—¡Maurice! —gruñía Christopher, a través del intercomunicador—, ¡Eres un maldito cabrón!
La risa contagiosa se escuchó por todos los auriculares. Maurice había hecho una de sus jugadas maestras. Le había puesto el pie en la rueda trasera a Christopher en plena bajada de una de las montañas, haciéndolo salir despedido de la bicicleta, cayendo sobre un charco lodoso y apestoso.
Peter sonreía, en extremo feliz, su familia, se estaba divirtiendo en lo grande, unos minutos antes había visto a María y Nikoleta compitiendo fuertemente. El certamen había dispuesto que sería por géneros, y él, ahora corría contra un Sebastián, que lo estaba mirando demasiado, y estaba previendo, que le harían una jugada, y de las sucias.
Sebastián podía parecer un santo, pero de s
Tres años después…—Nena, no me hagas esto. —susurraba agitado Peter.— ¿No entiendo? —en un resuello María—. Eres el que insiste siempre que debes salir al campo, sabiendo que te quedas a mitad de camino, en una minúscula lomita. —mirándolo desde arriba en la cima, resoplar por no poder alcanzarla—. La verdad no entiendo il mio diavolo[1].—Pues, veras, il mio amore selvaggio[2], —mirándola con frustración—, pero, esto se ha convertido en una competencia salvaje entre tú y yo, por estos años. Tú intentas ganarme, yo intento vencerte, y nos volvimos ambos en unos putos sádicos compitiendo por quien es el mejor.—Pero, —suspiro—, es incomprensible, el que sigas insistiendo, que puedes ganarme en ciclo monta&
Habían regresado al hotel, en medio de la noche. María se veía demasiado pequeña detrás del volante, ese auto lo alquilaron, pero las fotografías engañaban, era demasiado grande.El hotel Neumayr era de un ambiente totalmente campestre, ambos habían observado la fachada por largos minutos dos días atrás cuando se encontraron después de tres meses sin versen.—«Esta… —por fin había dicho María en ese momento—. ¿Pintoresco?»—«Si, me equivoque. —suspiro—. Además fue de afán, debía aprovechar que estaba viajando a las oficinas acá, y que tú estabas por este lado».—«Apuesto que lo confundiste». —mirándolo de soslayo, antes de entrar.Le miro rascarse la cabeza, lo
Meses despuésReunión BDSM en ParísPeter sonreía al ver llegar a su pequeña salvaje, con ese sensual vestido en látex. Sebastián unas horas antes le había dicho que no tenía tiempo para ir, a pesar de su insistencia para que distrajera su mente de la tristeza que lo acompañaba por su ex-sumisa. Un Maurice silencioso, miraba su bebida perdido entre sus pensamientos, Nikoleta corría por el local como de costumbre saludando a diferentes personas junto con Christopher que se giraba levantando la mano para mandarle un beso a María, que sonrió radiante ante su cariñoso gesto.—Mi Amo —llego ante él, lanzándose a sus brazos emocionada—, te extrañe. —besándolo con fervor.—Dioses, estar lejos meses me altera todo el ser, pero a
Deseaba no haberse levantado el día de hoy, esas horas previas habían sido insultantemente dolorosas, su cuerpo a duras penas respondía, y sus costillas estaban fracturadas: -de nuevo.Giro lentamente la cabeza para observar el monitor de esa habitación estéril, el goteo era como una marca que taladraba sus oídos, en cada caída; sus piernas estaban tan rígidas, que dudaba que pudiera moverlas; y esa maldita cámara, parecía que se riera de su situación.Le habían dejado allí, tenía la seguridad de que le grababan y lo re trasmitían por internet. Esta vez, sintió que se había sobre pasado. El placer, ya no era placer, había caído en manos de un sádico sin escrúpulos.—Quiero que me consiga a esa esclava. —Escucho la voz de fondo, haciendo que saltara en su sitio, y el corazón desbocad
—¿Te olvidaste, de nuevo?Peter miro a Maurice como atontado por lo que le decía, su sistema de análisis estaba totalmente nulo en este momento, y no daba pie con bola.¿Cómo había sucedido esto?En qué momento había olvidado que le correspondía planear el viaje familiar. Si, era el momento más importante para todos, que hacían el máximo esfuerzo para alejarse de sus múltiples ocupaciones para estrechar más su solides familiar.Observo a María reír a carcajadas junto a Alena, y a la chica nueva de Christopher, luego miro a Sebastián quien sentado detrás de Nikoleta la abrazaba con el cariño impreso en su rostro, mientras Christopher le tenía las piernas en sus propias piernas, tocándole con sensualidad las estas.—Es hoy, no puede ser, lo olvide en mi calenda
María sabía que algo no había salido bien desde el momento en que habían llegado a Canadá. Alena le había gritado que no subiera a ese vehículo, pero ya era demasiado tarde, estaba siendo llevada a una excursión con un grupo de japoneses, quienes le habían observado desconcertados cuando ella se sentó en la última silla, algo descolocada después de discutir infructuosamente con el conductor, que no le entendió nada, como él a ella: -todos eran japoneses.Era su primera vez en Canadá, y literalmente estaba perdida; Peter la ahorcaría. Horas atrás había observado como dormía, su rostro relajado, pero en sueños balbuceaba sobre enemigos socarrones, roba mujeres, y ella le parecía divertido. Se había levantado para ducharse, saliendo a preparar algo suave de comer, encontrándose a Sebastián en la p
—Zorra, ¿se está negando?—Maestro, no le desobedecía, pero por favor, entiéndame, estoy trabajando y…—Eso a mí no me importa si muere de hambre o no. Ahora debe venir inmediatamente.—Pero Maestro, estoy en América.—Tiene dos horas para llegar —colgando la llamada.La desesperación la carcomía, ambos sabían que en dos horas no llegaría a Portugal desde Estados Unidos; y seguramente perdería el trabajo por dejar abandonado el proyecto, se debatía entre esta responsabilidad y obedecer. Al final, gano el trabajo, poseía demasiadas deudas, las cuales él no pagaría, sino aumentarían.Salió de su motel en San Francisco, para dirigirse a la zona e comercio, metiéndose de lleno a terminar lo que le hacía falta. En la noche fue a buscar la cena, en uno de es
María colgaba boca abajo intentando alcanzar la otra cuerda que el novato había dejado caer desconcentrado por coquetearle a Filipa, que estaba enojada porque tenía como pegamento a ese chico de diecinueve años, que no la dejaba ni a sol ni sombra.—Mary, la tienes a unos diez centímetros a tu derecha —le indico Remus por el auricular—, cambio.—No tengo los brazos tan largos —respondió—, dame más cuerda, cambio.—Fíjate en la roca a tu izquierda, desde acá se ve peligrosa —señalo Hassan—. Alcanzas eso, y podremos asegurar el paciente, cambio.—Si —respondió ella, sintiendo a los segundos un sacudón de su cuerpo al ser bajado más—. ¡La tengo! —siendo izada con fuerza para llegar arriba.—Finalicemos, el helicóptero llega en diez minutos.&m