48. Confesiones
Allie se quedó unas horas disfrutando de la paz que le generaba estar rodeada por la naturaleza. No quería llorar más, ella era una mujer fuerte y estaba segura que saldría de esto, pero definitivamente tenía que alejarse de Gabriel, y renunciar a la herencia era la única manera de hacerlo.

Regresó al coche y condujo a su casa. Apenas entró, Timmy corrió a sus brazos.

—¡Allie! —La abrazó con fuerza—. ¿Gabriel viene contigo?

—Hola, pequeño —Saludó—. No, en esta ocasión vengo sola —respondió con un nudo en la garganta.

—Hola, hija —Se acercó su madre para abrazarla—. ¿Cómo estás? —preguntó y al mirarla con más calma, se dio cuenta que había estado llorando.

Entraron a la cocina y Allie se dejó caer en la silla, lucía completamente devastada.

—Mamá, ya termine de comer —anunció Timmy—. ¿Puedo ir a mi habitación?

—Claro, hijo.

—Hermanita, ¿quieres jugar conmigo?

—Sí, pero primero voy a comer —contestó, aguantando las ganas de llorar.

—¿Qué te pasa, Allie? —interrogó su madre
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