdam, tendría que arreglar…Salió despedido sacudido por algo que lo golpeo en las piernas, mandándolo a la acera más próxima, aturdido en el piso, miraba el muelle solo a
Nikoleta sostenía el documento que Sebastián le había pasado pocos minutos atrás, releyendo por novena vez sin poder creerse lo que ponía allí.— ¿Esto es real? —pregunto por fin.Los demás hombres la miraron igual de desconcertados que ella.—Claro que lo es —respondió Sebastián con una sonrisa—. Si les interesa, empezarían entrenamiento a la brevedad.— ¿Y nuestros cargos en las unidades militares? —pregunto Paul.—Solo cambiarían de institución, del ejercito pasarían a la policía internacional, seguiríamos en proceso de ascenso porque eso me incluye a mí.—Nunca me había planteado un cambio tan radical. —comento Maurice con unos lápices multicolores en su mano, dibujando en una libreta sin mirarlos—. ¿Dónd
Los meses habían pasado como un suspiro, su equipo de trabajo era espectacular, y a pesar de que era el más joven de todo el equipo, le escuchaban y respetaban. Tenía uno de los laboratorios más avanzados que se podía conocer, estaba a punto de crear una bombilla ahorradora de energía, sus pruebas estaban ya en la fase final, y solo habían pasado seis meses, yendo todo viento en popa.Salió de su apartamento con tiempo de sobra, hoy quería caminar un rato por la orilla del río y tomar un delicioso café antes de pasar el río. Por lo general esperaba a Hansel: -su compañero de trabajo-, ese chico era un cerebro impresionante con la nanotecnología, aflorándole la creatividad a cada instante. Tres días antes había creado solo por bromear y apostar con él, un pulpo miniatura que se pegaba al techo y caminar hasta las lámparas absorbi
—Me duele la cabeza —gimió Hansel unas horas después en el apartamento de Peter.—Bueno, después de tomarse once cervezas compitiendo con el jefe, a sabiendas que él es alemán y en vez de leche materna, tomo cerveza desde el vientre de su madre…—Argg, no me lo recuerdes —lloriqueo desde el sofá, sosteniéndose la cabeza como si se le fuera a caer—. Además, no pensé que fueras un tramposo.—Nunca has estado con una familia, en que las competencias son a diario…—No seas un maldito condescendiente.Ding, dong, dang.—Arggg, me muero.Peter rio ante la forma lacónica de Hansel en el sofá, lloriqueando, mientras se dirigía a mirar quien había llegado.—Traje un poco de calienta huesos —dijo Remus entrando al apartamento c
—¿Hola? Al habla el Ingeniero Clauss.—Eh… hola —dijo esa voz femenina, que parecía dubitativa—. Bueno, yo… yo quería pedirte disculpas.—Vale. ¿Por qué? ¿Quién eres? —sentándose en el sofá, mientras observaba como Maurice le robaba parte de su comida a Nikoleta y se la comía, huyendo por toda la mesa.—Que complicado es esto… —susurro la mujer—. Me imagine que sería mucho más fácil durante estas tres semanas.Abrió los ojos con asombro, ¿era María?—¿María? ¿Eres tú?—Errrr, si… si soy María. Espero no haber interrumpido —quedándose callada.Peter escuchaba de fondo mucho movimiento, como si estuviera en un área que el ruido era constante, y en
Se levantó de la cama, dejando a una María profunda, lo más cómoda posible. Tomo la canasta con toda esa ropa, riéndose aún, la llevo a la lavadora, para que ella tuviera que colocarse cuando despertara, reviso sus bolsillos, dejando con cuidado cada cosa que encontró: en cada chaqueta tenía algo diferente. Parecía una de esas manías compulsivas de protección, el asunto era más delicado de lo que había supuesto. Termino de revisar, metió una carga de ropa, y se fue a su computador, para contactar a alguno de los chicos.—¿Alguno está conectado?—Mascotica —respondió Paul—. ¿Qué te trae por la intranet?—Ayúdame a investigar… —no alcanzo a terminar de escribir la frase cuando su móvil sonó.—¿Qué pasa? —la voz preocupada
—Eso mi bella salvaje, tu puedes aguantar más —le decía a María en una sesión intensa.Llevaban juntos un año, María le había bombardeado con preguntas por tres meses, prácticamente le había sacado toda la información que contenía su cerebro. Se había convertido en un arma letal, pregunta que surgía, respuesta que absorbía. Estaba realmente impresionado por el funcionamiento del cerebro de María, lo que había visto al principio no era ni raspada la superficie, su sumisa, era un diamante puro.La tenía suspendida en posición vertical mirando al piso, sus pechos estaban atados a la viga, junto con su torso, cadera y piernas, la cuerda pasando por sus axilas y hombros para ayudar a soportarla mejor. Una pierna recta, y la otra abierta al máximo hacia una punta de la habitación. Sus piernas