Capítulo57
—Si sigues así, me voy a enojar de verdad, — dijo Luna, claramente molesta.

Sabía que ella confiaba profundamente en su esposo, y cualquier cosa que dijera en ese preciso momento no le haría cambiar de opinión.

Suspiré desanimado y decidí no insistir más.

—Luna, ¿por qué no te das una ducha? Cámbiate y luego te doy otro buen masaje.

Finalmente, Luna sonrió con agrado. —Óscar, eres un buen chico, pero lamentablemente solo puedo ser como tu hermana mayor.

—Pero no te desanimes. Tengo varias amigas, y algunas de ellas aún están solteras. Puedo presentarte a alguna si te interesa.

Negué de inmediato. —No, gracias. Aparte de ti, no quiero a nadie más.

—¡Ay, Óscar! Qué terco eres, — dijo Luna, aunque en su interior no podía evitar sentirse un poco halagada.

Porque, después de todo, a todas las mujeres les gusta saber que alguien las ama con tanta devoción.

Los hombres, al fin y al cabo, siempre son unos simples niños, y las mujeres, en el fondo, siempre se sienten como niñas.

—Está bien, iré
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