EmilieLos primeros días en mi nuevo trabajo pasaron en un borrón de actividad. La mansión de Luca era vasta, y había mucho que aprender. Pero me lancé a mis tareas con determinación, decidida a probar mi valía.Un día, mientras estaba limpiando el estudio de Luca, accidentalmente tiré una pila de bocetos. Maldije en voz baja mientras me apresuraba a recogerlos.—Déjame ayudarte con eso —escuché una voz desde la puerta.Alcé la mirada para ver a Luca, apoyado contra el marco de la puerta con una sonrisa divertida.—Lo siento mucho —digo apresuradamente —debí haber sido más cuidadosa —ya me esperaba una reprimenda de su parte por ser tan torpe.Pero Luca simplemente se arrodilló a mi lado, ayudándome a recoger los papeles dispersos. —No te preocupes, Emilie. Son sólo bocetos.Mientras ordenamos los dibujos, no pude evitar quedarme impresionada por su talento. —Estos son increíbles, Luca. Tienes un don.Él sonrió, pero noté un toque de tristeza en sus ojos. —Gracias. Aunque a veces me p
MassimoMi vida continuó girando entre días y noches de angustia, tratando de hacerme a la idea de que no debía buscar de nuevo a Emilie ni a mi hijo, pero me era sencillamente imposible.Dentro de mí, mi verdadero ser se revelaba a ser tan blando, podría obligar a Emilie a regresar a mi lado con la amenaza de quitarle a mi hijo, sería tan fácil hacerlo, tengo el poder suficiente y ella lo sabe perfectamente.Para no estar pensando en regresar a la isla a buscarla, me refugié en el trabajo, tenía que sacar adelante el corporativo, era la herencia de mi madre, y no permitiría que se hundiera por ningún motivo.El día había sido implacable. Otra junta directiva, otra ronda de miradas desafiantes de aquellos que alguna vez había considerado aliados. Pero yo sabía la verdad ahora - estos hombres no eran leales a mí, sino a mi padre. Estaban esperando el momento perfecto para apuñalarme por la espalda.Pero no les daría esa satisfacción, tenía todas las pruebas de lo que habían hecho para
Me encontraba en mi camerino, preparándome para otro desfile. La máscara delicada que cubría mi rostro se había vuelto mi marca registrada en la industria de la moda. Nadie sabía mi verdadera identidad, y eso era exactamente como yo lo quería.Miré mi reflejo en el espejo, ajustando la máscara ligeramente. Habían pasado cuatro años desde que dejé la isla, cuatro años desde que vi por última vez al hombre que una vez amé. Ahora, todo lo que tenía era a mi hijo, Luca, y mi carrera.Un golpe suave en la puerta me sacó de mis pensamientos.—Adelante.La puerta se abrió, revelando a mi asistente, Ana.—Emilie, estás radiante, como siempre. El desfile comenzará en 10 minutos.Sonreí, poniéndome de pie.—Gracias, Ana. Estaré lista.Mientras caminaba hacia la pasarela, no pude evitar pensar en lo lejos que había llegado. De ser una joven ingenua en una isla a ser una de las modelos y diseñadoras más solicitadas de Milán. Había trabajado duro para llegar a donde estaba, y estaba orgullosa de m
EmilieLa operación de Luca fue un éxito, poco después de terminar la cirugía, lo trasladaron a una habitación, horas después, cuando vi a mi pequeño abrir sus ojos, sentí como si un peso enorme se hubiera levantado de mis hombros. Su rostro, aunque aún pálido, tenía brillo.—Mami —susurró, su voz débil pero llena de amor.—Aquí estoy, mi amor —dije, las lágrimas corriendo por mis mejillas mientras acariciaba su rostro— Mami está aquí.Me senté a su lado, sosteniendo su pequeña mano en la mía. A pesar de todo por lo que había pasado, a pesar del miedo y la incertidumbre, él seguía siendo mi rayo de luz, mi razón para seguir adelante.Justo entonces, el doctor entró con una expresión sombría. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda. Conocía esa mirada. Era la mirada que alguien tenía cuando las noticias no eran buenas.—Señorita Emilie, necesito hablar con usted —el tono de su voz era serio.Me levanté de la silla, besando suavemente la frente de Luca. —Volveré pronto, cariño. Trata d
EmilieMientras mi hijo se fortalecía, Massimo permanecía sumido en un profundo coma. Los médicos no me daban muchas esperanzas, pero yo me negaba a rendirme. Él había salvado la vida de mi hijo, y ahora era mi turno de luchar por él.Tomé la decisión de trasladarlo a mi casa, donde había preparado una habitación especialmente para él. Quería que estuviera rodeado de amor y cuidado, incluso si no podía percibirlo. Quería que Luca pudiera ver a su padre todos los días, aunque fuera en ese estado.El día que Massimo llegó a casa, mi pequeño hijo colocó su peluche favorito al lado de la cama de su padre, él no entendía quién era ese hombre, pero sin duda sentía el llamado de la sangre.—Tu papi es fuerte, mi amor —le dije, abrazándolo— Está luchando para volver con nosotros. Sólo tenemos que tener fe y darle mucho amor.Los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses. La condición de Massimo no cambiaba, pero yo me aferraba a cada pequeño signo, a cada mínimo movimiento.Los
MassimoEstaba atrapado. Atrapado dentro de mi propio cuerpo, incapaz de moverme, de hablar, de abrir los ojos. Pero podía oír. Podía sentir. Y lo que oía y sentía me estaba destrozando por dentro.Escuché a Emilie discutir con ese hombre, Luca, sobre mi destino. Él quería enviarme lejos, sacarme de la vida de Emilie y de nuestro hijo. Y una parte de mí no podía culparlo. Después de todo el daño que había causado, después de todo el sufrimiento que había infligido, quizás merecía ser abandonado.Pero entonces, Luca dijo esas palabras. Esas palabras que me helaron el corazón y encendieron un fuego de celos y rabia en mi interior.—Yo podría darte eso, Emilie. Podría amarte como mereces ser amada. A ti y a Luca. Podríamos ser una familia...Luca. El nombre de mi hijo. El nombre que Emilie había elegido. ¿Fue por él? ¿Fue por este hombre que había estado a su lado mientras yo me perdía en mi propia oscuridad?El pensamiento era como ácido, corroyendo mi ya destrozado corazón. Imaginé a
MassimoEl médico asintió, como si hubiera esperado esto, en su rostro pude ver que las cosas no estaban del todo bien.—Es posible que haya algún daño neurológico. Necesitaremos hacer más pruebas, comenzar la terapia física de inmediato. Pero Massimo, quiero que entiendas…Pero yo ya no estaba escuchando. Sus palabras resonaban en mi mente como el tañido de una campana fúnebre. Daño neurológico, esa era la razón por la cual no podía mover las piernas.Una ola de desesperación me inundó, tan intensa que amenazó con ahogarme. ¿Qué clase de vida era esta? ¿Qué clase de futuro podía ofrecer a Emilie y a nuestro hijo estando... roto?Mi cerebro se negaba a aceptar lo que él médico decía, traté de mover las piernas, de sentir aunque sea un poco, buscaba una sensación en ellas, la más mínima, pero no pude sentirla.Miré a Emilie, vi la preocupación y el amor en sus ojos. Ella estaba aquí, a mi lado, como siempre lo había estado. Pero yo sabía... sabía que no podía atarla a esta vida. No pod
MassimoEl sonido de las ruedas contra el mármol era ensordecedor en el silencio de la mañana. Entré en el edificio del corporativo, mi silla de ruedas avanzaba con cada empuje y el esfuerzo de mis brazos.Los empleados se apartaban a mi paso, sus ojos estaban llenos de una mezcla de miedo y lástima. Podía escuchar los susurros y las miradas furtivas, el gran Massimo Mancini estaba reducido a una sombra de sí mismo.Pero no dejaría que su lástima me hiciera daño, no dejaría que su compasión se convirtiera en mi prisión.Llegué a la sala de juntas, mi asistente abrió la puerta para mí. Todos ya estaban allí, sus conversaciones se detuvieron abruptamente cuando entré.—Buenos días —dije, mi voz fría era como el acero— Espero que todos hayan venido preparados.El silencio que siguió fue ensordecedor, finalmente, uno de los socios habló.—Massimo, tal vez deberíamos posponer esta reunión, has pasado por mucho, quizás necesitas más tiempo para…—¿Para qué? —lo interrumpí bruscamente— ¿Pa