Umara:Debo parecer un pez que han sacado del agua con anzuelos, por qué mis ojos están grandes como platos y mi boca abierta a más no poder.La mujer de la trenza ríe y prosigue su camino dejándose caer en un diván y aceptando un racimo de uvas de una de las doncellas del servicio.Burya se acerca a mí y poniendo los ojos en blanco toma una de mis manos.— Tranquila, pronto te acostumbrarás a las excentricidades de Sarab.— ¿Excentricidades, en serio rusa?- dice la gemela peliblanca.— No sé. Intentar asesinar a nuestro emperador, no una ni dos veces…sino doscientas, ¿puede ser considerada una excentricidad?- pregunta la otra gemela. Definitivamente quieren matarme de asombro.— ¿Ella…ha intentado … qué?!- Chillo.—Oh, por los dioses. No hay que hacer tanto aspaviento.-Regaña Lady Citié. - Ahora, por favor, ya concluidas las introducciones debo marcharme. El emperador querrá su té luego de la reunión del concilio.La mujercita se marcha y me deja en manos de la rusa y las gemelas.—
Umara:La sala del trono es imponente, todo brilla con un fulgor dorado cegador. Los cortesanos Kuranies se agrupan a ambos lados de un camino cubierto con alfombras doradas que han dejado en medio. Imagino que para que le sea más fácil acercarse al que viene a plantear su disputa ante el Emperador.Estamos de pie junto a la puerta y lady Cítiê aprovecha para darme rápidas instrucciones.— Al entrar, deberás hacerlo con la mirada gacha, cuando lleguemos cerca del Emperador, deberás postrarte sobre tu rostro y mantenerte así hasta que se te ordene incorporarte, no deberás mirar al Emperador al rostro, ni hablarle sin que él se dirija a ti primero. La desobediencia a cualquiera de éstas reglas acarrea la muerte ¿ Has entendido?Le hago entender que comprendí con un movimiento de mi cabeza.El guarda de la entrada anuncia nuestros nombre y Lady Citié avanza por delante de mí , caminando sobre la dorada alfombra. Inhalo fuertemente y la sigo, manteniendo mi frente erguida y mi espalda rec
Umara:Cítiê se incorporó de un salto en cuanto el Emperador se sentó de nuevo sobre su dorado trono.Me ha tomado de la mano y me ha sacado del Gran Salón por dónde mismo hemos entrado. Las doncellas de su séquito nos siguen en tropel. No entiendo por qué la mujercita corre tan despavorida, pareciera que los sabuesos del infierno nos persiguen.Hemos llegado al pabellón, Cítiê ha despedido a las doncellas del séquito y ha reunido a las demás esposas. Les ha contado lo sucedido y ahora están todas reunidas a mí alrededor.— ¡Está loca!– chilla Burya.—¿Realmente hizo eso?– increpa Sarab, con admiración.—¿En medio del Mayilis?– pregunta Zai.— Es increíble…–me observa boquiabierta Mem.Cítiê recorre de un lado a otro el pabellón. Se muestra contrariada, enfadada y francamente desesperada.— ¿¡Tienes la más mínima idea de lo que has hecho?!–se acerca a mí y me agita agarrándome por los hombros. – Si tanto deseo tienes de morir toma una daga y córtate el cuello, pero no continúes con tu
En un abrir y cerrar de ojos se ha abalanzado contra mí y me ha abofeteado en la mejilla derecha. Con tal fuerza que se me ha torcido el cuello. Ese lado de mi comienza a arder, de forma insoportable.— ¡Quien te crees que eres! –Grita colérica. – ¡Cómo osas mostrar tal irrespeto a nuestro amado durante el gran concilio! – vuelve a abofetearme, está vez en la mejilla izquierda. Cierro mis manos en puños y aprieto mis ojos para contener las lágrimas. No voy a llorar, no voy a llorar. No le daré el gusto de verme llorar.Se aparta y me da la espalda, encorvándose sobre sí misma como si hubiera perdido el aliento. Luego se gira bruscamente y sonríe, como sólo una persona demente podría hacerlo.—¡Por tu culpa mi hermano fue reprendido delante de todos los nobles! Tu osadía no conoce límites ¿Que más se podría esperar de una sucia adoradora de camellos como tú? – ríe, y es la risa más siniestra he oído en mi vida. Se vuelve hacia las otras esposas, dándome la espalda. . —¡Salvajes, todas
Muerdo mi labio inferior para no dejar escapar el chillido de sorpresa que ha subido a mí garganta ¡Con unas pocas palabras, Cítiê ha reconocido a Cassandra como la víctima que no es! —Bien, veo que en este asunto tendré que contar solo con mi propio juicio.– el Emperador suena resignado. Y sin ceremonia de ningún tipo comienza a descender del trono. Llega ante mí y yo instintivamente aparto la mirada de su rostro, no quiero mirarle, me da asco, le odio. Contento las ganas de vomitar y me abrazo a mí misma. En este preciso instante, no le temo a los azotes, no le temo a las torturas Kuranies, no le temo a la muerte…pero tener a este dictador despótico tan cerca, hace que un sudor frío se apodere de mí. Aparentemente satisfecho con su inspección, el Emperador sigue de largo, y le ordena a Cassandra ponerse en pie al tiempo que le tiende la mano y la ayuda a incorporarse él mismo. Los miro de reojo. Se queda contemplándola unos minutos y luego se aleja, pensativo. —Viendo que vuestra
— Creo que Cítiê no ha tenido tiempo de explicarte algunas cosas.– Murmura Mem.— Bien, creo que recaerá en nosotras instruirte en la intrincada ceremonia e imposible protocolo Kuraní – murmura Burya alegremente, poniéndose en pie y dando saltitos de contenta.— Frénate un poco rusa, ¿sí?–Regaña Mem.— Oh, por favor. Ya basta ustedes dos.– Reprende Sarab, dirigiéndose a Burya y Mem. Las contemplo, y sonrío. Pelean entre sí y se dan codazos , pellizcos y empujones como si fueran un grupo de niñas pequeñas y no las adultas que son. Una duda surge en mi mente, pero sería de lo más inapropiado preguntar semejante cosa en voz alta. Suspiro.— Recuerden lo que pasó la última vez, nuestro parloteo incesante puso enferma a Lady Umara.– Observa Mem.— Tienes razón. Hace demasiada calor para sostener está conversación aquí dentro…¡Salgamos al jardín!– chilla Burya y se lleva a Zai tomándola de la mano.Sarab niega con la cabeza y pone los ojos en blanco.— Que llena de energía está la rusa ho
—¡Oh, son divinas!- exclamó Burya. —Sí, como no...- masculló Sarab, haciendo una mueca de desprecio. —Ay, egipcia, no hay manera de complacerte. Nunca te gusta nada de lo que nos traen.- protestó Zai. —Es porque son basura, lo que sobra. Saben tan bien como yo, que Cassandra siempre elige las mejores telas para sí. En el pabellón de las Lunas reinaba el jolgorio. Las doncellas de la corte habían traído telas multicolores para que las chicas escogieran entre ellas las que utilizarían en la confección de sus respectivos vestidos. —Es una pena que nuestro amado no nos obsequie con joyas.- comentó Burya en lo que seleccionaba una cedas y tules en colores brillantes. —A decir verdad…prefiero que no lo haga a que nos coloque una tiara como la de Cassandra o una tobillera como la de Sarab. —¿Por qué?- preguntó Umara intrigada. —Pues porque…- comenzó Mem. Zai sufrió un ataque repentino de tos y su hermana acudió a darle unos golpecitos en la espalda. —¿Estas bien hermana?- susurró Me
A la mañana siguiente Cítiê se nos unió durante el desayuno. La mujercita estaba evidentemente feliz, sonreía a cada dos por tres y no regañaba a las chicas contantemente por su constante bullicio, como es su costumbre. Burya la contemplaba suspicaz, Zai y Mem susurraban entre sí y Sarab devoraba un racimo de uvas sin importarle un bledo lo que ocurría a su alrededor.— Pasaste la noche con el emperador ,¿verdad?-increpa Burya de súbito.Zai se atragantó con el vino que bebía y Mem le dio unas palmaditas en la espalda. Cítiê sonrió levemente, mirando a la rusa a los ojos.—¿Es tan evidente?-preguntó Cítiê apenada.—Oh,si. Esa sonrisa de tonta solo la vemos en tu cara cuando pasas la noche con nuestro señor.Cítiê frunce el entrecejo.—Como si ustedes no regresaran perdidas de felicidad luego de haber estado en su cama.-farfulla.—¿Es cierto lo que comentan las doncellas, que Cassandra tiene prohibido venir a fastidiarnos?- suelta Mem.Las demás mujeres reunidas en la mesa dirigen sus