Capítulo54
Con un tono ligeramente molesto, le dije: —Luna, fuiste tú quien me preguntó primero, y ahora me dices esto.

Luna, con el rostro avergonzado, respondió apenada: —Tienes razón, me equivoqué. No debí decir eso, Óscar. No te enojes conmigo, ¿sí?

Me sorprendió muchísimo que Luna intentara calmarme, lo cual me hizo sentir halagado.

De inmediato sonreí y dije: —Nunca podría enojarme contigo, Luna.

—Eres muy dulce, Óscar.

—Óscar, ¿podrías traerme una manta, por favor?

—Claro, con gusto.

Me dirigí al armario y saqué una manta para Luna.

Cuando me di la vuelta, noté algo sorprendente: Luna estaba ahora acostada de espaldas en la cama.

Eso me confundió bastante.

¿No había dicho que se había torcido la espalda? ¿Cómo es que se había dado la vuelta tanta facilidad?

Y, ¿por qué estaba ahora acostada boca arriba?

Aunque tenía muchas preguntas en mi mente, decidí no hacerlas.

Con el rostro aún sonrojado, Luna me pidió: —Óscar, ¿puedes cubrirme con la manta, por favor?

Le coloqué la manta con suavidad
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