Capítulo25
Sin embargo, en ese momento la atención de Lucía no estaba en mí, sino en su querida amiga Luna.

Lucía observaba cuidadosamente la expresión de Luna.

El rostro de Luna estaba rojo y parecía muy nerviosa, incapaz de mirarme directamente.

Cuanto más actuaba así, más evidenciaba que, en el fondo, lo deseaba.

Pero para mujeres como Luna, aunque sientan una gran necesidad o deseo, siempre lo guardaban en su interior, sin expresarlo.

Para entender lo que realmente piensan, es necesario captar los pequeños gestos y expresiones faciales.

Y en esto, Lucía era una experta.

Solo le bastaron unas pocas miradas para descifrar lo que pasaba en la mente de Luna.

—Luna, descansa temprano. Nos vamos ya —dijo con una sonrisa.

—Recuerda venir mañana a casa para que Óscar continúe con tu masaje.

Lucía me lanzó una mirada de complicidad, indicándome que era hora de irnos.

Aunque en mi interior no quería irme, no tuve más remedio que seguirla.

Al llegar a casa, Lucía no pudo contener su risa.

—Sabía que no
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