—¡Oh, son divinas!- exclamó Burya. —Sí, como no...- masculló Sarab, haciendo una mueca de desprecio. —Ay, egipcia, no hay manera de complacerte. Nunca te gusta nada de lo que nos traen.- protestó Zai. —Es porque son basura, lo que sobra. Saben tan bien como yo, que Cassandra siempre elige las mejores telas para sí. En el pabellón de las Lunas reinaba el jolgorio. Las doncellas de la corte habían traído telas multicolores para que las chicas escogieran entre ellas las que utilizarían en la confección de sus respectivos vestidos. —Es una pena que nuestro amado no nos obsequie con joyas.- comentó Burya en lo que seleccionaba una cedas y tules en colores brillantes. —A decir verdad…prefiero que no lo haga a que nos coloque una tiara como la de Cassandra o una tobillera como la de Sarab. —¿Por qué?- preguntó Umara intrigada. —Pues porque…- comenzó Mem. Zai sufrió un ataque repentino de tos y su hermana acudió a darle unos golpecitos en la espalda. —¿Estas bien hermana?- susurró Me
A la mañana siguiente Cítiê se nos unió durante el desayuno. La mujercita estaba evidentemente feliz, sonreía a cada dos por tres y no regañaba a las chicas contantemente por su constante bullicio, como es su costumbre. Burya la contemplaba suspicaz, Zai y Mem susurraban entre sí y Sarab devoraba un racimo de uvas sin importarle un bledo lo que ocurría a su alrededor.— Pasaste la noche con el emperador ,¿verdad?-increpa Burya de súbito.Zai se atragantó con el vino que bebía y Mem le dio unas palmaditas en la espalda. Cítiê sonrió levemente, mirando a la rusa a los ojos.—¿Es tan evidente?-preguntó Cítiê apenada.—Oh,si. Esa sonrisa de tonta solo la vemos en tu cara cuando pasas la noche con nuestro señor.Cítiê frunce el entrecejo.—Como si ustedes no regresaran perdidas de felicidad luego de haber estado en su cama.-farfulla.—¿Es cierto lo que comentan las doncellas, que Cassandra tiene prohibido venir a fastidiarnos?- suelta Mem.Las demás mujeres reunidas en la mesa dirigen sus
— Eso no puede ser cierto.- protesta Burya.— ¿Estás completamente segura?— Sí.- respondo en un chillido ahogado.Me miran con el ceño fruncido y diferentes expresiones de perplejidad.— Muéstranos tu lunar.- ordena Burya.Doy un paso atrás.Oh no.No voy a desnudarme ante ellas.— Vamos, no seas tímida. Todas somos mujeres, ¿por qué el excesivo pudor?- Zai intenta convencerme.Entre ella y Mem se acercan a agarrarme y salgo dispara en dirección contraria.Burya y Sarab se unen en la persecución, corriendo tras de mí como si sus vidas dependiera de ello. Gritan y chillan, mientras las gemelas acortan la distancia con mi persona alcanzándome y haciéndome tropezar, el impulso nos lleva a caer dentro de la piscina artificial del pabellón.Las chicas parecen haber olvidado por completo el objetivo de la persecución, porque se entretienen lanzándose agua una a la otra y riendo como locas.Sarab y Burya llegan hasta nosotras, Burya chilla de contenta y da saltitos.— ¡Qué divertido! – grit
Umara:Despierto durante la madrugada.No sé si me ha despertado el intenso calor o un ruido. Salgo de la cama y me encamino hacia el pasillo principal, buscando la salida hacia el jardín.Afuera, una enorme luna ilumina los árboles, el lugar estuviera muy pacífico sino fuera por los murmullos y risas que soy capaz de escuchar. Arrugo el entrecejo, es realmente tarde.¿Quién podría estar armando semejante alboroto a esta hora?Me dirijo hacia el lugar del que proviene el ruido, caminando por sobre la calzada de piedra. Por las voces comprendo que se trata de Burya y una de las gemelas. Llego cerca de ellas y estoy a punto de regañarlas por su escándalo cuando me doy cuenta de lo que ocurre.Las chicas están completamente desnudas, metidas en una de las fuentes, persiguiéndose una a la otra, tocándose, y …mi quijada cae de asombro…¿¡Se están besando?!— Sí, lo sé. Son un par de descaradas.- dicen justo a mi lado y salto de susto.— ¡Sarab, vas a matarme de un infarto si sigues aparecie
Luz de luna:Umara:— Despierta, Lady Umara.- susurra una voz gruesa, masculina, cerca de mí.- despierteMe siento sobre el suave colchón, sobresaltada.Mi corazón ha caído en picada en dirección a mi estómago. Contemplo perpleja al jardinero real, quien se encuentra sentado al borde de mi cama. Vistiendo completamente de negro y cubriendo su rostro una vez más.— Señor.- susurro.- ¿qué hacéis aquí?¿Cómo habéis entrado? Está prohibido. Sí os sorprenden …— No vengo a este lugar a menudo.- murmura.- pero he venido para cortar los tallos que deseas. Ya es hora de sembrar el jardín.Le contemplo paralizada de terror...— Señor, no debéis estar aquí…- vuelvo a intentarlo.- es peligroso ya os lo dije.Me contempla impasible. Es como si no comprendiera lo terrible de esta situación.— No os preocupéis, pequeña flor del desierto.- susurra, extendiendo su mano y acariciando mi mejilla con evidente cariño.- soy el jardinero real, lo sabéis, y el pabellón de las Lunas es el más fastuoso jardín
Camino de un lado para el otro, intentando hallarle sentido a mis sospechas. — ¿Envenenar a las Lunas? – pregunta incrédulo mi acompañante.-¿ Con qué objetivo? Este jardín lleva seco muchos años, si fuera cierta vuestra teoría, todas las mujeres del harén ya estarían muertas — No necesariamente.- me muerdo la uña del dedo pulgar, ponderando las posibilidades.- este lugar terminó en las condiciones en que estaba porque el veneno se acumuló en la tierra por largos períodos de tiempo. Además, la mezcla utilizada no es mortal sino… Siento como toda la sangre abandona mi rostro, lo que acabo de descubrir es peligroso. Si mis sospechas son ciertas, el emperador ha sido engañado de la manera más atroz. Me muerdo el labio. Este es el tipo de secreto, el tipo de información, por la que podría peligrar mi vida. — ¿Decías? – insiste mi acompañante. No estoy del todo segura, de si debería contarle al jardinero real lo que acabo de descubrir. Si es cierto lo que imagino, el resultado sería la
Pasaban los días, éstos se convirtieron en semanas y finalmente transcurrió todo un mes durante el cuál observé a las gemelas practicar su tiro al blanco, soporté las desentonadas y ruidosas canciones al arpa de Burya y retorcí los ojos ante los comentarios sarcásticos de Sarab. Durante ese tiempo, el Emperador mandaba a llevar a su presencia a las gemelas o a Burya con gran frecuencia, incluso Cítiê nos acompañaba al desayuno con esa expresión de felicidad tonta que le delataba, no me importó. Al contrario, las atenciones que nuestro Rey prodigaba a las demás mujeres habían aligerado la tensión que había comenzado a surgir entre nosotras. Un atardecer, cuando hacía ya tres meses que había llegado a palacio, lady Cítiê fue a buscarme con órdenes de que me presentara ante nuestro gobernante. —Hacía tiempo que no enviaba por ti, lady Umara.- comentó ella.- ¿habéis hecho algo que pudiese ofenderle? Pedí mi libertad, pensé, ocultando una sonrisa rebelde. —No.- le respondí a Cítiê, ent
Sus palabras me hicieron palidecer. Escondí el rostro por un momento, sintiéndome avergonzada.—¿Lo sabéis?- susurré.- ¿sabéis lo que representa?—Sí, y si yo lo he notado también lo ha hecho nuestro señor. Su madre era nómada como ya os he dicho.Eso causó que me tensara al instante. Me levanté del banco de mármol y me dirigí en su dirección.—¿Eso creéis?—Estoy convencido. No conviene que le provoquéis constantemente, vuestra osadía puede costados caro, mi Lady.Su tono, que había sido tan relajado y jovial se había enfriado, sentí el tonto impulso de aferrarme a su cintura, esconder mi rostro en su pecho y rogar por su perdón, pero me contuve. ¿Qué demonios estaba sucediéndome?¿Desde cuándo había comenzado a pensar semejantes tonterías?De regreso al pabellón, me quedé sentada en mi cama pensando en muchas cosas. Hasta ese momento no había logrado nada de lo que me había propuesto con mis pequeños actos de rebeldía. Seguía siendo una concubina y seguía prisionera en una jaula de o