—Me duele la cabeza —gimió Hansel unas horas después en el apartamento de Peter.
—Bueno, después de tomarse once cervezas compitiendo con el jefe, a sabiendas que él es alemán y en vez de leche materna, tomo cerveza desde el vientre de su madre…
—Argg, no me lo recuerdes —lloriqueo desde el sofá, sosteniéndose la cabeza como si se le fuera a caer—. Además, no pensé que fueras un tramposo.
—Nunca has estado con una familia, en que las competencias son a diario…
—No seas un maldito condescendiente.
Ding, dong, dang.
—Arggg, me muero.
Peter rio ante la forma lacónica de Hansel en el sofá, lloriqueando, mientras se dirigía a mirar quien había llegado.
—Traje un poco de calienta huesos —dijo Remus entrando al apartamento c
—¿Hola? Al habla el Ingeniero Clauss.—Eh… hola —dijo esa voz femenina, que parecía dubitativa—. Bueno, yo… yo quería pedirte disculpas.—Vale. ¿Por qué? ¿Quién eres? —sentándose en el sofá, mientras observaba como Maurice le robaba parte de su comida a Nikoleta y se la comía, huyendo por toda la mesa.—Que complicado es esto… —susurro la mujer—. Me imagine que sería mucho más fácil durante estas tres semanas.Abrió los ojos con asombro, ¿era María?—¿María? ¿Eres tú?—Errrr, si… si soy María. Espero no haber interrumpido —quedándose callada.Peter escuchaba de fondo mucho movimiento, como si estuviera en un área que el ruido era constante, y en
Se levantó de la cama, dejando a una María profunda, lo más cómoda posible. Tomo la canasta con toda esa ropa, riéndose aún, la llevo a la lavadora, para que ella tuviera que colocarse cuando despertara, reviso sus bolsillos, dejando con cuidado cada cosa que encontró: en cada chaqueta tenía algo diferente. Parecía una de esas manías compulsivas de protección, el asunto era más delicado de lo que había supuesto. Termino de revisar, metió una carga de ropa, y se fue a su computador, para contactar a alguno de los chicos.—¿Alguno está conectado?—Mascotica —respondió Paul—. ¿Qué te trae por la intranet?—Ayúdame a investigar… —no alcanzo a terminar de escribir la frase cuando su móvil sonó.—¿Qué pasa? —la voz preocupada
—Eso mi bella salvaje, tu puedes aguantar más —le decía a María en una sesión intensa.Llevaban juntos un año, María le había bombardeado con preguntas por tres meses, prácticamente le había sacado toda la información que contenía su cerebro. Se había convertido en un arma letal, pregunta que surgía, respuesta que absorbía. Estaba realmente impresionado por el funcionamiento del cerebro de María, lo que había visto al principio no era ni raspada la superficie, su sumisa, era un diamante puro.La tenía suspendida en posición vertical mirando al piso, sus pechos estaban atados a la viga, junto con su torso, cadera y piernas, la cuerda pasando por sus axilas y hombros para ayudar a soportarla mejor. Una pierna recta, y la otra abierta al máximo hacia una punta de la habitación. Sus piernas
— ¿A qué hora es, y cuándo? —pregunto Maurice mirando el video que le tendió Peter, sobre el Parque Nacional Hoge Veluwe.— Sobre las seis de la mañana, dentro de diez días; debemos llegar antes.Sebastián, Christopher y Paul se acercaron a Maurice para observa el video también. Era interesante verlos a todos relajados, después de una sesión tan intensa, siempre se habían entendido de maravilla desde pequeños.—No conozco el terreno. —musito Sebastián—. La verdad no he practicado en mucho tiempo para algo así. —sin levantar la vista.—Yo me apunto, —respondió Maurice—, pero debo conseguir una buena bicicleta, no espere terminar en una competencia.—Por eso no te preocupes. —guiño el ojo Peter—. Tengo algo para todos, será
El sábado, muy temprano Peter estaba recogiendo a todos, en una de las SUV, que habían alquilado para llevarlos a la competencia de ciclismo. María estaba en la otra camioneta, esperando ansiosa. Habían dejado en manos de Hansel el llevar las bicicletas al terreno, todo bajo el secreto más absoluto. La empresa tenía montado un evento al final de la competencia de grandes proporciones para el lanzamiento oficial de las bicicletas.—Buenos días Mary —dijo un sonriente Maurice, que tenía una sudadera demasiado holgada para el cuerpo de él—. Bella mañana para correr por las montañas.—besandola junto a la boca.—Buenos días Mau —mirándolo divertida—. Esa sudadera… está un poco grande…—No seas mala, no encontré algo a tiempo, pero ya verás lo sexy que estaré para ti
—¡Maurice! —gruñía Christopher, a través del intercomunicador—, ¡Eres un maldito cabrón!La risa contagiosa se escuchó por todos los auriculares. Maurice había hecho una de sus jugadas maestras. Le había puesto el pie en la rueda trasera a Christopher en plena bajada de una de las montañas, haciéndolo salir despedido de la bicicleta, cayendo sobre un charco lodoso y apestoso.Peter sonreía, en extremo feliz, su familia, se estaba divirtiendo en lo grande, unos minutos antes había visto a María y Nikoleta compitiendo fuertemente. El certamen había dispuesto que sería por géneros, y él, ahora corría contra un Sebastián, que lo estaba mirando demasiado, y estaba previendo, que le harían una jugada, y de las sucias.Sebastián podía parecer un santo, pero de s
Tres años después…—Nena, no me hagas esto. —susurraba agitado Peter.— ¿No entiendo? —en un resuello María—. Eres el que insiste siempre que debes salir al campo, sabiendo que te quedas a mitad de camino, en una minúscula lomita. —mirándolo desde arriba en la cima, resoplar por no poder alcanzarla—. La verdad no entiendo il mio diavolo[1].—Pues, veras, il mio amore selvaggio[2], —mirándola con frustración—, pero, esto se ha convertido en una competencia salvaje entre tú y yo, por estos años. Tú intentas ganarme, yo intento vencerte, y nos volvimos ambos en unos putos sádicos compitiendo por quien es el mejor.—Pero, —suspiro—, es incomprensible, el que sigas insistiendo, que puedes ganarme en ciclo monta&
Habían regresado al hotel, en medio de la noche. María se veía demasiado pequeña detrás del volante, ese auto lo alquilaron, pero las fotografías engañaban, era demasiado grande.El hotel Neumayr era de un ambiente totalmente campestre, ambos habían observado la fachada por largos minutos dos días atrás cuando se encontraron después de tres meses sin versen.—«Esta… —por fin había dicho María en ese momento—. ¿Pintoresco?»—«Si, me equivoque. —suspiro—. Además fue de afán, debía aprovechar que estaba viajando a las oficinas acá, y que tú estabas por este lado».—«Apuesto que lo confundiste». —mirándolo de soslayo, antes de entrar.Le miro rascarse la cabeza, lo