En ese momento, Amanda notó que no había nadie en la cocina preparando la cena. ¿Sería que iban a salir a comer? Mientras pensaba en eso, se escuchó el sonido de una bocina de carro afuera. Para su sorpresa, vio que Catalina había llegado junto a Jorge.Catalina, que solía ser extrovertida y habladora, estaba extrañamente callada, permaneciendo detrás de Jorge con una actitud sumisa.—Jorge, has vuelto. ¿Vamos a salir entonces a cenar? ¿Quieres que llevemos el pastel? —preguntó Amanda, tratando de aligerar el ambiente.Jorge se detuvo por un momento, mirando el pastel en la mesa con una expresión oscura.—¿Lo preparaste tú? —preguntó indiferentemente.—¿Qué pasa? —Amanda dio un paso hacia atrás instintivamente, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda ante la mirada intensa de Jorge.Catalina se apresuró a hablar:—Hermanito, Amanda no lo sabía. No la culpes. Cuando éramos pequeños, tú fuiste secuestrado en tu fiesta de cumpleaños, y casi mueres. Desde entonces, nunca has querido
—¿¡Te voy a acusar, como te atreves!? ¡Ustedes dos, vengan a ayudarme ahora mismo! —gritó Catalina, llamando a los empleados.Los sirvientes, que evidentemente estaban del lado de Catalina, se abalanzaron sobre Amanda y la agarraron. Aunque sus movimientos parecían inofensivos, Amanda podía sentir cómo aplicaban fuerza en lugares específicos, utilizando técnicas sutiles para hacerle daño sin que pareciera evidente. Mientras la sujetaban, pellizcaban sus brazos con fuerza, le apretaban los muslos y la cintura, y algunas incluso la pinchaban disimuladamente con agujas de coser.Amanda sintió un dolor punzante recorrer todo su cuerpo. Estaba siendo atacada en todos los lugares ocultos por su ropa, donde no quedaría evidencia visible.Claramente, estos empleados habían sido entrenados por Catalina de antemano, sabían exactamente cómo infligir dolor sin levantar sospechas y dejar huellas.El dolor lo sentía en su interior y era tan intenso que Amanda comenzó a sudar frío. Sabía que estaba e
—Jorge, ahora ya ves quién soy en realidad. No soy buena persona. Desde el principio estuve contigo solo para vengarme de Lucas Cardenal. Hundí en mierda la reputación de Viviana Sevilla, y para vengarme de ese par de traidores, estuve dispuesta a sacrificarlo todo, incluso a mí misma.—Has visto todo lo que he hecho. No me detengo ante nada para alcanzar mis metas. Así que, si quieres llamar a la policía o pedir el divorcio, no tengo nada que decir —dijo Amanda, con firmeza en su voz.Jorge apretó los labios en un gesto serio.—Los empleados ya llamaron a la policía, pero yo detuve todo. Esto es un asunto familiar, y creo que lo que ocurrió fue todo un accidente. Sé que no intentabas realmente hacerle daño a Catalina, pero lo que nunca debiste hacer es usar un cuchillo —respondió con calma, pero con un tono de reproche.—¿Y qué esperas que haga entonces? ¿Quieres que le pida pues disculpas a Catalina? Pues te lo digo bien claro: soy una persona orgullosa, y no me disculparé, si es lo
Jorge asintió y luego tomó un bisturí para gaza que el doctor había dejado sobre la mesa.—Soy su esposo. No he sabido guiarla ni controlar sus actos, así que también soy responsable. Tomaré su castigo y lo duplicaré. Me haré dos cortes en su lugar.—¡Hermanito, eso no es justo! —gritó Catalina, entrando en pánico, pero ya era demasiado tarde para detenerlo.Jorge levantó el cuchillo y, sin vacilar, se hizo dos largos cortes en su brazo izquierdo. La sangre comenzó a caer por su hombro y manchó su camisa beige, manchando el suelo.Las heridas eran profundas, y no sabían si había afectado los tendones.—¡Doctor, rápido, doctor...! —gritó Catalina desesperada, mientras Jorge permanecía en silencio, con las venas marcadas en su frente, pero sin emitir un solo gemido.—¿Es suficiente? Si no lo es, puedo hacerme otros dos cortes. Su error es mío —dijo Jorge con una frialdad abrumadora.—¡No, basta, basta...! ¡Doctor, rápido! —Catalina lloraba más fuerte que antes.El doctor llegó apresurado
No puedo seguir esperando sin hacer nada, pensó Amanda. No podía permitir que Jorge decidiera su destino. Si todo salía mal, que la arrestaran. Al menos en la cárcel le darían de comer, no la torturarían como lo estaban haciendo ahora.Se levantó con determinación, apoyándose en la pared. Primero, bebió tanta agua como pudo para llenar su estómago y recuperar un poco de fuerza, luego se dirigió al balcón.Era de madrugada y los empleados de la casa ya estaban dormidos.Miró por la ventana la estructura exterior. Justo al lado estaba la unidad del aire acondicionado. Si lograba saltar la baranda y aterrizar sobre la unidad, podría deslizarse por la tubería hasta el suelo.Era eso o quedarse allí y morir de hambre. Amanda decidió arriesgarse. No quería seguir atrapada, las paredes cada vez se sentían más cercanas.Miró hacia abajo. Parecía un abismo negro, como si una bestia estuviera esperando para devorarla. Tragó el miedo y, con manos temblorosas trepó la baranda.No sabía si era por
¿Acaso después de todo el esfuerzo para escapar de la mansión iba a caer en otro infierno? Amanda luchaba con todas sus fuerzas para desatarse, el instinto de supervivencia le daba energía.—¡Suéltame! —gritaba, al borde del llanto, con la voz temblorosa.—Tranquila, nena. El tío te va a cuidar muy bien. ¡Vaya suerte la mía, que te mandaron a mí! —dijo el hombre, con una sonrisa lasciva y repugnante.Amanda sintió una oleada de asco. Con una hábil maniobra logró desatarse y con la mano temblorosa, alcanzó una piedra del suelo y, sin pensarlo dos veces, golpeó en la cabeza al perturbador hombre.No supo dónde lo había golpeado, pero fue suficiente para que él la soltara con un gemido de dolor.Amanda aprovechó el momento y comenzó a correr. Sabía que, si la arrastraba a ese edificio abandonado, nadie la escucharía, nadie la salvaría.—¡Maldita sea...! —gruñó el conductor, mientras la perseguía.—¡Ayuda! ¿¡Alguien puede ayudarme!? —gritaba desesperada—. ¡Me quieren violar! ¡Auxilio!Su ú
El conductor era un hombre solitario y abusador, y al verla, aprovechó para cumplir sus instintos. Por eso intentó llevarla a un lugar apartado para abusar de ella.No esperaba que justo ese día, después de terminar un asunto en otra ciudad, tomara un atajo y se encontrara con esa escena.—¿Lograste averiguar algo de la mansión de los Toledano? —preguntó Lucas.—Sí. Al parecer, la señorita Amanda estuvo a punto de matar a la hermana menor de Jorge Toledano por accidente. Como castigo, Jorge la encerró para darle una lección.—Los empleados de la casa le cortaron el suministro de comida y agua, la incomunicaron. Llevaba días sin comer, sobreviviendo solo con agua del grifo. Fue entonces cuando escapó en plena noche. Básicamente estaba secuestrada.—Como estaba encerrada, nadie ha entrado a su habitación para verificar si sigue ahí, así que aún no saben que se escapó. Pero no pasará mucho tiempo antes de que lo descubran.Lucas soltó una risa irónica.—Jorge se hacía pasar por alguien qu
—Amanda, parece que tu pareja no es quien tu pensabas —dijo Lucas, con una burla sin piedad.—Tú no tienes derecho a opinar.Lucas se quedó en silencio. Era como si hubiera cavado su propia tumba con ese comentario, pero al ver el carácter fuerte de Amanda, no pudo evitar encontrarla aún más interesante. Desde que se separaron, ella le había hecho sentir tantas emociones contradictorias que estaba entre la lujuria y el odio, sin saber qué camino tomar.En ese momento, el celular de Lucas sonó. Miró la pantalla con malgenio.—Voy a contestar esta llamada.Se apartó un poco de Amanda, y ella de inmediato supo que quien llamaba era Viviana Sevilla.Lucas caminó hasta el pasillo.—Lucas, ¿en qué has estado? No me has contestado ninguna de mis llamadas.—He estado de viaje por trabajo, estoy lleno de cosas pendientes. Tienes que entenderlo.—Me dijiste que ayer ibas a regresar para estar conmigo.—Tranquila, estaré contigo cuando vuelva.Lucas mintió sin pensarlo dos veces, tratando de calm