—Zorra, ¿se está negando?
—Maestro, no le desobedecía, pero por favor, entiéndame, estoy trabajando y…
—Eso a mí no me importa si muere de hambre o no. Ahora debe venir inmediatamente.
—Pero Maestro, estoy en América.
—Tiene dos horas para llegar —colgando la llamada.
La desesperación la carcomía, ambos sabían que en dos horas no llegaría a Portugal desde Estados Unidos; y seguramente perdería el trabajo por dejar abandonado el proyecto, se debatía entre esta responsabilidad y obedecer. Al final, gano el trabajo, poseía demasiadas deudas, las cuales él no pagaría, sino aumentarían.
Salió de su motel en San Francisco, para dirigirse a la zona e comercio, metiéndose de lleno a terminar lo que le hacía falta. En la noche fue a buscar la cena, en uno de es
María colgaba boca abajo intentando alcanzar la otra cuerda que el novato había dejado caer desconcentrado por coquetearle a Filipa, que estaba enojada porque tenía como pegamento a ese chico de diecinueve años, que no la dejaba ni a sol ni sombra.—Mary, la tienes a unos diez centímetros a tu derecha —le indico Remus por el auricular—, cambio.—No tengo los brazos tan largos —respondió—, dame más cuerda, cambio.—Fíjate en la roca a tu izquierda, desde acá se ve peligrosa —señalo Hassan—. Alcanzas eso, y podremos asegurar el paciente, cambio.—Si —respondió ella, sintiendo a los segundos un sacudón de su cuerpo al ser bajado más—. ¡La tengo! —siendo izada con fuerza para llegar arriba.—Finalicemos, el helicóptero llega en diez minutos.&m
—¡Eres un idiota! —grito Peter.—No lo soy —se defendió Christopher—, te dije que la tarima no estaba estable.—¡No te escuche! —bramo de nuevo, acostado en el piso, gimiendo del dolor.—Viene en camino Remus —informo Nikoleta, agachándose junto a Christopher, colocando la mano con cuidado en su brazo izquierdo—, ¿duele mucho?Hizo un gesto angustioso con la cabeza, tensando su boca, para soltar un suspiro profundo, que no llego a relajarlo porque la ráfaga de dolor fue aguda, miro los rostros de su familia que le cuidaban, solo faltaba el elemento principal.—¡Quiero a mi pequeña acá! ¡Ahora! —vocifero.—Estarán por llegar —respondió Sebastián—, llame a Alena, para no preocupar a Mary.—¡Ok! —gimió— ¡Maldic
Maria caminaba por París entretenida con su nuevo álbum musical que le daría delicia escuchar mientras escalaba, sin percatarse que era observada con recelo y ansias por otra persona. Su móvil vibro, deteniéndose en sus pasos para buscarlo en su gabardina mientras que con su otra mano seguía sosteniendo su cd; elevo su mirada al cielo que se oscurecía a pasos agigantados, anunciando el cambio de estación. Escucho entretenida la grabación que le envió Hassan, dándole instrucciones para el próximo entrenamiento que harían en una pared artificial en Italia, riéndose con las tonterías que escuchaba de fondo por parte de Remus, que le criticaba por lo absurdo del plan.Giro su cuerpo, quedando estupefacta, al ver a una joven ser arrollada por un vehículo, viéndola caer en cámara lenta a unos pocos pasos de ella, tomo aire consternada por la
—Has —le llamo Sebastián— tengo curiosidad.Este dejo de jugar con el equipo de sonido que había comprado, para observar a Sebastián que cargaba en sus brazos varias botellas con agua, para llevar a la playa, donde estaban los demás jugando voleibol.—¿Sobre qué?—¿Cómo supiste que son sextillizas?Hansel pego una carcajada aguda, que le hizo sostenerse de Sebastián, quien le miro confundido.—Son las hermanas más sexys que he visto, tenían diferencias notables, como sus cabellos, alguna que otra peca en el rostro, la altura, el liderazgo. En esos minutos una hablaba y luego las otras, pero en un instante fugaz todas lo hicieron al tiempo: fue muy breve.—Yo no lo habría descubierto —pensativo.—Eres demasiado inteligente, estoy seguro que a los dos segundos lo habrías hecho.
El club no estaba lleno el día de hoy a pesar de ser un viernes. París era un hervidero de movimiento por las fiestas patrias, y el caos vehicular era abrumador este catorce de julio, el club era un centro prolífico del BDSM en determinadas temporadas, pero el patriotismo francés era una cosa que llenaba de un espíritu atronador a todo francés, incluido Maurice que literalmente había sido expulsado de las oficinas principales de Interpol y ni que decir de la oficina del grupo élite. Sebastián estaba hasta el cuello de banderas, pancartas, pendones y cuanta cosa absurda encontraba Maurice en las calles, al punto que la puerta no podía ser abierta. La Marsellesa, la habrían escuchado unas cuatrocientas veces durante esa semana, Nikoleta había conseguido unos audífonos de Dj, para aislarse del patriotismo efervescente de Maurice que la tenía con un dolo
La lágrima solitaria, roso el pómulo de María, era horrible, Peter había caído al frente de ella, y estaba a merced de quien fuera, sola, amarrada, amordazada, desamparada. Ella no poseía en este momento algún elemento contundente con el cual defenderse. En algunas sesiones Peter le había entregado tijeras o navajas, para que ella aprendiera a desatarse como parte de la sesión, pero esta no era una de esas ocasiones.El frio calo por todo su cuerpo expuesto ante las personas que ella no podía ver, deseosa de poder librarse de la situación, pero era imposible, los pasos resonaron por la habitación insonorizada, sus gritos de ayuda no serían escuchados, prefiriendo cerrar los ojos y esperar lo que vendría fuera lo que sea, era negativo.Una fuerte mano le abofeteo con rudeza el rostro, provocando que abriera sus ojos, encontrándose a un hombre que jam
El afán lo consumía, no llegaría a tiempo y todo gracias a Maurice que lo entretuvo de adrede contándole chistes de pollos. ¿Acaso no tenía nada que hacer Maurice en su vida, para entretenerlo a él con chistes de pollos? Lo peor es que no pudo dejar de reír, y eso le había costado veinte maravillosos minutos, sería su primera entrevista oficial con la empresa de sus sueños, e iba irremediablemente, tarde.Bajo su cabeza por vigésima vez a su reloj, había pedido prestado a Christopher un traje, y le quedaba algo holgado, mala suerte para él, considerando que estuvo de buena suerte que Christopher y Maurice estuvieran en ese momento en Ámsterdam, tendría que arreglar…Salió despedido sacudido por algo que lo golpeo en las piernas, mandándolo a la acera más próxima, aturdido en el piso, miraba el muelle solo a
Nikoleta sostenía el documento que Sebastián le había pasado pocos minutos atrás, releyendo por novena vez sin poder creerse lo que ponía allí.— ¿Esto es real? —pregunto por fin.Los demás hombres la miraron igual de desconcertados que ella.—Claro que lo es —respondió Sebastián con una sonrisa—. Si les interesa, empezarían entrenamiento a la brevedad.— ¿Y nuestros cargos en las unidades militares? —pregunto Paul.—Solo cambiarían de institución, del ejercito pasarían a la policía internacional, seguiríamos en proceso de ascenso porque eso me incluye a mí.—Nunca me había planteado un cambio tan radical. —comento Maurice con unos lápices multicolores en su mano, dibujando en una libreta sin mirarlos—. ¿Dónd