FrancoEstaba caminando de regreso con el carbón cuando escuché las voces alzadas. Me detuve, escuchando con creciente incredulidad y rabia las palabras venenosas que salían de la boca de mi esposa.¿Cómo se atrevía a hablarle así a Emilie? ¿A insinuar esas cosas horribles?Dejé caer el carbón y me apresuré a ir hacia ellas, llegando justo a tiempo para escuchar a María escupir:—Mientras que tú... tú eres sólo la zorra que no pudo mantener a su hombre, la zorra que tuvo que venir arrastrándose a casa porque nadie más la quiere.Vi a Emilie tambalearse como si hubiera recibido un golpe físico, las lágrimas corrían por su rostro, mi corazón se rompió por ella, por todo lo que había soportado.—¡María! —rugí, haciéndola saltar— ¿Cómo te atreves a hablarle a Emilie de esa manera?María me miró, sus ojos muy abiertos con fingida inocencia, me enfurecí de inmediato, no sé qué es lo que pasaba por su mente que era tan atrevida.—Franco, cariño, yo solo estaba… —Sé exactamente lo que estaba
EmilieLa isla se había convertido en un refugio, un lugar donde podía encontrar paz en medio de la tormenta que era mi vida. Las cosas con María habían mejorado notablemente, una amistad floreciendo donde antes sólo había habido hostilidad.Estábamos sentadas en la terraza, disfrutando del cálido sol de la tarde mientras veíamos a Luca jugar en el jardín. Su risa, tan pura e inocente, era un bálsamo para mi alma herida.Fue entonces cuando mi teléfono sonó, el nombre de mi jefe apareció en la pantalla. Fruncí el ceño, una sensación de aprensión se apoderó de mí, ¿Por qué estaría llamando? ¿Había pasado algo?—¿Hola? —respondí, tratando de mantener mi voz firme.—Emilie —la voz de Luca sonaba tensa, casi asustada— tengo noticias sobre Massimo.Sentí mi corazón detenerse, mi sangre se convirtió en hielo en mis venas por un instante, Massimo, ¿Qué podría haber pasado?—¿Qué pasa con él? —pregunté, mi voz apenas un susurro— ¿Está... está bien? —pregunté temiendo su respuesta.Luca susp
EmilieSentí que el mundo comenzaba a dar vueltas a mi alrededor, los sonidos se volvieron amortiguados, mi visión se oscureció, era como si estuviera cayendo en un pozo sin fondo.Con un gemido, sentí mi cuerpo desvanecerse, colapsando bajo el peso insoportable de la conmoción y el agotamiento.—¡Emilie! —Escuché la voz de Massimo llena de miedo, desesperado por consolarme, pero atrapado en su propia prisión corporal.Me desperté momentos después con una enfermera a mi lado, ofreciéndome agua y palabras tranquilizadoras.—Despacio, querida —dijo la enfermera, su voz era suave como una caricia, has pasado por mucho, bebe esto, te ayudará a recuperar las fuerzas.Tomé el agua con gratitud, sintiendo el frío líquido aliviando la sequedad de mi garganta, era como un bálsamo para mi alma herida. Poco a poco, la habitación dejó de girar y pude sentarme, mi mirada inmediatamente buscó a Massimo, necesitaba ver sus ojos, perderme en ellos y saber que todo estaría bien.El médico entró apres
Parecía ser una noche como cualquier otra, me encontraba bailando al centro de la pista del club nocturno, los reflejos de luces neón iluminaban mi figura, un mar de hombres me observaba mientras un intenso deseo se reflejaba en sus rostros. Seguí moviéndome, deseando que no notaran el gran esfuerzo que estaba haciendo por moverme al ritmo de la sensual música, ese día mis movimientos eran torpes. Intentaba contener mis nervios, mi cuerpo parecía resistirse a mis órdenes, luchaba contra la urgencia de escapar, moví mi cadera al ritmo de la música. La escasa ropa que portaba, me hacía sentir expuesta, insegura ante todas aquellas miradas lascivas, afortunadamente los guardias en el escenario evitaban que los hombres se acercaran. Al club asistían hombres de clase alta, pero eso no impedía que alguno de ellos me gritara improperios, pretendiendo disfrazarlos de piropos, era como si en cada movimiento de mi cuerpo alentara lo peor de ellos. Cuando la música finalmente se detuvo, me d
El lujo y la elegancia del lugar me abrumaron al entrar, la mirada curiosa de algunas personas que se encontraban en el lobby me acompañaron durante el camino hacia el elevador. Mientras me dirigía a una suite, mi mente estaba llena de pensamientos sobre cómo podría obtener el dinero necesario para el trasplante, las buenas noticias que me había dado el médico invadían mi mente. Finalmente, llegué a la puerta indicada, después de un momento de duda, toqué el timbre, la puerta se abrió, y allí estaba Massimo, el mismo hombre que me había ofrecido dinero aquella noche en el club. Su presencia imponente llenó la habitación, y me encontré atrapada en su mirada penetrante, su presencia era imponente- Aunque su expresión permanecía fría y seria, los ojos de Massimo brillaban con una intensidad que revelaba su deseo incontrolable, su presencia ejercía un magnetismo innegable sobre mí, como una cadena invisible que me atraía hacia él. —Al fin has llegado —resonó la voz ronca de Massimo, s
Me quedé mirando con total desconcierto mientras llevaba mi mano hacia mi mejilla enrojecida, ¿Qué acaba de pasar? Pensé, sintiendo un torbellino de emociones dentro de mí, la humillación y la vergüenza se mezclaron con la confusión y la ira. —Esto es para que aprendas a no interponerte en mi relación con mi prometido —la mujer pronunció esas palabras con una voz cargada de satisfacción, como si hubiera logrado una victoria importante, me sentía como si estuviera atrapada en un mal sueño, incapaz de comprender cómo había llegado a esta situación. —¡No sabía! —exclamé, mi voz era temblorosa por la mezcla de emociones que sentía en ese momento. La mujer soltó una risa sarcástica y se burló de mi respuesta. —¿Crees que soy idiota? ¡No dejaré que me quites lo que es mío! —sus ojos brillaban con rabia mientras hablaba. Me sentí atrapada en una situación que no entendía por completo. ¿Quién era esta mujer? ¿Y qué tenía que ver con Massimo? Mientras trataba de procesar la información, me
Entrelacé mis manos al escuchar a Massimo, no podía evitar sentirme cada vez más nerviosa. —Mi tiempo vale oro, ¿Vas a decirme finalmente por qué has venido? —Massimo preguntó, con impaciencia. —Por favor, necesito que me prestes 500,000 dólares —dije sin rodeos, lo peor que podía pasar era que él se negara, en ese momento, Massimo apartó su mirada de la pantalla y la dirigió hacia mí. —¿Puedo saber para qué necesitas esa cantidad de dinero? —preguntó con rostro serio. —Mi novio necesita un trasplante de riñón de manera urgente, después de mucho buscar, finalmente encontraron un donante compatible, necesito pagar para asegurar la reserva, de lo contrario se asignará a otra persona, estoy pagando el costoso tratamiento, y por ahora me es imposible conseguir tal cantidad. Massimo me miró de arriba abajo, pude ver desdén en sus ojos. —Así que estás dispuesta a sacrificarte por un hombre —murmuró. —Creo que has olvidado que esta mañana me pediste que no volviera a llamarte, además,
Regresé al hospital, sentía una mezcla de esperanza y ansiedad, no compartiría con Franco la noticia sobre la posibilidad de conseguir el dinero que tanto necesitábamos para su tratamiento. Tenía mis razones para mantenerlo en secreto por ahora, en primer lugar no quería ilusionarlo antes de estar segura de que el dinero estaría disponible, aún no estaba segura de que Massimo me lo daría realmente, esperaba que no se arrepintiera de la promesa que había hecho. Además de que estaba segura de que si le informaba que había conseguido los fondos, querría saber de dónde vendría tal cantidad, y eso sería complicar las cosas, él no debía de enterarse de la existencia de Massimo. Hasta ahora, le había dicho que trabajaba como maestra de baile, mantener esa fachada me parecía la mejor opción, eso también justificaba mis repentinas salidas, así que debía mantener la calma ante la emoción que sentía al recordar que Massimo había aceptado prestar esa cantidad de dinero. Los días que siguieron